En concreto, de los 30.000 jóvenes asesinados en el año 2012 en el país sudamericano, el 76,5% eran negros lo que ha sido calificado por el director de Amnistía Internacional en Brasil, Atila Roque, y otras organizaciones pro derechos humanos como "genocidio" y fruta del "racismo institucional".
"El racismo alimenta la construcción de creencias sociales y estereotipos que legitiman la existencia del sujeto prescindible", afirma Roque.
Según el director de la ONG, "la indiferencia de la sociedad con relación a esas muertes aumenta en relación a la víctima: es joven, negro y pobre", también señala la "naturalización" de este fenómeno por parte de una sociedad que asume "que la muerte es el destino de esos jóvenes".
Sin embargo, la cifra en las regiones más pobres del país, concentradas en la región del Nordeste, se disparan hasta el punto de que en el estado de Paraíba las posibilidades de ser asesinado de un joven negro son 13,4 veces mayores por 11,6 en el estado de Pernambuco y 8,7 en el de Alagoas.
Consecuentemente, el único Estado de todo Brasil en el que los jóvenes blancos tienen mayores posibilidades de ser asesinados que los jóvenes afrodescendientes fue el de Paraná, en el sur de Brasil, donde estos tienen 0,7 más posibilidades debido principalmente a que la mayoría de la población es de origen europeo.
Según la campaña de Amnistía Internacional "Joven negro y vivo", en la última década los datos ofrecidos por los estudios revelan que la tasa de homicidios de jóvenes negros en Brasil ha aumentado en torno al 33% al tiempo que la tasa de homicidios de jóvenes blancos ha disminuido en la misma proporción.