José Cura: “Toda mi vida he sido una persona muy inquieta”

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El tenor, director y compositor José Cura de nuevo sorprendió Moscú con las numerosas facetas de su personalidad artística. Participó como cantante en la edición moscovita del Baile de Viena y dirigió la Orquesta Sinfónica de la ciudad de Moscú "La Filarmónica Rusa" iniciando la capital de Rusia a las obras de compositores argentinos. De su vida y su arte, de la ópera y la modernidad se trató en la entrevista que concedió a RIA Novosti.

El tenor, director y compositor José Cura de nuevo sorprendió Moscú con las numerosas facetas de su personalidad artística. Participó como cantante en la edición moscovita del Baile de Viena y dirigió la Orquesta Sinfónica de la ciudad de Moscú "La Filarmónica Rusa" iniciando la capital de Rusia a las obras de compositores argentinos. De su vida y su arte, de la ópera y la modernidad se trató en la entrevista que concedió a RIA Novosti.

- ¿Qué impresiones tienes de Rusia? ¿No es la primera vez que vienes, no?

- No es la primera vez, pero no puedo dar impresiones de “Rusia”, de un país tan gigante y tan variado, tan distinto de oeste a este y de norte a sur. Hay mil países dentro de Rusia. Puedo dar impresiones de Moscú. Pero una capital, generalmente, no representa el pueblo. Si vas a Madrid y te guías por el madrileño y dices: “El español es así”, resultará que no. Si vas a Buenos Aires y te guías por el porteño y dices: “El argentino es así”, también. El argentino es muy dulce, pero el de la capital… De París, ni hablemos. O sea, tampoco puedo decir impresiones de Rusia por haber estado en Moscú, es un poco difícil. Puedo decir lo que siento en Moscu. Siento un pueblo muy… no agresivo sino muy sólido, muy duro como un pueblo que ha sufrido mucho y ahora, de repente, toda esta nueva realidad hace que tenga una actitud específica frente a la vida. Al principio, te resulta un poco chocante porque dices: “¿por qué me atropellas con la actitud, con las palabras?” Luego ves que depende de las edades, los jóvenes ya no son así porque los jóvenes ya han nacido en otra realidad. Los mayores son más duros porque tienen como una costra de tantos años pasados bajo el comunismo. En todo caso, hay una mezcla muy grande de actitudes en la personalidad del moscovita que es interesante ver. Aparte esto yo me encuentro muy bien aquí porque la gente es muy pasional y eso me encanta. Para mí, que soy una persona muy fogosa, muy latina, el ruso es casi como el latino del norte. Y eso a mí me gusta mucho.

- El público ruso ¿cómo es?

- El público ruso tiene una característica que es que cuando aplaude no es un aplauso, es como un cachetazo, como una onda. Cuando al público ruso le gusta lo que ha visto, el aplauso es masivo y eso es impresionante. Creo que es parte del temperamento del pueblo: cuando no le gustas mejor vete; si te quieren, si gustas, si te identificas con ellos, el calor es enorme.

- Has grabado un disco de Rajmaninov como director de orquesta pero nunca has cantado nada de ópera rusa. ¿Por qué?

- No me animo por el idioma como no me animo a cantar en alemán. Hay dos formas de cantar. Puedes cantar por fonética o dominando normalmente el idioma y entendiendo no solamente el significado de la palabra sino su perfume que no tiene nada que ver con el significado, va más allá. Creo que si no dominas el idioma, el perfume de la palabra nunca lo vas a entender. Lo que transmites es muy limitado, transmites música y una traducción de diccionario pero no el real profundo sentimiento del texto. Por esto hay que dominar el idioma. Y el ruso, no lo domino para nada.

- En una entrevista dijiste que desacralizas a tus personajes, buscas sus motivos. Esto me recuerda muchísimo el sistema de Stanislavski. En tu opinión, ¿hasta qué punto un cantante es actor?

