Los Harara son nueve: la madre, el padre y siete hijos de edades comprendidas entre los 19 y los 4 años. Ayer salieron con lo puesto de casa de uno de los abuelos, donde se habían trasladado para estar, teóricamente, más seguros que en su hogar y que en el de la abuela materna, en el que se refugiaron primero. Las tres casas están en Shayahía, pero las de los abuelos estaban en zonas más seguras que la suya.
“Bombardearon la casa de nuestros vecinos, murieron todos. En la de nuestro abuelo éramos cien personas ayer, desplazados de otras zonas. Cuando destruyeron la casa de los vecinos, salimos todos corriendo y huimos”, ha explicado a RIA Nóvosti Shuhur Harara, de 19 años.
Ella y su familia se alojan desde este mediodía en el Hotel Al-Mashtal, en la ciudad de Gaza. Su padre, Essam Harara, trabaja como técnico en la empresa palestina de telefonía Paltel y sus directivos han decidido ayudar a los trabajadores que estén en peligro y necesiten irse de su casa. Les pagan el hotel en zonas menos peligrosas los días que haga falta.
La familia de Salim Abu Masalam no ha tenido tanta suerte. Huyó despavorida hace cinco días de Beit Lahia, en el norte de la franja, y desde entonces vive en una escuela de la Agencia de la ONU para los Refugiados Palestinos (UNRWA) en el centro de la ciudad de Gaza.
“Estábamos demasiado cerca de la frontera con Israel. Abandonamos nuestra casa después de que destruyeran la del vecino con artillería. Huimos a las 12 de la noche”, ha relatado Salim. Miles de personas han salido de Beit Lahia, una de las zonas más castigadas por las bombas.
En 67 escuelas de la UNRWA se amontonan ahora al menos 85.000 desplazados y se espera que si los bombardeos del Ejército israelí continúan al mismo ritmo que ahora, se supere la cifra de 100.000, según ha declarado el portavoz de la UNRWA, Christopher Gunnes.