"La lección de la actual carnicería no es que necesitamos una nueva prohibición (que plantearía cuestiones constitucionales y sería imposible políticamente), sino que debemos abordar los asesinatos por armas de fuego como una crisis de salud pública", escribió el miércoles Nicholas Kristof de The New York Times. El autor enfatiza que es momento no solo de llorar, sino de aprender lecciones del creciente número de muertes que causan las armas de fuego en ese país.
"El horror no es solo este doble asesinato macabro, sino la cifra implacable de la violencia armada que se cobra en promedio una vida cada 16 minutos en EEUU", recalca Kristof.
El autor recuerda que cada seis meses mueren más estadounidenses por homicidios y suicidios con armas de fuego que todos los fallecidos en los últimos 25 años de ataques terroristas y guerras en Afganistán y en Irak. Además, desde 1968 han muerto más estadounidenses por armas de fuego en EEUU que en los campos de batalla de todas las guerras libradas en la historia de ese país.
Kristof cita a David Hemenway, profesor de la Universidad de Harvard y autor de un libro sobre la seguridad de las armas de fuego, quien sostiene que "los niños estadounidenses tienen 14 veces más probabilidades de morir a causa de armas de fuego que los niños de otros países desarrollados".
El artículo de The New York Times insiste en que el asesinato de los reporteros de Virginia, supuestamente en respuesta a la masacre de junio en una iglesia metodista en Carolina del Sur, es "un ejemplo de cómo la violencia armada engendra violencia armada".
Tema: Tiroteo en Charleston
Más allá del estado mental del agresor, Kristof lamenta que en EEUU no haya exámenes universales obligatorios para evitar que las armas de fuego estén en manos de personas capaces de cometer un crimen como el del miércoles. En opinión del autor, un país que tiene leyes para regular el uso de escaleras o automóviles, debería regular con el mismo grado de seriedad el uso de armas de fuego.
"Seguramente podemos regular las armas con tanta seriedad como lo hacemos con coches, escaleras y piscinas", dice Kristof. La Administración de Seguridad y Salud en el Trabajo tiene siete páginas de reglamentos sobre escaleras, cuyo uso está relacionado con unas 300 muertes por año en EEUU.
"Sin embargo, el gobierno federal no hace lo que llamaría un esfuerzo serio para regular las armas, que están involucradas en la muerte de más de 33.000 personas por año (incluyendo suicidios, asesinatos y accidentes), según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades", añade Kristof.
Para el autor, los autos son el mejor ejemplo del enfoque de salud pública que se debe aplicar a las armas. Las medidas tomadas por EEUU durante décadas para hacer más seguros los vehículos, como cinturones de seguridad, bolsas de aire o restricciones para los conductores adolescentes, "han sido increíblemente exitosas", señala.
"Sin embargo, en el caso de las armas de fuego, el lobby de las armas (habilitado por políticos cobardes) intentó bloquear durante años incluso la investigación para reducir las muertes", lamenta el periodista de The New York Times.
Kristof reconoce que no se puede eliminar por completo la mortalidad por armas de fuego en EEUU. No obstante, asegura, "un esfuerzo serio podría reducir las muertes por ejemplo en un tercio, lo que significaría salvar 11.000 vidas al año".
Las medidas concretas que ofrece Kristof son "controles universales más rigurosos, limitar la compra de armas a una por mes para reducir el tráfico, establecer requisitos de almacenamiento seguro, marcas de número de serie más difíciles de borrar, períodos de espera para comprar un arma de fuego, así como más investigación sobre qué medidas realmente salvarían vidas".
En su opinión, EEUU debe seguir el ejemplo de Australia, que adoptó políticas para limitar el uso de armas. Así se logrará "pasar del terror pasivo a acciones que reduzcan las 92 muertes que cada día se cobra la violencia armada en EEUU".