Y no era para menos. Tal y como estaba ya en aquel momento, el enclave a solo 45 km de La Habana, dejaba boquiabierto a más de uno. La Zona Especial de Desarrollo Mariel (ZEDM), se parecía a las visiones de una Cuba futurista, con una infraestructura ultramoderna que no existe en el resto de la isla.
Mariel está llamado a ser el primer puerto del Caribe que podrá acoger embarcaciones "super post panamax", capaces de transportar más de 12.000 contenedores, lo que abarataría los costos del transporte marítimo en la región. Una vez que se encuentre en pleno funcionamiento, la terminal llegaría a recibir un millón de contenedores.
"Esta terminal será la principal puerta de entrada y salida del comercio exterior cubano y su ubicación geográfica en la ruta de los principales flujos de transportación marítimos en nuestro hemisferio propiciaría que se consolide su posición como una plataforma logística de primer orden a nivel regional", señaló Raúl Castro en aquel acto inaugural.
Pero catorce meses después, un velo de misterio parece envolver el lugar y poco más ha trascendido sobre lo que allí sucede.
Sólo en contadas ocasiones desde entonces las autoridades cubanas han sacado a colación el tema, por lo general sin dar muchos detalles. Durante la última Feria Internacional de La Habana, en noviembre pasado, se supo que se trabajaba en la creación de infraestructuras, como las vías de acceso, agua, electricidad y comunicaciones.
Ahora, cuando ya avanza el año hacia su segundo trimestre, se informa que han sido aprobados dos de esos proyectos de inversión extranjera, tras evaluar cientos de propuestas.
Ni siquiera dieron a conocer los nombres de los afortunados, ni el sector en que se desarrollan, sólo que están en proceso de constitución y registro para adquirir personalidad jurídica en Cuba.
Tal vez a los funcionarios de la ZEDM no les falten razones para evocar ese "principio de confidencialidad y protección a los negociadores", según dijeron, aunque curiosamente por su parte el gobierno de México aseguró que la empresa de ese país, Richmeat, es una de las aprobadas. Pero lo cierto es que el tiempo apremia y no es momento de lentitudes burocráticas, menos de equivocaciones.
Ese secretismo y falta de información que padecemos también en otros aspectos de la sociedad, no deja de crear incertidumbre no solo en la población cubana que se mantiene ajena a las grandes decisiones y proyectos del país, sino también en los posibles inversionistas
Nadie podrá quitarle a Cuba su privilegiada ubicación en el centro del mar Caribe y frente al inmenso mercado potencial de los Estados Unidos, pero tampoco somos los únicos, y eso solo no sería suficiente si no conseguimos eliminar trabas e ineficiencias.
Por nuestro lado, la nueva legislación de Inversión Extranjera tampoco ha significado hasta ahora un boom de negocios con capital foráneo y poco sabemos de cómo marcha el proceso. Si bien anteriores esfuerzos de atraer inversores no llegaron a tener el impacto esperado, esta nueva ley prometía, aunque con la limitante de que deja fuera a los cubanos que vivimos en la isla.
De momento, continuamos conviviendo con la doble moneda, y aunque la del CUC ha sido una muerte anunciada, sigue siendo un misterio el instante y forma del deceso.
Sin apenas datos fiables ni proyecciones claras y concretas de futuro es difícil adivinar cuanto de titubeo, inexperiencia o temor puede estar afectando a los que tienen en sus manos las decisiones vitales para dinamizar la economía cubana, incluyendo las que atañen a la ZEDM.
La dirección del país está convencida de la necesidad de reactivar la economía y del papel que pueden jugar esos dos mil millones de dólares de capital foráneo que se esperan captar. Pero no hay dudas de que el tiempo no espera.
Once millones de cubanos no pueden seguir aguardando por nuevas pruebas y nuevos errores. El futuro es ahora.
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE SPUTNIK
Les invitamos a comentar la publicación en nuestra página de Facebook o nuestro canal de Twitter.