El avión C919, conocido como el Jumbo chino, acelera el proceso para su definitiva puesta en circulación, según la Corporación de Aeronaves Comerciales (COMAC, por sus siglas inglesas).
La compañía estatal ha anunciado que las partes frontales y traseras del ensamblaje ya han sido entregadas por los fabricantes nacionales y que este año se terminará el proceso.
Los primeros vuelos de prueba también se realizarán este año, según la agencia de noticias Xinhua, y el avión empezará a funcionar comercialmente en tres años.
Pekín pretende que su C919, que será construido en dos versiones de 156 y 168 asientos, compita con el Boeing 737 y el Airbus 320/321.
El avión ya ha recibido 450 órdenes de compras de 18 clientes diferentes, principalmente compañías chinas pero también extranjeras como la irlandesa de bajo coste Ryanair.
El último encargo, en diciembre, consistió en 20 aviones para el gigante financiero Huaxia, que pretende alquilarlo a aerolíneas locales.
El avión cuenta con una autonomía de vuelo de más de 4.000 kilómetros y ha necesitado una inversión de 32.000 millones de dólares.
Constituye la joya de la corona china en la carrera por posicionarse en el sector de la aviación global.
El camino por ahora no ha sido fácil. Su anterior proyecto, el reactor bimotor ARJ-21, ha encadenado retrasos y sólo recibió el certificado el mes anterior, doce años después de su puesta en marcha.
China sufre escasez de experiencia, de ingenieros aeronáuticos y de tecnología, aseguran los analistas del sector.
A favor de la iniciativa apoyada por el Gobierno juega la gran demanda de aeronaves del gigante asiático y la asegurada cartera de compradores de compañías domésticas.
China necesitará en las próximas dos décadas al menos 5.300 aeronaves de pasajeros y de carga, lo que supone la quinta parte de la demanda global, según las cuentas de COMAC.
Pekín también espera que sus precios más asequibles que los de Airbus o Boeing facilite su venta en países emergentes.