El número de muertos aumenta en Gaza a medida que avanza la operación Margen Protector, que el Ejército israelí lanzó el 7 de julio. Las víctimas mortales palestinas son ya 214, la mayoría civiles a los que se han sumado esta tarde cuatro niños que jugaban al fútbol en la playa. Las bombas, que han alcanzado 1.825 objetivos en nueve días, también han causado 1.100 heridos.
En Israel, los 1.215 cohetes lanzados por Hamás, la Yihad Islámica y otros grupos palestinos han matado a un israelí y han provocado que miles de personas tengan que cobijarse en los refugios cuando suenan las sirenas. Desde ayer por la noche, se han lanzado sobre territorio israelí 39 proyectiles y fuego de mortero.
Algunos de estos cohetes han caído esta mañana en las inmediaciones del cruce de Erez, en la frontera entre Israel y Gaza. Tras los proyectiles, la artillería israelí ha disparado. Durante casi dos horas ha sido imposible entrar o salir de Gaza, recorrer el largo túnel abierto por los laterales que comunica la franja con el paso fronterizo, donde se eleva un gran muro que rodea toda Gaza.
Durante toda la mañana, Israel ha bombardeado diversos puntos en Gaza, donde el nivel de destrucción ya es elevado. Las bombas han destruido edificios oficiales como ministerios o centrales de policía, pero también muchas casas. Algunas pertenecen a miembros de grupos palestinos, pero en otras se preguntan aún por qué les han atacado.
“No entiendo qué hemos hecho. Tengo 79 años, me dedico a la literatura y mi sobrino tiene aquí una farmacia”, explica Omar Jalil Omar, poeta, escritor y profesor de árabe.
La casa de Omar y su esposa en Beit Lahiya, en el norte de Gaza, fue bombardeada ayer por la tarde, justo después de que se pusiera el sol y la familia se preparara para romper el ayuno del mes de Ramadán con una humilde cena que aún está en la cocina.
La familia de Omar no resultó herida. Su hija de 22 años recibió una llamada del Ejército israelí advirtiéndole en árabe de que tenían cinco minutos para salir de la casa si no querían morir entre los escombros. Salieron todos corriendo y cayeron las bombas.
Cuatro niños que jugaban esta tarde en la playa no han tenido tanta suerte. Nadie los avisó. Ismail, Ahed, Zakariya y Mohamad Bakir tenían 9, 10 y 11 años. Ayer jugaban al fútbol en la playa, en el puerto de la ciudad de Gaza, cuando los sorprendió un misil israelí que les arrebató la vida. “Tras el primer disparo, los niños han empezado a correr, el segundo los ha alcanzado y el tercero ha impactado en un edificio del puerto. Varios niños heridos han corrido hasta nuestro hotel”, explica un periodista alojado en el hotel Al Deira, muy próximo al lugar del bombardeo.
“Siempre jugaban al fútbol allí”, dice Abdalá, de 8 años y primo de las víctimas. Eran del barrio de Al Moan, en la zona del campo de refugiados de la playa, un humilde vecindario de calles sin asfaltar. Sus pequeños cadáveres, envueltos en banderas amarillas de Al Fatah, el movimiento del presidente palestino, Mahmud Abás, han recorrido las calles de Al Moan mientras desde la mezquita el imán llamaba a “confiar en Alá y hacer lo necesario para liberar nuestra tierra”.
Los muertos aumentan y la tregua parece lejana. Hoy, el movimiento islamista Hamás, que controla Gaza, ha comunicado oficialmente a Egipto, que actúa como mediador entre Israel y Hamás, que rechaza la tregua que propusieron los egipcios, según el portavoz de Hamás Sami Abu Zuhri. Por su parte, el Ejército israelí ha llamado a 8.000 reservistas más.