El destacado pensador ruso Alexander Zinóviev afirmaba que la Segunda Guerra Mundial y la Guerra Fría que le siguió fueron "guerras evolutivas". La URSS representaba un proyecto de evolución alternativo al occidental, que intentaron enterrar entre todos. ¿Por qué luchamos ahora en el creciente conflicto con Occidente? ¿Por un lugar digno en el proyecto de evolución de Occidente, el único que queda en la actualidad? ¿Queremos entonces seguir el mismo camino pero de forma independiente, sin recomendaciones inoportunas ni intentos de "ayudarnos" en el usufructo de nuestra riqueza? ¿O la otra puerta evolutiva aún no se ha cerrado del todo y tenemos algo que defender además del territorio y recursos naturales? ¿Cuál es entonces nuestro camino y por qué tenemos que volver a experimentar? ¿Por qué no nos tranquilizamos y seguimos caminando en la misma dirección que los demás, sólo que no en convoy, de forma independiente? ¿O ya es hora de deshacernos, por fin, también de estas ambiciones y caminar en la fila con todos?
Estas son las cuestiones en las que quiero centrarme. Y lo primero que habrá que describir es el estado de cosas dentro del proyecto occidental de evolución para ver qué es lo que se nos ofrece. Defenderé el punto de vista de que el mundo occidental vive un estado de degeneración. El proceso histórico real es un entrelazamiento de muchos proyectos y líneas de evolución. En los últimos siglos observamos y seguimos observando en Occidente un progreso colosal y sin precedentes en los ámbitos más diversos. Al mismo tiempo, en paralelo a este progreso, marchaba y ahora está cobrando fuerza el proceso de degeneración de la civilización de Europa Occidental. Esta línea de degeneración ha cobrado tanto dinamismo últimamente que empezó a condicionar la situación en los países involucrados en este proceso evolutivo, es decir, en todo el mundo. Y el problema no es la homosexualidad, la baja tasa de nacimientos, la emigración u otros fenómenos de la misma índole. El proceso de degeneración afecta a casi todos los ámbitos de la vida en los países occidentales, y también en Rusia, en la medida que estamos involucrados en el mundo occidental. Para poder reconocer y demostrarlo tendré que introducir el concepto de la degeneración, cosa que voy a hacer en los primeros dos capítulos.
La vida
Aunque nos interesa el fenómeno de la degeneración en los sistemas sociales (humanos), empezaré a analizar esta cuestión con una digresión sobre el mundo animal. No sólo porque así será más fácil explicar el concepto de la degeneración, también porque, de paso, deberemos desenmascarar las equivocaciones más comunes sobre los determinantes biológicos del propio hombre.
Solemos imaginar que un degenerado es un ser débil y decadente, incapaz de defender sus intereses. En realidad, puede ser muy fuerte y agresivo. Puede ser de cualquier manera. Es imposible constatar la degeneración de un representante aislado de la especie. Sólo se registra al contrastar las características del individuo con las características funcionales necesarias para llevar a cabo el principal proceso en la población, en la especie o en la biosfera en general: el proceso de su reproducción. Las características del animal vienen determinadas por la necesidad de la supervivencia de las formas superiores, hasta la Vida en el planeta Tierra. La degeneración es la desviación de estas características funcionales óptimas, determinadas, repito, no por la necesidad de supervivencia de un individuo sino por la reproducción de las unidades superiores, incluida tal mega-unidad como la biosfera.
Sería justo afirmar que, en realidad, no existe multitud de vidas, la vida en la Tierra es una sola. El animal es un elemento de este gran sistema pero no es un ser autónomo, y comprender sus características funcionales sólo se puede desde una perspectiva superior, a través de los objetivos de la reproducción de la población, de la especie y de la biosfera.
Si los biólogos llegaran a ver en la evolución de la biosfera el proceso del desarrollo/complicación de un único mega-programa, la consolidación de un único "macroorganismo", podría esto resolver muchos de los problemas de la actual teoría de la evolución. En particular, el hecho de que los paleontólogos no encuentren muchas formas intermedias entre las especies del mismo origen. Resulta que las plantas y los animales daban con regularidad un salto evolutivo: las nuevas especies se formaban sin las formas intermedias. Esto sucede muchas veces con las células del organismo. Al percibir una señal, la célula reprograma su carga genética, y en la siguiente división celular ya se generan células con características sustancialmente diferentes. Tras varios ciclos de divisiones el organismo recibirá las células que necesite en un momento dado. Posiblemente lo mismo sucede con las especies biológicas: las modificaciones que se dan no tienen carácter puramente accidental, como creía Darwin. Una especie se transforma o da lugar a una subespecie de una forma estrictamente regular y de acuerdo con unas señales externas enviadas por la biosfera.
