La caída del bólido de Cheliábinsk, el pasado 15 de febrero, dio origen a la formación de una inmensa nube de polvo en la estratosfera media, sobre el hemisferio norte, de acuerdo con un artículo que será publicado próximamente en la revista Geophysical Research Letters.
La nueva capa de polvo, que se encontraba por encima de la capa de aerosoles Junge, persistió durante al menos tres meses, según las observaciones realizadas por el equipo OMPS/LP a bordo del satélite meteorológico Suomi NPP.
El astrofísico Nick Gorkavyi de la NASA, y sus colegas de la Universidad Estatal Morgan, EEUU, y la Universidad de Cheliábinsk, Rusia, atribuyen este penacho de aerosoles al meteorito que cayó a mediados de febrero pasado cerca de Cheliábinsk, al sur de los Urales.
Las simulaciones que los investigadores hicieron con modelos atmosféricos confirman que la nube de polvo se fue propagando a una velocidad de hasta 85 m/s sobre las latitudes de 50 a 70 grados norte, a una altura de entre 25 y 45 km.
Según las estimaciones, el bólido caído cerca de Chelábinsk medía unos 18 metros y pesaba alrededor de 11.000 toneladas. Explotó a una altura de 23,3 km liberando una energía 30 veces superior a la de la bomba de Hiroshima.