El juguete grabará a los niños, enviará sus voces a la nube, reconocerá sus voces mediante un programa informático, guardará la información y responderá a cada infante de forma individualizada.
Para Susan Linn, fundadora de CCFC, psicóloga y profesora de la universidad de Harvard, " la muñeca conocerá todo lo que le gusta y no les gusta a los niños, y esto no lo digo yo, sino la propia Mattel".
"Para empezar resulta dudoso que lo grabado no sea usado con otros fines, pero es que además utilizarán la información para que la muñeca sea más seductora", explica.
Esto es, el departamento de marketing de la compañía tendrá un acceso sin precedentes a la psique infantil, a sus filias y fobias, y a sus conversaciones.
Otro asunto que preocupa a la doctora Linn es el hecho de que "la muñeca escuchará no solo a los niños, sino todo lo que suceda alrededor de ellos, así que no exageramos al decir que las familias permitirán ser vigiladas por una corporación en sus propias casas".
"¿Qué sucederá", se pregunta, "si el niño hace o dice algo que no guste a sus padres?"
Peor aún: "¿Y si el niño es objeto de abusos y estos son grabados por la muñeca?".
En EEUU la ley obliga a denunciar a cualquiera que tenga conocimiento de los abusos contra un niño. ¿Qué protocolos seguirá Mattel al respecto?
Por otro lado, "los niños no juegan con los aparatos electrónicos como con las muñecas, porque con estas crean lazos afectivos, y con la nueva Barbie, de alguna forma estarán creándolos con una empresa".
Está por ver si Mattel, incluida en la lista Forbes como una de las 500 empresas más ricas del mundo, escuchará las denuncias de CCFC.
"Aunque hemos tenido grandes éxitos en el pasado dependerá en buena medida de si hay suficiente gente dispuesta a protestar", reconoce Linn.
De fondo surgen interrogantes como el derecho a la privacidad del niño y los límites que nuestras sociedades establecen al escrutinio de las grandes corporaciones en la esfera privada del ciudadano.