Los medios rusos prestaron especial atención a la rebelión desencadenada en la ciudad de Ferguson, ubicada en el condado de San Luis en el estado estadounidense de Misuri. Las autoridades de EEUU presentan como la causa principal de las protestas el conflicto racial entre la población afroamericana y la policía, y hay quienes encuentran en ellas ciertas analogías con las revoluciones de colores acontecidas en otros países. Sin embargo, estas explicaciones no ayudan a entender la verdadera naturaleza de estos acontecimientos, cuyas causas hay que buscarlas en la estructura social de la sociedad occidental, que se precipita a extrapolarse a Rusia también.
La lucha entre clases se da entre razas
La pobreza y segregación entre diferentes clases en EEUU tiene un específico carácter racial: la población "de color" en el país, debido a ciertas causas históricas, acabó como más pobre, privada de perspectivas para su desarrollo. Pero, teniendo en consideración la variedad racial y étnica en EEUU y su corrección política, no es la estructura racial, sino la de las clases sociales la causa inicial del conflicto que hizo estallar en protestas las calles de Ferguson.
Los vecinos de Ferguson pertenecen, ante todo, a la capa inferior de la sociedad y solo después se identifican como "negros"; cualquier rebelión social, independientemente del color de la piel de sus participantes, habría sido aplastada con la misma intransigencia que han manifestado las autoridades esta vez. Pero la sociedad occidental optará antes por reconocer que presenta rasgos de discriminación racial y condenarla con tal de no admitir que padece racismo social. La imagen ideológica del capitalismo contemporáneo neoliberal, así como el mito sobre la sociedad postindustrial omiten o rechazan el hecho de la existencia en el mundo contemporáneo de conflictos sociales provenientes de discrepancias entre las clases.
Sin embargo, pese al carácter más complicado de la estructura de clases de la sociedad occidental de hoy, su naturaleza no cambia: la jerarquía en su fundamento persiste. El sociólogo británico Guy Standing reconoce en sus investigaciones sobre el nuevo fenómeno en la sociedad occidental, el precariado, que la esencia de las transformaciones que vive la sociedad hoy estriba no sólo en la división de la sociedad en razas, que no podría explicar la aparición de este fenómeno en el caso de EEUU. El precariado es un fenómeno que tiene que ver con la división en clases sociales, es "una clase emergente a la que se le han negado derechos políticos, civiles, sociales y económicos, y caracterizada por una creciente desigualdad e inseguridad".
La cúpula dirigente tiene todas las condiciones para crear una imagen que le convenga: es muy fácil mostrar una rebelión social como una desenfrenada ola criminal. Las acciones de los rebeldes no pueden sino interpretarse como acciones destructivas y marginales, lo que sirve de argumento extra para aplastarlas.
Las embrutecidas capas inferiores de la sociedad neoliberal no tienen ni un programa claro, ni una idea bien pensada. Los vecinos de Ferguson salieron a la calle con tan solo dos exigencias: que les den de comer y que no les maten.
Los propios manifestantes creen que lo que pasa se debe a discrepancias raciales. Pero las autoridades no temen y hasta se aprovechan de este racismo negro, porque no permite que la sociedad llegue a formular exigencias sociales y políticas.
Y así una rebelión puede desembocar sólo en disturbios caóticos y desenfrenados y no habrá consecuencias reales. Las convulsiones en Ferguson serán aplastadas con mano dura, por la fuerza, como solían terminar sublevaciones análogas en Europa a partir de la época de la revolución industrial.
La rebelión social es un fenómeno permanente en la sociedad occidental
Los disturbios masivos en Ferguson, que fueron apoyados en 170 ciudades de EEUU se muestran en el espacio mediático global como una ola caótica de violencia por parte de la población "negra". Sin embargo, la rebelión en Ferguson y otras manifestaciones similares representan un fenómeno permanente y estructural en la sociedad occidental.
