Al parecer, Rousseff habría tomado su decisión el pasado mes de enero al conocer los informes de un grupo de expertos que consideraron inviable un proyecto en el que Brasil ha invertido más de 1.000 millones de reales (329 millones de dólares) y que, además, se consideró deficitario por al menos 20 años.
El proyecto se inició en 2003 con un acuerdo de cooperación espacial con Ucrania por el cual el Gobierno brasileño cedió un espacio en el municipio de Alcantara, en el estado de Maranhao (noreste del país), donde se instalaría la empresa binacional Alcantara Cyclone Space (ACS) para un teórico primer lanzamiento del satélite Cyclone-4 en 2010.
A cambio, el Gobierno ucraniano transferiría la tecnología de sus satélites a Brasil.
Sin embargo, el proyecto rápidamente comenzó a registrar atrasos en la construcción de la base de Alcántara y tanto Brasil como Ucrania tuvieron dificultades para financiar su parte del proyecto, lo cual llevó al retraso en el lanzamiento del Vehículo Lanzado de Satélites (VLS-1) brasileño en 2013.
Con el abandono del programa por parte de Brasil, que aún no ha sido comunicado a Ucrania, tanto Rusia como Estados Unidos podrían beneficiarse directamente de las instalaciones de Alcántara ubicadas exactamente sobre el ecuador terrestre, la mejor posición para los lanzamientos.
A pesar de que EEUU firmó un acuerdo en el año 2000 con el Gobierno de Fernando Henrique Cardoso para la utilización de las instalaciones militares de la base de Alcántara, el hecho de que el acuerdo no recogiese una transferencia de tecnología hace pensar que el Gobierno de Rousseff, que mantiene excelentes relaciones con Rusia a nivel de intercambio de tecnología militar, podría finalmente declinarse por su socio del bloque BRICS.