"Entonces se podrá hablar de cuáles serán las consecuencias" de esta medida, explica este especialista en las dinámicas políticas en el espacio post-soviético y editor de EurasianetES.
La petición del presidente ucraniano Petró Poroshenko "se debe a las propias presiones de sus aliados occidentales, especialmente de los actores más importantes de la Unión Europea, Alemania y Francia, que ya estaban por imponer esa fuerza de interposición de paz antes de los acuerdos de Minsk".
Lo que ha ocurrido en Debáltsevo, ciudad estratégica que conecta Donetsk y Lugansk, "ha demostrado que el ejército ucraniano no está a día de hoy en condiciones de soportar más ofensivas de las milicias populares del Donbás", declara Ruiz a esta agencia.
Las fuerzas armadas ucranianas "no pueden repeler esas ofensivas" por lo que Poroshenko ha cedido a las presiones occidentales ante la posibilidad de que se podía encontrar "en una situación en que Rusia enviara sus propios pacificadores, como ya ha ocurrido en otros conflictos de este tipo en el espacio postsoviético como en Osetia del Sur".
Los observadores de la OSCE, estima Ruiz, no pueden ni tienen competencias para hacer esta función en un "contexto tan complicado"
Ígor Plotnitski, líder de la República Popular de Lugansk (RPL), ya ha advertido de que no está de acuerdo con esta fuerza de interposición.
Pero "Ucrania ya ha dicho que quiere que las tropas se desplieguen no solo en la zona desmilitarizada entre la frontera entre Nueva Rusia y Ucrania, sino también en la frontera entre los territorios controlados por los rebeldes y Rusia", explica el experto.
Y esa solución no la quieren "ni los rebeldes, ni Rusia", señala Ruiz que cree que esta nueva situación servirá para presionar en las negociaciones entre las dos partes.
Si finalmente se aprueba, lo más posible es que "hay una mezcla de actores" y, al igual que ya se pactó en Minsk, en estas fuerzas participen las tres partes implicadas "la UE, Rusia y Ucrania" porque así habrá "corresponsabilidad" entre todos.