Cuando algunos políticos rusos recalcan con cada vez más frecuencia la necesidad de restablecer el Imperio Ruso quisiéramos recordar que la nueva ideología nacional que está apoderándose de las élites rusas no tiene nada que ver con las ambiciones imperiales de estos representantes, sino que está vinculada con la imagen de Rusia como ‘país-civilización’.
Así las cosas, se deberían interpretar las llamadas del líder del Partido Liberal Democrático de Rusia (LDPR), Vladímir Zhirinovski, a cambiar la bandera actual de Rusia por la del Imperio ruso en el mismo sentido en el que lo hizo hace poco el presidente ruso, Vladímir Putin. “Vladímir Zhirinovski es elocuente, pero se trata de su opinión personal que no siempre coincide con la postura oficial de la Federación Rusa”, dijo el mandatario.
Está claro que muchos se preguntan por qué el presidente ruso no da a conocer los fundamentos de la nueva idea nacional. Unos hasta se ponen histéricos, insistiendo en la necesidad de dar contenido ideológico de inmediato a la Constitución de Rusia. La respuesta es simple: todo tiene su tiempo. Es evidente que una idea verdaderamente nacional no puede ser impuesta a un pueblo que en el siglo XX ya se tragó el anzuelo dos veces, al seguir los líderes populistas en 1917 y en los años de reformas liberales. Vladímir Putin no es populista y entiende muy bien que tal idea debería madurar dentro del propio pueblo. Sólo después las autoridades podrán anunciar su existencia.
En realidad, la idea verdaderamente nacional nace a día de hoy en las autoproclamadas repúblicas populares de Lugansk y Donetsk que recuperaron para su unión el nombre de Novorrusia, topónimo histórico de territorios que Rusia colonizó en el siglo XVIII. Y esta idea no germina en los despachos, sino que nace en el dolor, la sangre y una resistencia encarnizada de los rusos frente a los nuevos perros nazis a los que volvieron a soltar los todopoderosos para que éstos volviesen a atacar a Rusia.
De acuerdo con los preceptos de Hitler (Drang nach Osten – Empuje hacia el Oriente), estos perros están aproximándose de nuevo hacia las fronteras de Rusia ya desde hace dos décadas. Y no para formar junto con Moscú una ‘Gran Europa’ de Lisboa a Vladivostok, sino con otros fines. ¿Cuáles son? Esto se ve muy bien en el ejemplo de Ucrania, un lugar donde el Occidente ‘civilizado’ (representado por la OTAN, la Unión Europea, el Departamento de Estado de EEUU, etc) se muestra dispuesto a apoyar todo lo que esté dirigido contra Rusia, el mundo ruso o el eurasianismo.
Cuando comenzaron las masacres en el sureste de Ucrania los habitantes de las provincias de Lugansk y Donetsk sintieron una creciente amenaza a su vida cotidiana y al idioma ruso, la cultura internacional postsoviética y los valores ortodoxos. Pero al inicio no pudieron explicar las causas de estas amenazas, que surgieron de forma inesperada. Mientras, es imposible plantar cara a los nazis sin apoyarse en una fuerte ideología, especialmente cuando en el otro lado de las barricadas está todo el poderío militar de un Estado y ejércitos privados financiados por los oligarcas y apoyados por la potencia más fuerte del mundo.
Es evidente que una idea liberal no ayudaría en este caso, como ésta no ayudó a Europa con su cortesía política en la lucha contra los nazis en la época de la Segunda Guerra Mundial. Desgraciadamente, nadie pudo dar una explicación nueva y concisa a la resistencia de las regiones del sureste de Ucrania y los habitantes de Novorrusia, quienes empezaron a buscar un fundamento ideológico por sus propios medios. Se agarraron a todo lo que podría, según su opinión, contrarrestar a la idea de ‘la Ucrania unida sin los rusos’: trataron de encontrar una postura alternativa en la ideología soviética y la imperial, en la fe ortodoxa y la lucha solidaria contra el nazismo, etc… Pero con el paso del tiempo, en medio de este movimiento de resistencia empezó a formarse paulatinamente el entendimiento de la base de las perturbaciones que tienen lugar en el mundo. En este momento, empezó la liberación de falsificaciones ideológicas y ahora vemos formarse en el sureste de Ucrania la idea del ‘mundo ruso soberano’ forzado a contrarrestar de nuevo a Occidente. Bajo Occidente se entiende el mercado global y el ‘mundo del dinero, altas tecnologías y entretenimiento’ que se transforma en el ‘mundo del caos, violencia y perversiones’.
Sería más correcto decir que la anunciada ideología no nace, sino renace de lo profundo de la memoria histórica colectiva, la conciencia nacional: archivos, bibliotecas y otras cajas cerradas con siete llaves, como un potente patrimonio intelectual que tiene gran valor y que es necesario descubrir y reconocer.
