Hulverscheidt cree que las consecuencias de este paso "van más allá de nuestros días" y de la crisis actual.
Según el periodista, el Gobierno griego "tiene poco que temer" desde un punto de vista técnico, incluso si su decisión significa eventualmente la expulsión de Grecia del Fondo, un hecho que Hulverscheidt cree que podría suceder dentro de dos años.
El analista sostiene que la medida del Ejecutivo de Alexis Tsipras ha abierto un auténtico debate político que podría ser muy peligroso para Lagarde.
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"La negativa de los griegos a suscribir el pago cuestiona directamente la identidad del Fondo (…) porque existe un consenso en todo el mundo de que los créditos del FMI siempre tienen que satisfacerse", escribe, y sin éste "el Fondo debería posiblemente cambiar su práctica en la concesión de créditos".
Para Lagarde "la implicación en Grecia era el vehículo para superar la crisis de identidad del Fondo de manera definitiva" y responder a la pregunta "de para qué se sigue necesitando la institución hoy" el mundo, además de para mejorar la imagen de la institución tras los escándalos de su antecesor en el cargo, Dominique Strauss-Kahn.
Pero en vez de eso, Lagarde tiene que hacer frente a una oleada de críticas que se suman a las "de los países asiáticos y latinoamericanos" y las de algunos países pobres que "consideran la implicación del FMI en el continente de Lagarde (Europa) como desproporcionada" y creen que "un club de países ricos" como es la eurozona "debería poder resolver sus problemas por su cuenta".