Según explica hoy el diario El País, El Gobierno español reivindica el papel jugado por España para el acercamiento entre los dos países americanos, especialmente desde 2012 cuando Madrid dio un giro en la política de endurecimiento hacia Cuba que impuso el Ejecutivo conservador de José María Aznar (1996-2004) a la Unión Europea.
Bruselas aprobó entonces la denominada Posición Común, que ligaba el diálogo con el régimen de Castro a su democratización.
Para justificar su realpolitik, el ministro español de Asuntos Exteriores, José Manuel García Margallo alega que "el peso internacional de España depende de su influencia en Iberoamérica y que ésta pasa por la normalización con La Habana", explica el diario.
Si no bastara esgrime "la presencia en Cuba de 120.000 españoles, que pueden llegar a 400.000 gracias a la Ley de la Memoria Histórica".
España "no estuvo en la cocina" de los acuerdos entre Washington y La Habana, pero "sí ayudó a preparar la mesa", según fuentes diplomáticas citadas por El País, "trasladando el mensaje de que La Habana debía desbloquear el proceso con la liberación del estadounidense Alan Gross".
Margallo visitó Cuba a finales de noviembre, en la primera visita oficial de un miembro del Gobierno español desde 2010.
"Castro no le recibió, quizá porque no le gustó su discurso sobre la transición española en La Habana o porque no considera que Madrid sea relevante", dice el diario.
Pero Margallo cree que España sí es fundamental para marcar las directrices de Bruselas hacia La Habana, que ahora deberá acomodarse al vuelco protagonizado por Washington.
"Cuando hablamos de Rusia, yo escucho a mis colegas de Polonia o las repúblicas bálticas, cuando se trata de América Latina, los demás me escuchan a mí", aseguró Margallo.
En declaraciones a los medios de comunicación, el responsable de la diplomacia española fue tajante y aseguró que el cambio de la Unión Europea respecto a Cuba impulsó en "buena parte la apertura que se ha materializado ahora por parte de Estados Unidos".
Y para que ello fuera posible, España jugó un "papel fundamental" para conciliar posturas con los países europeos más reacios, entre los que señaló a "Polonia, República Checa, Alemania, Suecia y Dinamarca".