El patrimonio anunciado incluye opiniones de decenas de destacados filósofos rusos y soviéticos, miles de obras aparcadas en el olvido en el siglo XX que regresan a día de hoy al público.
Para no profundizarnos mucho en la historia empezaremos por citar nombres conocidos desde el siglo de oro en el ámbito del pensamiento filosófico en Rusia, o sea, el siglo XIX.
Uno de los filósofos rusos cuyas obras sentaron las bases de la ideología civilizadora fue el historiador destacado Nikolái Danilevski quién ya hace un siglo y medio dio una clara explicación a todo: Occidente, eslavos y la idea rusa. La obra de Danilevski ‘Rusia y Europa’ debería, según uno de los escritores más grandes de la literatura como Fiódor Dostoievski, ser el libro de cabecera de todos los rusos. Fundamentó conceptos civilizatorios de tales ‘pesos pesados’ de la sociología mundial, como Oswald Spengler, Pitirim Sorokin y Arnold Toynbee.
Al hablar de obras que analizan orígenes de los procesos civilizatorios en Rusia es imposible pasar por alto el libro ‘Bizantinismo y eslavismo’ del filósofo ruso Konstantín Leóntiev, así como las obras de tales pensadores como Pável Florenski, Vladímir Soloviov y Nikolái Berdiáev que sentaron las bases de la axiología civilizatoria. Se puede citar aquí también los estudios de los eurasiáticos rusos, como Nikolái Trubetskói, Piotr Sávitski, Gueorgui Florovski, Lev Karsavin, Vladímir y Gueorgui Vernadski, Nikolái Alekséev y otros representantes de esta dirección de la filosofía política y social rusa. Nikolái Trubetskói formuló la idea de ‘desafío/respuesta’ como la base del desarrollo de las civilizaciones mucho antes de que lo hiciese Arnold Toynbee, historiador británico que estableció una teoría sobre la génesis de las civilizaciones. Por su lado, Vladímir Vernadski fue el primero que empezó a aplicar el enfoque sistémico y no paradigmal, al analizar problemas de la civilización mundial.
Es necesario destacar asimismo la importancia especial (para el desarrollo de la teoría de las civilizaciones y la ideología) de las obras de filósofos rusos y soviéticos como Lev Méchnikov, Lev Gumiliov, Borís Ribakov y Nikita Moiséev. Lev Méchnikov estudió los procesos en Rusia desde el punto de vista de la geografía física y la antropología social, cerrando de ese modo las brechas que existían en los conocimientos globales sobre las civilizaciones que en la época del autor estuvieron basados sobre todo en factores de carácter transcultural, político y económico. Mientras, las obras de Lev Gumiliov no están directamente vinculadas con ‘teorías de las civilizaciones’, sino que en realidad analizan procesos históricos que se observaron durante milenios en las regiones con la idiosincrasia rusa y eurasiática.
Siguen estando de actualidad los estudios de procesos civilizatorios del académico ruso Nikita Moiséev en los que el autor anticipó las conclusiones del sociólogo estadounidense Samuel Huntington. Otro destacado filósofo ruso que no tenía ambiciones imperiales, sino sólo las civilizatorias es Aleksandr Zinóviev, cuyas obras entroncan con la actualidad, si no como fundamento al menos como ‘especificaciones técnicas’ que definen la nueva idea nacional.
Está claro que la mayoría de los medios de comunicación de Rusia, sean privados o estatales, no publican materiales sobre procesos civilizatorios porque la cobertura de este tema no forma parte de su misión. Así las cosas, esta nueva ideología se abre camino hacia las mentes y corazones de los rusos de otro modo.
Ante todo, esta idea penetra en Rusia a través de la asimilación del patrimonio arriba mencionado, a través del eurasianismo del presidente kazajo Nursultán Nazarbáyev, quién ya durante dos décadas acerca a Eurasia la visión civilizatoria del mundo, así como a través de pruebas de tales expertos rusos, como Alexandr Panarin, Yuri Yakovets, Alexandr Kostiáev, Nadezda Maksímova y muchos otros.
Además, esta ideología se forma a partir de las declaraciones de los líderes rusos, tan identificados con su deber que no pueden permitirse ser funcionarios comunes y corrientes, sino que se ven obligados a pensar sobre el futuro del país. Se trata, ante todo, del presidente de Rusia y del patriarca de Moscú y toda Rusia, Kiril. O del presidente del Tribunal Constitucional de la Federación Rusa, Valeri Zorkin, quién hace poco publicó un artículo interesante ‘La civilización del Derecho’.
Al fin y al cabo, la idea civilizatoria nos llega a través de textos elocuentes e imágenes vivas que nacen a día de hoy en Novorrusia y acerca de Novorrusia. Por lo tanto, el autor de la idea de Rusia como ‘país-civilización’ es el pueblo multinacional ruso-novorruso. Profundizaremos en el tema de la idea nacional en siguientes publicaciones.