La jueza empezó en 2010 una investigación sobre los crímenes del franquismo, apoyándose en el principio de justicia universal, y por esa razón, fue elegida para investigar la muerte del poeta, sucedida hace 79 años, en agosto de 1936, en las afueras de Granada, donde fue fusilado por las tropas franquistas. Sus restos no han podido ser encontrados.
Las víctimas españolas acudieron a la Argentina ante los obstáculos para juzgar los crímenes franquistas en España, por la Ley de Amnistía de 1977. No es extraño que una jueza argentina investigue la muerte del poeta, pues Argentina y Uruguay dieron acogida a cientos de miles de españoles, y sus ciudades, Buenos Aires y Montevideo, guardan en sus calles, sus bares y sus edificios, la memoria de esa inmigración. En las dos orillas del Río de la Plata se formaron miles de comités de solidaridad con la República, y por eso, cuando García Lorca visitó las dos ciudades entre 1933 y 1934, se encontró con una popularidad impensada. “Tengo la fama de un torero”, escribió en una carta a su familia.
En Buenos Aires, el poeta se hospedó en el Hotel Castelar, llamado así por Emilio Castelar, el primer presidente de la primera república española, en la habitación 704, que fue restaurada y que hoy es posible visitar. El hotel está ubicado en la tradicional Avenida de Mayo, donde sus cafés, como el Iberia y el Español, vieron a los emigrados de la península ibérica discutir apasionadamente a favor y en contra del franquismo. El Café Tortoni, los 36 Billares, el teatro Avenida, donde se representaron las obras de Lorca, recuerdan al poeta en fotos y placas conmemorativas.
En Buenos Aires y Montevideo, García Lorca conoció a Pablo Neruda, al pintor mexicano José Alfaro Siqueiros, Victoria Ocampo, Juana de Ibarbourou, entre otros intelectuales de la época.
Una calle de Montevideo recuerda su nombre en el barrio de Prado. Y en la ciudad de Salto, sobre la costanera del Río Uruguay, están grabados los versos de Antonio Machado:
“Labrad, amigos, / de piedra y sueño, / en el Alhambra, un túmulo al poeta, / sobre una fuente donde llore el agua, y eternamente diga: /el crimen fue en Granada, / ¡en su Granada!