París, Londres, Madrid y otras ciudades europeas se ven de vez en cuando sacudidas por protestas masivas y rebeliones de inmigrantes… En cuanto a EEUU, las convulsiones de masas que terminan con una entrada de la Guardia Nacional, numerosas detenciones y víctimas, no son ninguna novedad aquí. Incidentes similares en la historia contemporánea de EEUU tuvieron lugar en 1992 en Los Ángeles; en 1999, en Seattle; en 2003, en San Francisco, etc.
La tensión social en Occidente es tan aguda que las protestas pueden estallar por cualquier razón, tanto la más seria como la más pequeña. La sociedad se pone a apoyarlas fácilmente, aunque carezca de solidaridad.
El capitalismo moderno sigue siendo un sistema jerárquico que se defiende con terror y violencia (real y humanitaria) contra las capas inferiores de su propia sociedad. El Estado capitalista es, por su estructura, un Estado policial, gracias a lo cual se logra su sostenibilidad.
La supersociedad occidental, que controla el Estado capitalista moderno, acude hoy a las formas clásicas y comprobadas ya de aplicación del poder, desplegando incluso las técnicas de pacificación social apoyadas por el consumo global, que funcionaron toda la segunda mitad del siglo XX.
La violencia física se convierte en la herramienta principal del superpoder contemporáneo. Por eso no tiene ningún sentido considerar la rebelión en Ferguson fuera de la estructura social de la sociedad moderna.
Regreso al "mundo civilizado"
El regreso de Rusia al "mundo civilizado" fue condicionado por el desmantelamiento del sistema social soviético, como resultado del cual la sociedad rusa adoptó todos los aspectos negativos (que había rechazado su ideología) del capitalismo occidental. Es lógico que todos los problemas sistémicos del capitalismo neoliberal contemporáneo empiecen a manifestarse en Rusia.
En la Rusia post soviética la estratificación de clases se percibió como el principio fundamental de la sociedad contemporánea: los pobres mismos tienen la culpa de ser pobres, porque no son eficaces, y cualquier rebelión es un signo de ingratitud de las masas. Hoy al sistema de estratificación de clases que divide la sociedad en señores y esclavos le obedece no sólo la economía, sino que también la cultura y las comunicaciones de masas que justifican el sistema con razonamientos ideológicos y distraen la atención de los problemas sociales.
El estado en el que se encuentran las capas más pobres de la sociedad, como las de Ferguson, por poner un ejemplo más reciente, es el estado en el que la élite occidentalista quisiera ver el sistema social de la nueva Rusia que no reparó, hasta ahora, en promover este "ideal", aunque en forma más o menos implícita.
La transmisión del modelo de sociedad occidental a Rusia tiene un carácter artificial y precipitado. Además de las tradicionales comercialización de educación, sustitución de salud pública por medicina privada, edad mínima de jubilación más elevada, esclavitud crediticia, rechazo a las obligaciones sociales por parte del Estado y negocio, y otras medidas clásicas, hay intentos de introducir "modificaciones sociales más avanzadas".
Así son las declaraciones hechas desde destacadas tribunas: la mayoría de la población tendrá que cambiar en el futuro próximo de trabajo y profesión, y hasta de lugar de vida. Todo ello se vende como reformas, innovaciones, modernizaciones, medidas eficaces, y el propio porvenir. Pero se omite la verdad de que esta movilidad laboral, convertida en una parte del sistema, es lo que llevó a Occidente a la formación del precariado, una clase que, según Standing, carece de garantías de empleo, pensión, servicios de salud, derechos civiles, sociales, políticos y culturales.
De ahí que las rebeliones sociales a semejanza de las occidentales serán inevitables en Rusia también. Así será el regreso a "la Rusia que hemos perdido", que hoy se pinta como un paraíso que no tenía análogos en la tierra.
En el mundo de hoy que se echó a asimilar los bienes y males del sistema occidental, Rusia está condenada a crear sus propios casos como el de Ferguson con todas las consecuencias inherentes, como el Estado policial, la dictadura del capital, la desigualdad de clases y el rechazo a la propia idea de justicia social. Porque es imposible combatir el racismo y el nazismo en la sociedad contemporánea sin superar el racismo y la segregación social en los que se arraigan los eventos que estamos observando.