- Muchísimo. Todo es un problema de tradiciones, definiciones y esnobismo. El actor tiene la palabra y nada más que la palabra. Y la música de la palabra depende de lo que él mismo haga con ella. El cantante tiene la palabra y la música. Con lo cual tiene una cosa más. ¿Por qué esconderse detrás de la facilidad de la música? La música te ayuda a resolver muchos problemas. No tienes que decidir sobre una expresión, un tiempo, sobre muchas cosas porque tienes la música que lo hace por ti. ¿Por qué relajarse con eso y no ir más allá? Yo creo que es un pecado y creo que el cantante de ópera es una palabra muy peligrosa. Un cantante de ópera no es un cantante que se para y canta en un concierto. Un cantante de ópera es un actor que canta. Idealmente debería ser tan buen actor como un actor, más el canto, lo cual haría que el cantante de ópera fuera del punto de vista interpretativo una especie de milagro. Si logras la intensidad del actor de prosa y a eso le agregas la música que el actor de prosa no puede tener el resultado es una bomba. ¿Por qué negárselo? ¿Por qué esconderse atrás de eso? Otra cosa es decir: no puedo actuar, no sé actuar, no me interesa actuar, no estoy dotado para actuar, entonces me limito a hacer la música. Vale. Entonces, no eres un cantante de ópera, eres un cantante. Lamentablemente, la definición “cantante de ópera” ha sido siempre mal utilizada. El cantante de ópera es un actor que canta. Me gusta el cantante que puede cantar ópera pero si no actúa no debería ser llamado cantante de ópera. Lo que pasa es que tener una cierta voz también es una cosa muy determinada y casi un milagro. Un actor puede tener una mala voz y ser un gran actor. Es más, muchos actores son grandes actores justamente porque tienen una voz especial, no bella, pero muy expresiva. El cantante debe tener una voz por definición porque si no no puede ni siquiera empezar. Pero si tienes esa voz luego ¿por qué quedarte escondido solo en la voz? Yo creo que es muy limitante. También es un punto de vista, yo no soy el papa, no tengo el don de la infalibilidad.

- Pero tú eres cantante, actor, director de orquesta y de escena. Todo a la vez.

- A la vez, no. No se puede. Es mi forma de ver el arte. Hay que separarlo. Yo ya estoy viejo. En una época decía: “lo que yo hago, es lo bueno”. No. Yo hago lo que puedo hacer. La edad te da un punto de vista, una distancia. Mi idea del arte es el arte holístico, completo, el arte como una integración de disciplinas. Creo que cuantas más disciplinas se integran, más el arte se enriquece. Ahora bien, hay que tener la energía, la curiosidad, el interés y el talento para poder hacer todas esas disciplinas porque es difícil. Y yo creo que el mejor juez es tu trabajo. Todos podemos decir que somos algo. No es cuestión de decir lo que uno es sino de hacerlo. Si cuando diriges, diriges bien y cuando cantas, cantas bien, quiere decir que puedes hacer las dos cosas bien. A lo mejor, no eres el mejor, no tienes por qué ser el mejor, cada uno es lo mejor que puede ser uno.

- ¿Cuando actúas como cantante ¿no te cuesta trabajo someterte a la voluntad de un director?

- No, depende. Es como bailar, como tener una pareja de baile. Si el que baila contigo baila mal, dices: “No me pises los pies porque me duele”. Pero si el que baila contigo, baila bien, tú te dejas llevar y disfrutas de que el otro te lleve porque te da su punto de vista que a lo mejor es distinto y aprendes algo nuevo. O sea, lo importante no es ser dirigido por el otro, sino que el otro sepa bailar.

- ¿Y qué ventajas te da hacer tantas disciplinas a la vez?

- A mí personalmente me da una primera ventaja muy importante: evitar la rutina. Toda mi vida he sido una persona muy inquieta, llevo sobre el escenario ya 35 años. Imagínate 35 años solo cantando. Hay gente que lo puede hacer, yo los admiro, realmente, no es una crítica. Yo no podría. Creo que la rutina me hubiera destruido, hubiera destruido mi forma de interpretar, mi arte, me hubiera transformado en una persona aburrida. No porque tenga que serlo sino porque en mí hubiera producido cierto efecto. Entonces, hacer dos o tres disciplinas distintas me mantiene siempre fresco. Cada vez que subo al escenario para cantar para mí es fresco porque, a lo mejor, hace un mes que no canto porque estuve dirigiendo. También hay toda una ventaja intelectual además de la anímica o personal. Hacer una regia, por ejemplo, dirigir un espectáculo como productor conociendo además el lado del cantante y del director de orquesta, sabiendo qué cosa necesita cada uno, hace que el trabajo se vuelva mucho más completo e interesante. Cuando dirijo espectáculos, generalmente, tanto los cantantes como los directores de orquesta están muy contentos y muy relajados porque saben que yo sé lo que necesita cada uno porque lo he pasado. No es porque tenga la bola de cristal, es que lo he vivido. He vivido por treinta años lo que necesita un cantante. He vivido por muchos años lo que necesita un director de orquesta. Entonces, puedo anticipar la necesidad. Por otro lado, también saber qué es lo que se puede y no se puede. Entonces, trabajar conmigo tiene una dificultad. No me puedes decir: “Eso no se puede hacer” porque yo te digo “No, sí se puede hacer”, porque lo he visto o porque lo he hecho. Prefiero que me digas: “No lo puedo hacer” y buscamos una solución juntos. Pero eso del ataque de histeria o de divismo, del decir: “¡Esto no se puede hacer!”, no. Un momento. Se puede. Tú no puedes. Pero se puede.

