Moscú se prepara para convertirse en un escenario de la música 'apocalíptica', como si quisiera compensar el fallido fin del mundo del 21 de diciembre del año pasado.
Varios grupos -cuya producción musical si no es capaz de acercarse al Apocálipsis al menos lo describe con un lenguaje adecuado- viajarán próximamente a la capital rusa.
La semana que viene llega Blixa Bargeld, el fundador de la banda de rock industrial número uno en Alemania, Einstürzende Neubauten. En abril los moscovitas tendrán la oportunidad de escuchar a Peter Hook, el bajista y cofundador de Joy Division, la banda post-punk británica que ejerció una influencia de largo alcance sobre bandas coetáneas como U2 y The Cure e incluso sobre artistas actuales.
En mayo, durante el festival 'Only Europa Knows!' subirá al escenario la banda británica de neofolk Fire+Ice. A principios de verano dará conciertos en Moscú el grupo de metal "más 'heavy' en la Tierra", Godflesh y Blood Axis, una referencia del género denominado Martial Industrial.
Este 'desfile' empezó el pasado 18 de marzo con el único concierto de The Swans. El líder de la banda, Michael Gira, se convirtió en un icono del post-punk en los ochenta, pero en la década de los noventa se fue apartando del proyecto. Tras la disolución de la banda en 1997, Gira fundó el sello Young God, lanzando obras de artistas como Akron/Family o Devendra Banhart.
Hace tres años Gira decidió recuperar la marca Swans tras 15 años de parón. Y lo hizo por todo lo alto, con el escalofriante y ensordecedor 'My father will guide me up a rope to the sky' (2010).
Es difícil no incurrir en tópicos periodísticos hablando de la nueva edición de la banda y de la trayectoria de su líder: un estilo oscuro y abrasivo, una música que te pondrá en contacto con el monstruo que llevas dentro, una “liturgia ruidosa”, etc. Todo esto es correcto pero apenas aclara la importancia de la obra de Michael Gira.
La importancia está en que la música de The Swans llena de libertad, una libertad tan infinita que da vértigo, como un bocado de aire fresco del campo tras años de vida en la ciudad. El propio Gira, que vivió muchos años en Nueva York, alimentándose de sus quimeras y nutriendo su mitología urbana, se mudó al campo para convertirse casi en un elemento del paisaje rural.
Es una característica esencial de la imagen del nuevo The Swans: el líder de un gran grupo de rock no intenta aparentar nada, vive como un aldeano y viste como un 'cowboy'. Su sombrero de paja ya es un símbolo junto a las anécdotas que suele contar de cómo trabajó de albañil en sus años mozos y como no le querían conceder el préstamo en un banco cuando se presentó en la oficina con su guitarra en la mano.
Esta imagen contribuye, al igual que la misma música de The Swans, a destruir los estereotipos. Cuando Michael Gira, que podría pasar por un mecánico del taller o un comerciante de trigo, sube al escenario y desata una violenta tormenta de sonidos, el espectáculo es estremecedor.
Muchos de los seguidores del grupo dirían que les atrae este estilo experimental, este contraste entre el sonido abrumador y la conmovedora simpleza de las canciones de Gira que tienen mucho de 'country' y 'blues' pero transformadas musicalmente hasta quedarse desfiguradas.
Es como si del cuerpo de la canción sacaran el esqueleto, los músculos y el sistema nervioso dejando sólo los dolores fantasma. Es de estos dolores pulsantes de que Michael Gira hace su música que llega hasta unas alturas impresionantes en el último disco, 'The Seer'.
'The Seer' es un viaje acústico incomparable, un disco denso, emotivamente complejo y voluptuoso en lo acústico. Abre con un tema de ambiente gótico, cargado de suspense, tensión, ansiedad y una energía ceremonial única y desemboca en 30 minutos de inmersión en un universo de electricidad, disonancia y progresiones monótonas. Percusiones, coros, guitarras, y multitud de instrumentaciones unidas en una sinfonía que arrasa, que estalla y conduce hacia el éxtasis.
Los que estuvieron en los conciertos de The Swans en Moscú y San Petersburgo hace dos años saben que en directo las canciones resultan irreconocibles. Es otra característica del estilo propio de Gira: no repetir nunca nada una vez interpretado. Es un reto para los músicos, que cada vez tienen que crear algo nuevo. Y para el público, que pierde el hilo.
Con frecuencia un tema de 30 minutos se convierte en una sinfonía de una hora, pero uno no siente cansancio después de un concierto de tres horas: se siente libre. Este sentimiento de libertad se convierte en un imán que atrae incluso a los que nunca habían oído de The Swans.
Si a alguien se le ocurre afirmar que es una de las formas que emplea EEUU para 'exportar libertad' a países subdesarrollados, cabe reconocer que es la mejor manera en la que se ha hecho en los últimos 50 años.
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE RIA NOVOSTI