La lógica de la mentira

© Sputnik / Ilya Pitalev / Acceder al contenido multimediaMitin de la Plaza de la Independencia en Kyiv en pro de la euro integración de Ucrania (archivo)
Mitin de la Plaza de la Independencia en Kyiv en pro de la euro integración de Ucrania (archivo) - Sputnik Mundo
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Los ucranianos se enfrentan hoy a una democracia controlada globalmente, cree Timoféi Sergéitsev, miembro del Club Zinóviev.

El hecho de que el discurso occidental en torno a lo que sucede en Ucrania y a nuestro papel en el conflicto sea mentira hoy es algo evidente. Al menos, es evidente para nosotros. ¿Qué podemos hacer en esta situación? ¿Y qué significa?

La reacción natural es intentar persuadir a Occidente: están equivocados, no es verdad. O, al menos, al público objetivo de Occidente, el resto del mundo. O, al menos, a la propia Ucrania.

No obstante, incluso los protagonistas de los reportajes de las repúblicas autoproclamadas del oriente ucraniano, si no son milicianos, repiten la misma fórmula: ¿Por qué nos mata nuestro gobierno? ¿Por qué nuestro gobierno no nos deja en paz? ¡Sólo queremos la paz! Es decir, "nuestro gobierno" para los afectados, para las víctimas sigue siendo el gobierno en Kiev. ¿Es cuestión de tiempo? Posiblemente. Pero está claro que los habitantes del oriente de Ucrania no son conscientes de lo que está ocurriendo, a pesar de que está ocurriendo en sus casas.

¿Hace falta discutir con una mentira?

Discutir significa recurrir al juicio de una tercera fuerza. Supone un juicio. Entrando en una discusión asumimos nuestra condición de una de las partes. Es decir, reconocemos que nuestros conocimientos de lo que hacemos (y lo que no hacemos) son cuestionables. ¿Ganamos o perdemos? Si la parte que miente y sabe que miente admite que su postura es cuestionable ¿gana o pierde?

¿Y quiénes son los jueces?

Cualquier juicio es una manifestación de poder. Su objetivo es tener jurisdicción sobre el conflicto y no permitir la intromisión de nadie. Las pruebas (ninguna, tampoco el dictamen pericial) no tienen fuerza por sí solas. La adquieren sólo al ser consideradas y valoradas por los jueces. Y los jueces juzgan según sus propias convicciones morales. ¿Quiénes, pues, serían nuestros jueces? ¿Y qué hacemos si los jueces son, precisamente, la parte contraria?

Herramientas lógicas de la discusión

La lógica, una ciencia creada por Aristóteles, después de Sócrates y Platón, siempre se ha preocupado por el enunciado verdadero. Los enunciados falsos no representan interés alguno para la lógica que, en referencia a éstos, se limita a afirmar que de un enunciado falso se puede deducir cualquier cosa. Entretanto, la mentira posee una estructura desarrollada. Los sofistas lo explicaban a cualquiera que lo desease provocando las protestas de Sócrates. No obstante, los sofistas se ganaban muy bien la vida.

Discutir ¿con quién?

La mentira, en la modernidad, a diferencia de en los tiempos de la antigua Grecia, carece de autor. La invención de la propaganda en el siglo XX como nuevo tipo de mentira moderna (el sofismo) se basa en la eliminación de la figura de autor, en su asesinato, se podría decir. Por cierto, es este asesinato 'simbólico' el que permite cometer asesinatos reales de aquellos que dicen lo que no deberían. "Dios ha muerto" una noticia de Nietzsche. ¿Cómo sería posible la supervivencia del autor? Pero no es todo, Nietzsche añade: "El desierto crece". Y se llena con el texto sin autor cuyo fundamento filosófico está buscando el postmodernismo. Se supone que el propio texto produce texto. Está claro que este texto no está destinado para ser comprendido ya que no hay nadie quien quiera decir nada.

Si no hay autor no significa que nadie quiere pasar por él

Todo lo contrario, la propaganda moderna para «suavizar» nos ofrece siempre una falsa figura del hablante. La propaganda se convierte en relaciones públicas, su forma más sofisticada hoy en día. Puede uno burlarse infinitamente de Jennifer Psaki, para eso está donde está. Pero es un ejemplo negativo. Hay ejemplos más positivos — un multimillonario y líder del partido político publica en su bitácora personal (nota bene) un texto escrito por un "autor" contratado, tampoco contratado por el multimillonario sino por un encargado. O un "gurú" económico publica bajo su nombre un tratado escrito por alguien para este propósito.

Si de la discusión nace la luz, es sólo cuando ambas partes la buscan. Está claro que no es el caso. ¿Qué hacemos, pues? ¿Y qué hacemos con Ucrania?

Heidegger creía que la persona que piensa no debería discutir porque si no, empieza a pensar en la discusión. Entretanto hay que reflexionar sobre la propia postura, poner en cuestión sus fundamentos, ampliar y profundizar en ellos.

