Zhou fue juzgado en un proceso secreto el pasado 22 de mayo en un tribunal de la ciudad de Tianjin y, según Xinhua, admitió su culpa y rechazó la posibilidad de apelar la sentencia.
El tribunal, que ordenó también la confiscación de todos sus bienes personales, justificó el carácter cerrado del juicio por las acusaciones de revelación de secretos.
El conocido como "zar de la seguridad" fue condenado por aceptar 130 millones de yuanes (21,3 millones de dólares) en sobornos de al menos cinco personas.
Su esposa, Jia Xiaoye, y su hijo, Zhou Bin, también recibieron dinero y propiedades por valor de 129 millones de yuanes (21 millones de dólares).
Zhou es el mayor cargo del Partido Comunista de China (PCCh) condenado por corrupción en tres décadas y supone la mayor victoria de la campaña anticorrupción que emprendió el presidente chino, Xi Jinping, cuando subió al poder y prometió que caerían tanto "moscas" como "tigres".
El condenado formaba parte del poderoso Comité Permanente del Politburó del PCCh que pilota el país y estaba a cargo de todo el aparato de seguridad estatal, lo que le convirtió hasta su jubilación en uno de los hombres más poderosos y temidos del Gobierno.
Un año después fue puesto bajo investigación y en abril pasado fue formalmente acusado por los delitos de los que fue finalmente condenado.
Su juicio es histórico no solo por la relevencia de Zhou sino porque rompe la regla no escrita de la política china que asegura una jubilación plácida a los altos dirigentes.
Los expertos occidentales ya habían asegurado que las informaciones en prensa extranjera sobre las fortunas acumuladas por los líderes chinos y depositadas fuera del país podrían haber llegado de Zhou, quien, afirman, se enfrentó al presidente.
Zhou asistió desde su arresto domiciliario a las detenciones de su círculo próximo: familiares, empresarios y políticos.
El antiguo jefe de seguridad había cimentado su carrera política en el sector petrolero, donde alcanzó la presidencia de la principal compañía estatal en 1996.
Pasó a la provincia de Sichuan y trabó amistad con Bo Xilai, el prometedor jefe político de Chongqing que fue condenado a cadena perpetua por corrupción.
La desgracia de Bo, ungido por Zhou para sucederle en el Comité Permanente, ya anticipó según los analistas los acontecimientos presentes.
A Zhou se le encomendó la jefatura del aparato de seguridad del Estado, que incluyó tribunales, policía y espionaje.
Con constantes alusiones a las "fuerzas hostiles" del interior y exterior, Zhou consiguió un presupuesto mayor que el del Ejército.
Zhou fue el tercer político de más peso durante el mandato de Hu Jintao, predecesor de Xi, y seguramente el más temido por toda la información de la que disponía.
Su caída confirma que ningún presidente chino concentró tanto poder desde Deng Xiaoping y lanza el mensaje claro de que en la campaña anticorrupción no hay nadie a salvo.