- ¿Por qué te guías al elegir tus obras? ¿Te importa más la dimensión humana o la música?

- Para mí la primera cosa es ser honestamente consciente de que con esa obra elegida voy a poder deshilar. Para mí es lo primordial. Si la obra me supera porque es más de que yo tengo como bagaje técnico para poder llevarla a cabo, no la hago, porque no quiero ser ridículo. O peor. Si técnicamente la puedo llevar a cabo pero siento que no me identifico con ella o que no voy a decir nada, solo voy a estar arriba del escenario como un papagayo. Trato de no hacerlo, trato de evitar a menos que sea un gran compromiso o una promesa que hice a un teatro pero si no, trato de evitarlo porque artísticamente no es honesto. Yo creo que la característica número uno de cualquier artista tiene que ser la honestidad intelectual. Si pierdes la honestidad intelectual arriba del escenario, eres falso. Y eso se ve. Y yo, como público, cuando veo que el artista que está arriba del escenario no se identifica, no es intelectualmente honesto con lo que está haciendo lo noto muchísimo. Por el contrario, cuando se produce esa unión, el concierto, la ópera, el ballet o lo que fuera es una especie de milagro. Que es lo que hace que hoy, después de siglos, sigamos haciendo esta música porque cuando se da la fórmula justa, la noche es mágica.

- ¿La ópera tiene que cambiar siguiendo los gustos de la época o no?

- Eso es muy complicado, es como el Vaticano. ¿Tiene que cambiar la religión para seguir los gustos de la época? Yo creo que cambiar la base de la religión es imposible porque sería renegar  lo que se creyó durante dos mil años. Si eres cristiano, budista musulmán o tantos otros, da igual, cambiar esa base significa reconocer que eso estuvo equivocado. Y sería un poquito complicado. Pero sí lo que se puede hacer es leer la actitud a través de una mentalidad moderna, tratar de entender por dónde van las cosas. Con la ópera pasa lo mismo. El gran problema de la ópera es cuando se canta y basta. Si se canta y basta no hay quién salve la ópera porque vivimos en una época donde todas las grandes óperas están grabadas, hay cuatro, cinco, diez, veinte versiones buenísimas de cada título. ¿Qué impulsa a una persona a venir al teatro, a pagar una entrada, a vestirse, etcétera para ir a escuchar una música que puede escuchar en su casa y ya no en CV, sino en un DVD viéndolo perfectamente en un cuatro mil pulgadas como si estuvieran en teatro. ¿Qué es la diferencia? La diferencia es el factor humano. El factor humano es: “yo, hombre, me siento aquí a verte a ti, hombre (diciendo hombre hablo del género humano) ofrecerme algo: sufrir, sudar, reír, llorar. Entonces me identifico contigo como ser humano sin máquina en el medio, sin ordenador, sin televisor, sin micrófono, sin nada. Eres tú conmigo. Como un acto de amor, sexual incluso, físico. Mientras eso siga existiendo, al arte clásico no hay quién lo mate porque es el factor humano. Lo mismo que sucede al nivel sexual, la gente hoy ya no flirtea, no hay: “Me voy a encontrar con determinada chica, le voy a llevar un ramo de flores, voy a seducirla y le voy a contar una historia”. No, ahora es por internet, por chat. Y se ha perdido toda esa magia. Pero no logramos matarla. Porque si logramos matarla se extingue el género humano. Cuando dejemos de hacer el amor, no nace más gente. Con lo cual ese equilibrio todavía existe. Si tu relación con el arte clásico es ver un DVD, vas mal porque el secreto del arte clásico es ir a ver otro ser humano que está haciendo algo para ti en directa. Mientras eso exista, la ópera o, en general, el arte clásico no va a morir. Cuando matemos eso, se termino todo.

- ¿Y qué piensas de los concursos de canto en la tele? ¿Podrían iniciar a una persona a la música clásica, ayudarla a convertirse en cantante? ¿O no?

- Todo es válido y nada es válido. Esto es válido porque suelen aparecer sorpresas. Pero el espíritu que hay detrás de esto, realmente no es buscar a la sorpresa sino encontrar a alguien a quien poder ordeñar durante cinco años para sacarle todo el dinero que se pueda y luego tirarlo y encontrar a otro. Ese es el verdadero espíritu. Y el que diga lo contrario que lo demuestre. Dicho esto, más valen concursos de este estilo que estimulan las ganas de superarse de la gente que otro tipo de concursos estúpidos o más banales. Todo vale mientras la finalidad sea buena. Ha sucedido que, por ejemplo, en España la famosa Operación Triunfo que era para la música pop y ha dado en esos diez años que lleva aproximadamente muchos chicos que han durado un año, dos años y basta. Pero uno o dos de ellos han hecho una buena carrera y se han superado como artistas. Aún sabiendo que su origen es un poco dudoso, se han superado, han estudiado, se han preocupado y hoy son buenos artistas, buenos representantes de la música pop, Bisbal, por decir uno. Es un chico que conoce lo que puede hacer y lo que no puede hacer, tiene buen gusto y lo que hace, lo hace bien y ha demostrado después de diez años y tanto que con trabajo se puede lograr, o sea que hay de todo en la realidad.

