Muere Ana María Matute, la niña de 88 años

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Réquiem por Ana María Matute, nombre imprescindible de la literatura hispanoamericana contemporánea.

Réquiem por Ana María Matute, nombre imprescindible de la literatura hispanoamericana contemporánea.

Ana María Matute, niña traviesa primero y escritora después, figura en las enciclopedias como miembro de la Real Academia Española, donde ocupaba el asiento K, y como la tercera mujer que recibió el Premio Cervantes. Pero la lista de ingredientes de su literatura la resumió ella cuando en una entrevista reconoció que de pequeña le gustaba que la castigaran en el cuarto oscuro: "A mí me encantaba, me lo pasaba bomba". Esa etapa fue el centro de su existencia: "La infancia es más larga que la vida", solía decir. Considerada una de las mejores novelistas de la posguerra española, Matute ha muerto este 25 de junio.

De la autora de “Olvidado Rey Gudú”, nacida en Barcelona en 1926, la crítica destacó también su trilogía “Primera memoria”, “Los soldados lloran de noche” y “La trampa”, obras dispares pero unidas por el fantasma de la Guerra Civil Española. Sus libros tienen un toque modernista o incluso surrealista. Miraba hacia adentro y hacia afuera, buscando excitar la imaginación del lector. "Había un ilustrador ruso que nunca pintaba al protagonista, lo ponía de espaldas para que el lector lo imaginara", decía la autora, preocupada por la educación de los niños. "Si además de ver las películas de dibujos leyeran… Pero no, están amorrados a la televisión todo el día", se lamentaba hace unos años: "yo recuerdo que cogía libros de la biblioteca de mi padre y no entendía nada, pero lo inventaba a mi modo".

Los cimientos de su carrera los puso a los cuatro años, cuando cayó gravemente enferma. La llevaron a vivir con sus abuelos en Mansilla de la Sierra, un pueblo pequeño en las montañas de La Rioja, al norte de España. Fue su desembarco en la magia, las historias de su “tata” y los personajes entrañables, algunos de los cuales aparecen en sus historias. Pero la Guerra Civil lo truncó todo cuando sólo tenía diez años. Así se estrenó en el sufrimiento: primero al lado de la guerra, después al lado de un marido con quien no fue feliz y del que se divorció en 1963, perdiendo la tutela de su hijo. Y por último con la pérdida de su gran amor, el empresario francés Julio Brocard, en 1990. La depresión la rondaba entonces y la alcanzó de lleno. Estuvo años escondida del mundo. Pero de todo sacó una enseñanza positiva: "La universidad que más enseña es la universidad de la vida", me dijo el día que nos presentaron.

Rusia también aparece en “Paraíso inhabitado”, donde hace una radiografía de los últimos años de la República española a través de los ojos de una niña muy sensible y el hijo de una bailarina rusa cuyo peculiar modo de vida desagrada a los retrógrados locales. Su vida estuvo tocada por la utopía de la URSS: "Yo he sido comunista… hasta que fui a la Unión Soviética, seis meses en Rusia me bastaron para ver lo que era aquello", decía en una entrevista con el diario español La Vanguardia el año pasado. Le sacaban de quicio los recortes y los desahucios, "no entiendo cómo son capaces de dejar a gente en la calle".

En noviembre de 2010 se le concedió el Premio Cervantes, el más prestigioso de la literatura en lengua castellana, que se entrega en Alcalá de Henares cada mes de abril. Poco antes de recoger el galardón le dijo al periodista Pedro P. Hinojos: "Todo el mundo busca un Grial, algo que nos haga mejores".

Aquel reconocimiento fue tan importante para ella antes de lograrlo como después. Hace unos meses anunció una buena noticia: tenía una nueva novela terminada. Su legión de seguidores espera conocer esta última creación de esta niña octogenaria.

Aunque su vida gira en torno a la infancia, el público la recordará como una abuela entrañable que no renegó de su edad: "Eres más objetivo, la vejez te sirve para escabullirte de ciertas cosas. Y conoces más tus límites". Los dolores del tiempo acumulado en los huesos y el amor de la gente los encajó siempre con humor a partes iguales. Cuando la entrevisté antes de recibir uno de sus numerosos premios me confesó: "Yo creo que no me lo merezco, claro que las tres operaciones de cadera de este año tampoco me las merecía".

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