Según Albarracín, "la presión es enorme": "en Syriza hay dos líneas, cada una de las cuáles guarda algún punto de razón", señaló en referencia a las tensiones internas en el partido gobernante.
"Pero el momento exige una postura unitaria y fuerte para lo que sería hacer frente a una decisión francamente difícil: o admitir entrar en la senda de una gestión de la austeridad, lo que implicaría una mutilación a plazos, o bien emprender un camino, que en principio es un paisaje desértico, y cuyo horizonte y dificultad es difícil de vislumbrar", agregó.
Un proyecto, concretó, "que podría adoptar la forma de una unión fiscal y política en términos poco democráticos y profundamente favorables a las élites financieras y oligarquías en general".
Para Albarracín, "en condiciones normales, Grecia debiera, sea bien por la insostenibilidad financiera sea bien por un ejercicio político de soberanía, plantear una suspensión de pagos, pero es que no estamos atravesando una situación normal".
"En primer lugar, el marco financiero creado en Europa está diseñado para generar, tal y como apunta Phillippe Legrain, una prisión de deuda", explicó.
"En segundo lugar, habría que mencionar, la inmensa operativa generada en torno a los Memoranda de Entendimiento y los programas de ajuste de 2010 y 2012, que ha supuesto una enorme sustitución de acreedores", prosiguió.
Con esta operación, señaló este experto, "la exposición del riesgo de los inversores privados ha sido sustituida por la asunción del mismo por instituciones públicas mediante préstamos bilaterales, préstamos del BCE y del FMI, y especialmente el siniestro Fondo de Europeo de Estabilidad Financiera y su heredero el Mecanismo Europeo de Estabilidad".
"Con ello también los bancos norteamericanos —que son los que tienen los derivados en este caso- se han librado de tener que asumir los costes de pagar los seguros de impago de un default", agregó.
Se trata "de una socialización de pérdidas paneuropea, un mecanismo de integración económica desde las élites que han conseguido traspasar todo el sacrificio a los contribuyentes europeos", precisó Albarracín.
Las instituciones acreedoras "ya plantearon un dilema a Tsipras: o sigues de primer ministro y apartas a la minoría de tu partido y sumas a Pasok (socialidemócratas) y Topami (centro) a tu Gobierno, o sigues de líder de Syriza, pero no las dos cosas al mismo tiempo", explicó el economista.
"El propósito es generar un periodo de caos financiero y penuria económica que quiebre la confianza del pueblo griego en sus gobernantes", aseveró.
Albarracín no cree que, pese a todo, el primer ministro griego vaya a convocar nuevas elecciones.
"No creo que el Gobierno griego se inmole con nuevas elecciones, pues tiene otras opciones, tales y como podría ser convocar un referendum sobre las condiciones de devolución de la deuda, que permitiese explicar el escenario que se abriría, de dificultades pero también de ejercicio de soberanía", dijo.
Pero esto, añadió, "es algo que puede decidir el Gobierno de Syriza al comprobar la intransigencia de sus acreedores que no aceptarán reestructuraciones del principal y menos aún que se discutan sus condicionalidades".