- ¿Qué o quiénes te influyeron más en tu carrera artística?

- Profesionalmente como solista a nivel internacional empecé a cantar a los 29. Pero aquello fue todo un resultado de una serie de cosas. Probablemente la gente en Rusia se identifique conmigo, el europeo entiende menos esto. Pero los que han pasado -como Argentina, como Rusia- por dictaduras, entendemos lo que significa cuando de un día para otro se termina la dictadura. Es verdad, se termina la represión pero también se termina la protección. Se terminan dos cosas. El pueblo ruso lo ha pasado y lo ha vivido y lo sigue viviendo. En Argentina, pasó lo mismo. Mi generación, es la generación que en el 82 votó por primera vez y que peleó en la guerra de Malvinas. Yo tengo compañeros míos que fueron a la guerra. Por suerte, volvieron. Yo no fui porque en aquella época había un excedente, y hubo un sorteo para ver quién iba y quién no iba, y yo tuve suerte y no me sortearon. Si no, a lo mejor, no estaría aquí hablando. En aquellos tiempos todo era muy duro. Sobrevivir como director de orquesta o como compositor era prácticamente imposible. Sigue siéndolo hoy en el 99% del mundo, no solamente en Argentina. Pero entonces todo estaba por hacer, había pocas orquestas, pocos coros: había que empezar de vuelta muchas cosas. El hecho de tener una voz de tenor me ayudó mucho a ganarme la vida, simplemente. Ni se me ocurría transformarme en lo que hoy soy. Era ganarme la vida, sobrevivir, comer, pagar mis cuentas. Yo me casé en el año 85, tenía 25 años. O sea, que tenía que mantener a mi familia. Un montón de cosas que te van llevando en la vida por sitios adonde a lo mejor ni pensaste ir. Un día te sale y me salió pero podría no haberme salido, podría haber resultado como a mucha gente a la que no le sale o le sale mal. En ese sentido yo creo que muchos cantantes rusos de la nueva generación saben de qué estoy hablando, muchos que se han formado muy duramente en la época el régimen y que tienen grandes voces y que ahora están inundando el mercado internacional de voces rusas muy impresionantes.

- ¿Cuáles son tus planes artísticos?

- Planes muchos pero como se sabe Dios es el que manda. Un día te levantas y la vida te cambia. Todo depende de muchas cosas, de la salud… Mis planes, si las cosas se dan como yo quisiera, es cantar cada vez menos. Llevo muchísimos años cantando y quiero dedicarme cada vez más a la dirección, sea de orquesta que de escena. Y cantar en alguna ocasión especial pero no ya como rutina. Quiero lograr ese cambio. Yo tengo cincuenta años ya y es un cambio que me va a llevar varios años. No lo voy a poder a hacer en dos días. Si logro hacer ese cambio en los próximos cuatro o cinco años, será un giro muy interesante para mi carrera. Dependerá de que el mercado me crea y me contrate. Si no, ya veremos.

- Ya está confirmado que el mercado te cree…

- Los cambios son muy duros y cuando eres tenor, el cambio es peligroso. Me decía un amigo, director de orquesta, una vez, no hace mucho cuando escuchó justamente mi disco de Rajmáninov. Se quedó muy impresionado y me dijo: “Sabes, ¿cuál es tu problema? Es que tienes un cartelito en la frente que dice “tenor”. Por donde vayas vas a tener ese cartel toda tu vida. Si tú no tuvieras ese cartel quizá hoy serías uno de los más importantes directores de orquesta”. El tenor siempre es un animal sospechoso. La voz, bien. Pero luego se piensa que porque uno es tenor hay toda una cantidad de elementos como inteligencia o capacidad que están como en segundo plano. Es folclore, clichés. Pero sucede mucho. A mí me sucede que cuando me paro delante de una orquesta por la primera vez todavía hoy después de años dirigiendo me miran un poquito de modo “a ver que hace el tenor”. Cinco minutos después todo el mundo se olvidó de que soy tenor y ya están entregados y trabajando conmigo como director de orquesta. Pero siempre la palabreja tenor va por delante. Por eso digo: a ver que el mercado quiere y decide y le gusta porque quizás el mercado insista con el tema del tenor y sea muy difícil cambiar la mentalidad de la gente. Ya te diré. En cinco años volvemos a hablar.

Por María Dunáeva

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