No discutir no es lo mismo que quedarse callado

Primero:

Si a nosotros (y a todos) nos mienten de manera tan radical sobre algo que conocemos perfectamente ¿tal vez valga la pena recordar lo que nos decían (y nosotros lo creíamos) de todo lo demás? ¿Lo que no sabíamos tan bien o ignorábamos? ¿Para qué hicimos la Perestroika, dejamos que la URSS se desintegrara, renunciamos a la soberanía, destruimos la economía y el sistema de educación? Lógicamente, además de ser imposible, no tiene ningún sentido regresar al pasado. Pero la propaganda de aquel entonces sigue siendo válida en el día de hoy. Es parte de nuestro presente (y futuro), no del pasado. Porque cuando decimos que perdimos la Guerra Fría significa sólo y justamente esto, que perdimos una guerra de ideas.

Segundo:

Nuestra ideología se derrumbó. No existe más la religión del comunismo. Menos mal. Sí, existe el socialismo real que avanza a escala planetaria. Y somos nosotros los que mejor lo conocemos. Pero no podemos usar nuestro conocimiento en el marco de la religión de la democracia. Esto no significa que haya que discutir con la religión de la democracia. Con la religión, en general, es imposible discutir. No estamos discutiendo. Estamos refunfuñando que eso de la democracia está genial pero que la comprendemos a nuestra manera y la construimos igual. Fue el asesor del presidente ruso, Vladislav Surkov, el que propuso el término de la 'democracia soberana'. Es una buena maniobra pero táctica, no estratégica. Mientras tanto, el tiempo pasa.

Tercero:

Si no hay nada global que discutir con nosotros, la propaganda (occidental, claro, no hay otra) inevitablemente pasa a hacer pequeñas fechorías, como, por ejemplo, desvirtuar los hechos. Más bien resulta, sin el cinturón protector del enfrentamiento ideológico, que tal manera de desvirtuar siempre ha estado allí y es la clave de la cuestión. No es la ideología en la que tenemos que basar nuestra soberanía (nada más inestable), todo lo contrario deberíamos deshacernos de toda ideología y propaganda (ahora de la occidental). La soberanía crece de la historia y la tenemos que conocer. También crece de las leyes vigentes en las grandes comunidades humanas. Y también tenemos que conocerlas. Eso es todo.

¿Y qué hacemos con Ucrania?

Para empezar vamos a dar una evaluación adecuada a la situación ya que tenemos acceso a la información (obtenida, a veces, a costa de vidas de los periodistas).

¿Por qué comparamos el régimen ucraniano con el fascismo? Está claro que no es correcto. Y, por lo tanto, da lugar a que, a modo de respuesta, nos llamen fascistas a nosotros.

El fascismo fue un fenómeno histórico concreto. Los asesinatos masivos es un fenómeno histórico general. Y hay muchas más opciones.

El fascismo fue soberano y desarrollado. En Ucrania sólo vemos a los ejecutores y, además, torpes.

El fascismo realmente se diferenciaba de a quienes eliminaba. En el territorio de Ucrania se están eliminando personas que no se diferencian sustancialmente unas de otras.

Aunque, desde el punto de vista sociológico, las diferencias no son imprescindibles. Jonathan Swift ya describió el hecho social de que para hacer la guerra basta con discrepar por qué lado es mejor romper un huevo. Esto es natural, la lucha por el poder se desarrolla sólo dentro de un grupo homogéneo.

El poder fuera del conflicto

El famoso (y políticamente muy incorrecto) experimento sociológico consiste en dividir aleatoriamente un grupo de voluntarios en dos mitades: los 'prisioneros' y los 'guardias'. Al principio todo el mundo se guiña el ojo y se ríe, luego le toman el gusto al juego y dos días más tarde aparecen las primeras víctimas mortales. ¿Creen que los que están en el poder son los guardias? No, son prisioneros. El poder real está en manos de los organizadores del experimento. Se puede leer los informes de los resultados del estudio o ver la película 'El experimento' (alemana, por cierto).

¿A qué se enfrentan los ucranianos?

En las filas de la Guardia Nacional de Ucrania habrá neofascistas. También habrá hinchas del equipo de fútbol Dínamo de Kiev o aficionados a juegos de rol basados en las novelas de Tolkien. Pero esto no significa que Donetsk y Lugansk sean bombardeados por los fanáticos o por los elfos, aunque por ellos también. Los habitantes de Ucrania, y nosotros desde fuera, no nos estamos enfrentando al fascismo sino a la moderna Democracia Global Controlada (DGC). La DGC inculca a cualquier grupo de personas escogido según cualquier criterio (el hecho de que el huevo tenga dos lados es real) la idea de que, en principio, puede hacer lo que quiere. De acuerdo con la ley, por supuesto. Pero la ley se vendrá abajo mientras el principio persistirá. Los importadores y operadores de la DGC saben perfectamente cómo funciona. Por esta democracia tenemos que morir nosotros. Ellos quedarán.

Hablando del fascismo en Ucrania, queremos estigmatizar al enemigo pero en realidad tenemos miedo a decir la verdad. Y estigmatizamos sólo a los mercenarios.

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