La evaluación, no la competencia
Es un momento importante con el que no terminan de aclararse los biólogos. Siguen encerrados en los conceptos de la "lucha por la supervivencia" y la "competencia inter o intraespecífica", conforme a los cuales los individuos y las especies están en guerra permanente por conservar la vida mientras la "selección natural" va escogiendo a los mejores. Afirmaría que en el mundo animal casi no se da la lucha ni la competencia. Al contrario, todo está organizado de tal manera para reducirlas al mínimo.
Los animales en una manada compiten en fuerza o habilidad no para matarse uno al otro sino para lograr un rango en la jerarquía que, justamente, permite evitar la lucha posterior. Al obtener un rango superior el individuo accede a mejores alimentos y mayores posibilidades de fecundación. Es decir, no se trata de lucha ni de competencia sino de evaluación y clasificación, es un mecanismo de selección de los individuos cuya supervivencia debe ser prioritaria para la especie y la biosfera. Sus características funcionales deberán ser reproducidas en la próxima generación.
El punto clave en todo esto es que en el proceso de la transmisión de las características se involucran los individuos que respondan al máximo a las "necesidades" de las unidades de rango superior. El propio rango corresponde a la medida en la que estén expresadas las características funcionales de la especie. Las liebres no existen para escapar de los lobos, sino para ser alimento de éstos. La velocidad de las liebres tiene que permitir a los lobos cogerlas de vez en cuando, aunque no sin dificultad. Las manadas de lobos tampoco compiten entre ellas. Marcan su territorio y prefieren no cruzarse. Creo que en el mundo animal tampoco existe el fenómeno de la dominación, al menos si lo entendemos como el deseo de dominar para obtener beneficios personales. El líder de la manada de lobos no busca dominar a otros lobos para tener el mejor bocado. Su función es cuidar de la manada, vigilar que todos sus miembros se comporten de acuerdo a su rango y echar de la manada a los individuos degenerados, sobre todo los excesivamente agresivos que violan los mecanismos de la reproducción. Es el líder el que vigila que los cachorros coman los primeros y se alimenten bien.
He aquí otro ejemplo de que la conducta del individuo viene determinada por el instinto de la supervivencia sólo mientras lo necesite la especie. En muchos animales, en particular en los ciervos, el macho alfa que pierde la competición de "clasificación", muere de un infarto. En cambio, si pierde el individuo que aspira a elevar su rango, su organismo activa un programa hormonal que en seguida estabiliza al animal y lo devuelve a un estado funcional. Desde la perspectiva de las necesidades reproductivas todo está claro: al macho alfa que pierde, la población ya no lo necesita más, ya cumplió su misión: dejó descendencia y tiene que desaparecer. En cambio, el pretendiente joven tiene que tener posibilidad de un segundo intento. El instinto de conservación es una de las formas de realización del mecanismo de reproducción de la especie y de la biosfera.
Cualquier evasión de la tarea de reproducción de un conjunto vital constituye la esencia de la degeneración. Mucho de lo que observamos en la naturaleza nos parece competencia, lucha o dominación, es decir, procesos aparentemente contrarios a la tarea de cuidar el conjunto. Pero sólo es la apariencia, la forma externa de los mecanismos que reviste una esencia totalmente distinta. En realidad, los casos reales de la lucha, competencia y dominación son ejemplos de degeneración.
La reproducción de la biosfera se basa sobre otros principios: el fiel cumplimiento por parte del individuo de las reglas de conducta que permitan la reproducción de las unidades del orden superior, la correspondencia funcional entre las especies y la armonía en las relaciones interespecíficas, así como el equilibrio en las cadenas alimentarias y otros.
Darwin, un ideólogo
Si los biólogos consiguieran invertir la lógica del análisis y lo empezaran desde "arriba", desde el proceso de reproducción de la biosfera, el cuadro de la evolución biológica se nos presentaría completamente distinto del de Charles Darwin. Darwin se equivocó en lo fundamental: en que las especies existen como estructuras independientes. No son así. Creo que el actual cuadro de la evolución de la naturaleza se compuso debido a un traslado incorrecto al ámbito de la biología de las ideas que tenemos sobre la vida de las comunidades humanas en la época del capitalismo. Más tarde, estas ideas, supuestamente obtenidas por el estudio de la naturaleza, comienzan a ser usadas para justificar el egoísmo y la crueldad del hombre. Se dice que la prioridad de los intereses privados, la actitud competitiva con respecto a los demás, el deseo de dominar, de mejorar la posición propia a costa del otro son cualidades profundamente arraigadas en la naturaleza del hombre que lo determinan biológicamente. Esto es mentira. En la naturaleza estas formas de conducta son consideradas degenerativas y castigadas con la exclusión de los procesos de la transmisión del material genético. La popularidad y la vitalidad de la teoría de Darwin se debe, en gran medida, a que tiene un segundo uso, se emplea en la producción ideológica para justificar el actual orden mundial occidental y enmascarar su degeneración.
En el próximo artículo hablaremos de las características del fenómeno de degeneración en las comunidades humanas.