Wang había acusado en agosto pasado a Chang Hsien-yao, el segundo cargo de su ministerio, de estar filtrando secretos de Estado a China en uno de los mayores escándalos del febril espionaje a ambos lados del estrecho de Formosa.
Chang sostuvo desde el principio que sólo había cumplido órdenes directas de la presidencia y calificó las acusaciones como "mafiosas".
También se presentó como una víctima comparable a las de los tiempos del "terror blanco", cuando a mediados del siglo pasado se multiplicaron las acusaciones sin base de espiar para la China del interior.
Chang dejó su cargo para enfrentarse al proceso judicial, que ha terminado hoy con la conclusión de que no hay pruebas suficientes para encriminarle.
La decisión ha sido una bofetada para el ministro, quien ha dimitido de inmediato.
"Si la Fiscalía no estima las evidencias, que el consejo les ha proporcionado como información privilegiada, ¿debemos entonces recogerla y enviársela en una maleta a Pekín? Esto es inaceptable", ha dicho Wang, quien ha justificado su renuncia por cuestiones de "responsabilidad".
Las relaciones entre China y Taiwán han mejorado desde que Ma Ying-jeou subió al poder con el Kuomintang, tradicionalmente menos hostil hacia Pekín.
Pero la creciente firma de tratados comerciales o las reuniones bilaterales no esconden la desconfianza que persiste a ambas orillas del estrecho de Formosa.
La actividad de ambos servicios de espionaje han llevado a algunos expertos a hablar de una "guerra sin disparos".
En septiembre fue condenado a 18 años de cárcel un agente doble taiwanés por vender información a China desde 2007 a 2010 en otro escándalo relacionado con el espionaje.
