No hay mejor progreso de la civilización que el progreso del poder de cooperación (John Stuart Mill, 1806-1873)
El mundo entero está actualmente en proceso de evolución. Europa, incapaz de encontrar salida de la severa crisis económica, se enrumba, según el presidente del Consejo Europeo, Herman Van Rompuy, a la creación de un espacio económico común, libre de la estructura Nación-Estado y para eso quiere erradicar identidades nacionales y tradiciones acumuladas desde tiempos ancestrales.
Por su lado, el mentor y patrón de la Unión Europea, Estados Unidos – la única superpotencia en el mundo- se está esforzando, para preservar, de acuerdo a Barack Obama, su “liderazgo global y mantener la superioridad militar”. A la vez, dice Obama, “reforzar todos los aspectos del poder norteamericano en el mundo que está en proceso de cambio y requiere el liderazgo estadounidense”. Tanto la Unión Europea (UE) como la Norteamérica están luchando por mantener el mundo unipolar.
Simultáneamente con esta tendencia de unificación del poder globalizado, está en marcha en Euroasia, especialmente en Rusia, un proceso opuesto dirigido hacia la creación del mundo multipolar. Lo interesante es que esta orientación la está tomando también América Latina ubicada en el otro extremo del globo terráqueo. Desde el año 2005, Latinoamérica entró en el ciclo, llamado por el presidente de Ecuador, Rafael Correa “cambio de época”, lo que se expresa en el desmantelamiento de las estructuras del “patio trasero” y el inicio del proceso de integración en el continente. A diferencia de UE, ellos quieren conservar y reforzar las estructuras del Estado-Nación y las tradiciones oriundas de cada pueblo. En términos de Hugo Chávez, el futuro de Latinoamérica estará asegurado en un mundo pluripolar.
Rusia también en los últimos tres años inició su propio proceso del “cambio de época”. Esto se refleja en su política, tanto nacional como internacional, que cada vez es más acertada y definida con mayor claridad dejando atrás las ambigüedades de la perestroika y el entreguismo aberrante de la década Yeltsin. Quizás esta coincidencia explica el crecimiento de las relaciones, cada año más dinámicos, entre Rusia y América Latina. Esta relación ya no tiene una connotación ideológica sino es más pragmática, orientada a los intereses económicos y financieros. Sin embargo, siempre queda un “sabor nostálgico”, según el analista del Elcano Royal Institute, Carlos Malamud.
No hay que olvidar que con el inicio de “perestroika”, la Unión Soviética y después de su desintegración Rusia, habían abandonado todo lo que logró la Unión Soviética en 75 años de su existencia en Latinoamérica, tanto en el aspecto económico como político y en especial, cultural. Prácticamente cedieron voluntariamente sus posiciones en el continente a los Estados Unidos a cambio de nada. Se entusiasmaron con las recetas del Consenso de Washington que fueron presentadas hábilmente por del economista de la Universidad de Harvard, Jeffrey Sachs como un camino seguro hacia el bienestar y el desarrollo. En la práctica este modelo, a sabiendas de sus mentores, llevó a los rusos hacia el “desarrollo del subdesarrollo”.
Lo mismo pasó en América Latina en los años 1980-1990 cuando todo el continente se sumergió en una crisis económica y financiera cuyas consecuencias reforzaron la hegemonía de los Estados Unidos. Esta fórmula arrojó a Latinoamérica a un ciclo de dependencia y pérdida de la soberanía, a excepción de Cuba que siguió su propio camino ignorando el beso de despedida que le dio Mijaíl Gorbachov a Fidel Castro. Pero como todo fluye en este mundo y nada se queda igual, llegó el momento para el despertar popular en América Latina que la impulsó a la búsqueda de su propia identidad y a la integración regional. Nuevas realidades exigieron a los gobernantes a buscar nuevos aliados y mercados para romper el cerco de la dependencia edificado por Norteamérica. Por eso, no es de extrañar que Latinoamérica empezó a percibir que Rusia, junto con China son los países con los cuales podría compartir beneficios.
Rusia también percibió a tiempo que Latinoamérica se estaba convirtiendo en una importante región con un pujante desarrollo económico que podría convertirse en el futuro en un importante socio económico y político. Tanto los pueblos latinoamericanos como los rusos están apoyando la agenda multipolar, en términos rusos o pluripolar, de acuerdo a los habitantes del continente. También la mayoría de los gobiernos latinoamericanos, igual que los gobernantes rusos rechazan enérgicamente la imposición y el uso de la fuerza para la solución de los conflictos internacionales. Esta tendencia de coincidir se ha visto claramente en el caso del bloqueo comercial a Cuba, el asunto de las Malvinas y en la prevención de la ocupación de Siria por las tropas de la OTAN.
