Recuerda que los yihadistas acaban de publicar un vídeo que muestra a un niño ejecutando a Muhamad Musallam, prisionero palestino y presunto espía del Mossad.
Según la ONU, los radicales en Siria, Irak y Libia enseñan a los menores el uso de las armas y los emplean como espías que, haciéndose pasar por limosneros, se infiltran en territorio enemigo, lo que convierte en sospechoso a todo niño en una zona de conflicto.
Además, según algunas fuentes, los yihadistas se aprovechan de los niños como donantes de sangre para los combatientes heridos.
Todo ello se acompaña de un constante lavado de cerebro, pues la psique infantil es inestable y asimila con facilidad las ideas más barbáricas. Con el mismo objetivo se les muestran a los jóvenes las ejecuciones de los “enemigos”.
La ONU indica que los radicales suelen reclutar o incluso secuestrar a los niños de familias marginadas. A veces ofrecen dinero, y por lo tanto los más pobres les entregan voluntariamente a sus hijos convencidos de que, en las zonas desoladas por una guerra, la participación en un grupo armado es la única manera de sobrevivir.
Entre las regiones con más alta participación infantil en los conflictos armados destacan Siria, Irak, Libia, Afganistán, Nigeria, Sudán del Sur y Malí.
Sin embargo, no se trata solo de los niños locales. La propaganda del Estado Islámico y otros grupos similares también está dirigida a los menores de los países prósperos, como Noruega o Reino Unido, y también a los jóvenes de las antiguas repúblicas de la Unión Soviética.
Los expertos del UNICEF indican a la vez que surge el problema de la reinserción social de los jóvenes que habían participado en un conflicto armado, con tal de que se consiga recuperarlos.
Indican que estos menores son más agresivos y menos educados que sus coetáneos y les costa renunciar a la violencia como el principal instrumento para conseguir sus fines.