Las violentas protestas contra el Gobierno turco se expandieron por toda Turquía desde el pasado viernes 31 de mayo. ¿Qué empujó a los turcos a salir a las calles de las principales ciudades del país casi espontáneamente?
La 'chispa' de la revuelta
Todo empezó, como suele pasar, por una 'pequeñez'. Un plan urbanístico en Estambul prevé la destrucción del céntrico parque Gezi, un espacio muy pequeño (300 por 150 metros) adyacente a la céntrica plaza de Taksim, del que se talaron varios árboles la semana pasada. En principio, se anunció que el parque desaparecería para dejar hueco a un centro comercial.
Los activistas, que intentaron impedir que las excavadoras arrasaran uno de los pocos espacios verdes del centro de Estambul, fueron desalojados por la policía mediante el uso de gases lacrimógenos.
Centenares de personas acudieron al parque y acamparon allí durante los días 29 y 30 de mayo, mientras los enfrentamientos con la policía se sucedieron durante todo ese tiempo saldándose con decenas de heridos, lo cual produjo una explosión de indignación en las redes sociales.
Lo que comenzó como una protesta pacífica contra este hecho, ha desembocado en unas encendidas protestas en diversas ciudades del país, donde miles de personas salieron a la calle para expresar su solidaridad con los defensores del parque. Aunque las exigencias de los manifestantes van más allá de la causa medioambiental: ahora piden la dimisión del Gobierno.
Lo ocurrido en Turquía recuerda una típica escena familiar, cuando el descontento mutuo acumulado durante años explota en cuestión de segundos por una tontería como unos platos sucios amontonados en la pila.
¿Qué piden los manifestantes?
La motivación de los manifestantes va desde una muestra de solidaridad contra los abusos policiales en Estambul hasta las protestas contra la "islamización" del país. De hecho, los turcos exigen el cumplimiento por parte del Gobierno de los principales preceptos de la doctrina de Mustafá Kemal Atatürk, quien creía que el secularismo y la "europeización" de Turquía eran los medios más aptos para transformar su país en una nación industrial moderna. Su legado más duradero fue la campaña de laicismo y modernización.
Lo que está ocurriendo en el país es para los turcos su forma de expresión política. En este país de mayoría musulmana que ha presumido durante mucho tiempo de su laicismo, no han sentado nada bien las recientes restricciones a la venta de alcohol y las advertencias contra las muestras de afecto en público. Muchos creen que son iniciativas de los islamistas, que van promoviendo paso a paso restricciones al régimen secular de Turquía.
Es por eso que de repente afloraron las pretensiones acumuladas durante años que los turcos presentan ahora al primer ministro Erdogan y su partido islamista apoyados por la parte más conservadora de la población.
¿Dónde irá a parar esta situación?
Es prematuro hablar de ello pero la ola de protestas podría ocasionar una crisis política debido a dos factores de tensión en la política interna del país.
En primer lugar está la reacción de la parte de la población turca que defiende el principio de laicidad del estado ante una eventual islamización de Turquía. En este sentido, las protestas en las ciudades turcas pueden verse como el proceso opuesto a la 'primavera árabe' que bajo el lema de la democratización permitió la llegada al poder de partidos islamistas.
El segundo factor es la confrontación interna entre los militares y los islamistas que sigue vigente en Turquía. En los últimos años Erdogan, que había conseguido consolidar las simpatías que suscita en el electorado conservador, ha asestado varios golpes a la cúpula militar turca, aunque el Ejército sigue controlando importantes parcelas de poder.
Ambos factores se complementan y, en ciertas circunstancias favorables a los oponentes del gobierno actual, pueden ocasionar una crisis política. Pero las posiciones de los islamistas en Turquía son lo suficientemente fuertes para superarla.
No obstante, el Gobierno difícilmente podrá hacer caso omiso de las protestas y tendrá que mostrar más flexibilidad.
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE RIA NOVOSTI