En una reciente entrevista publicada por la revista rusa “Geopolítica”, el analista argentino Carlos Pereyra Mele señaló que “Actualmente Rusia se percibe en Latinoamérica como un gran país con el que es importante tener una relación y que había regresado a la escena mundial como un gran contraste frente a los intentos de EE.UU. de imponer un orden unipolar tras el colapso soviético. Acuerdos suscritos por algunos países de América Latina con Rusia para profundizar las relaciones comerciales y técnico-militares son los vientos nuevos que pasan a través de América”. Hoy día, el volumen total del comercio bilateral es modesto sumando un total de 16.200 millones de dólares pero existen todas las condiciones para que se amplíen los contactos entre las universidades, empresas, centros científicos y turísticos.
Según el ministro de Relaciones Exteriores de Rusia, Sergei Lavrov, Brasil en la actualidad es el principal socio comercial de Rusia en América Latina y ambos países planifican elevar el volumen de negocios hasta 10 mil millones de dólares al año. La reciente visita del ministro de Defensa ruso Serguéi Shoigú al Brasil ha roto cierta barrera ideológica de los militares brasileños y abrió las posibilidades para la venta del armamento ruso, como el sistema de defensa antiaérea Pantsir-S1 con un alcance de 20 kilómetros de distancia y 15 kilómetros de altura. A la vez, Ecuador ha sido uno de los primeros países latinoamericanos que se ha convertido en uno de los principales socios comerciales de Rusia y en términos de Vladimir Putin, “un valioso socio estratégico de Rusia en América Latina”. El comercio bilateral creció a 1.500 millones de dólares al año.
El cambio de época en América Latina se refleja no sólo en relaciones comerciales con los países como Rusia sino en la búsqueda de las estructuras alternativas a las impuestas por los Estados Unidos. Los gobernantes latinoamericanos se han dado cuenta por fin que el desarrollo es imposible sin una sólida base tecnológica y científica regional. Por eso recalcó el presidente de Ecuador, Rafael Correa que siendo Rusia una potencia en ciencia y tecnología, Ecuador necesita su soporte para emprender la ruta por este escabroso camino, en el que deben cooperar las ciudades científicas de Skólkovo en Rusia y Yachay en Ecuador. Lo mismo señaló la presidenta de Argentina Cristina Fernández al anunciar la puesta en marcha del “Plan Argentina Innovadora 2020” sobre la base del conocimiento científico- tecnológico y la innovación.
Entonces, hay un interés mutuo tanto en Latinoamérica como Rusia no sólo en áreas como defensa, cooperación técnico-militar, energía sino en exploración del espacio, desarrollo de la energía nuclear y sobre todo en el intercambio científico para crear estructuras alternativas como la única posibilidad de salir de la dependencia de los Estados Unidos. Uno de los ejemplos de este proceso se realizará en Brasil y Argentina cuando ambos países se desconecten en junio de este año del Internet norteamericano, tal como lo planifican.
Y hay mucho que hacer más en este camino y en especial terminar con el oligopolio de los medios de comunicación en América Latina y con el pro norte americanismo de la mayoría de los medios de comunicación rusos que frenan el desarrollo socio económico, tanto en Rusia como en América Latina, porque distorsionan permanentemente la realidad.
El ejemplo más concreto son los titulares de la prensa rusa que día a día insinúan e informan sobre el peligro de los actos terroristas durante la próxima Olimpiada en Sochi, siguiendo irresponsablemente a sus colegas globalizados europeos y norteamericanos. Esos medios, se olvidan que la noticia debe ser balanceada y no informan con igual insistencia sobre las grandes medidas de seguridad, ni las capturas de terroristas, tal como hacen los medios en otros países cuando sufren atentados terroristas, recordemos por ejemplo el caso de la maratón en Boston. Informar parcialmente sólo contribuye a crear más pánico y hacer el juego a los enemigos internos y externos del país. Parece que muchos periodistas se olvidaron por completo o simplemente ignoran lo que se llama la ética profesional.
Sin embargo, todos estos detalles son pequeñas piedras en el desarrollo tanto de América Latina como de Rusia. Decía el filósofo inglés John Mill Stuart en su tratado “Sobre la Libertad” que “La naturaleza humana no es una máquina que se construye según el modelo y dispuesta a hacer exactamente el trabajo que sea prescrito, sino un árbol que necesita crecer y desarrollarse por todos lados, según las tendencias de sus fuerzas interiores que hacen de él una cosa viva”.
Latinoamérica y Rusia están actualmente en este proceso cuyo resultado dependerá de sus pueblos que son “sus fuerzas interiores” que determinarán el futuro de Rusia y América Latina.
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE RIA NOVOSTI
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