Este año Rusia incrementó la financiación del programa estatal que busca atraer al país a inmigrantes de las antiguas repúblicas soviéticas. Una mayor llegada de inmigrantes puede contribuir al aumento de tensiones étnicas, temen los expertos consultados por Nezavisimaya Gazeta.
En cinco años, más de 162.000 personas se beneficiaron del programa del reasentamiento de “excompatriotas”. En 2014 se prevé la llegada de otros 50.000, principalmente de países de Asia Central: Uzbekistán, Kirgizistán, Tayikistán, Kazajstán.
La mayoría de los que se mudan lo hacen por motivos de trabajo, pero en Rusia su futuro laboral también es incierto.
Según la activista de derechos humanos Svetlana Gánnushkina, una vez en Rusia, muchos inmigrantes se llevan una decepción.
“Por ejemplo, una mujer rusa llegó gracias al programa a la provincia de Omsk para trabajar en un comedor que en realidad había cerrado ya hace tiempo”, explicó. Cuando la mujer intentó trasladarse a otra provincia, le dijeron que solo podía optar por un empleo solo en Omsk.
Por otra parte, la llegada de los inmigrantes, muchos de los cuales no son rusos, puede provocar conflictos étnicos.
“La sociedad no asimila con facilidad a gente de otras culturas”, constató el director del Centro de Tecnologías Políticas, Alexéi Makarkin.
Agregó que los rusos preferirían que, “si es posible, no hubiera ningún inmigrante” pero la economía necesita de la mano de obra extranjera, por lo que “la tensión puede ir en aumento”.