Más de 3.000 presos saldrán en libertad en Georgia gracias a la Ley de Amnistía aprobada por el parlamento nacional. Los parlamentarios georgianos consiguieron superar el veto del presidente del país, Mijail Saakashvili, gracias al apoyo de las tres quintas partes de los diputados del Parlamento.
Aún así, Saakashvili se negó a firmar la ley y el documento fue ratificado por el presidente de la cámara, David Usupashvili, quien lo hizo el 12 de enero. Al día siguiente se abrieron las puertas de las cárceles georgianas y se redujeron penas de prisión para casi todos los reos menos los que cumplen la cadena perpetua.
La "lista de los 190”
Cualquier amnistía masiva es una acción de carácter político, sea una medida de gracia de un monarca o un intento de agravar la situación política, como el que emprendió Lavrenti Beria, el jefe de la policía y el servicio secreto soviéticos (NKVD, por sus siglas en ruso), en 1953, tras la muerte de Stalin. Aquella amnistía de Beria (de origen georgiano, por cierto) es recordada hoy en Georgia por los que, junto al mandatario, trataron de resistirse sin éxito, a la iniciativa del bloque opositor Sueño Georgiano liderado por Bidzina Ivanishvili.
Tampoco los opositores ocultan que la amnistía planeada por la coalición justo después de conseguir la victoria obtenida en las elecciones parlamentarias celebradas en Georgia el octubre pasado, es parte de una gran 'restauración' diseñada por ellos.
Miles de delincuentes comunes tuvieron suerte, pues es evidente que sirvieron de “acompañamiento” para la liberación de 190 personas calificadas por el parlamento como presos políticos en noviembre del año pasado.
Por un lado, la justicia georgiana tampoco ha sido un ejemplo de imparcialidad, según reconocen incluso los partidarios de Saakashvili. Las organizaciones internacionales de derechos humanos informaban ya en 2009 que en Georgia había presos políticos. No llegaron a serlo, afortunadamente, varios periodistas -entre ellos el fotógrafo personal del presidente- que habían vendido a las agencias extranjeras las fotografías tomadas durante la dispersión de un mitin opositor en 2011. Fueron acusados de alta traición y, posiblemente, después de pensarlo bien, buscaron un compromiso con la justicia. Recibieron penas condicionales y fueron puestos en libertad en la sala de audiencias evitando de esta manera la cárcel y dejando que las autoridades salieran airosas de la delicada situación.
Siguiendo los pasos de 'Enver'
Por otro lado, por ejemplo Gueorgui Demetradze, exfutbolista del Dinamo de Tbilisi, famoso en su tiempo, fue sentenciado por extorsión, siendo vinculado a una red de apuestas ilegales de la mafia georgiana. Nadie en Georgia, excepto sus abogados, cuestionó esta condena. Mientras tanto, Demetradze también figura en la “lista de la suerte” que enumera los 190 presos políticos.
Entre los liberados están condenados por espionaje a favor de Rusia. Fueron detenidos durante la operación bautizada por los servicios secretos de Georgia como 'Enver': así se llamaba el exagente georgiano del Comité para la Seguridad del Estado de la URSS (KGB, por sus siglas en ruso) infiltrado, según se afirmaba, en la red de espionaje rusa en Georgia. A base de la información recabada por el doble agente de contrainteligencia georgiana decenas de personas fueron acusadas de trabajar para el Departamento Central de Inteligencia de Rusia. El Ministerio ruso de Asuntos Exteriores se abstuvo en aquella ocasión de expresar su descontento, aunque todo el mundo recordaba el año 2006, cuando una acusación de espionaje a favor de Rusia lanzada contra unos oficiales rusos condujo al colapso en las relaciones ruso-georgianas. A propósito, además del presidente Saakashvili, el actual titular georgiano de Interior, Irakli Garibashvili, designado por Bidzina Ivanishvili, también se manifestó contra la amnistía para los encarcelados por el proceso 'Enver'.
Entre ellos hay cuatro ciudadanos rusos. Algunos observadores califican su liberación como una “reverencia” hacia el Kremlin por parte de Ivanishvili y otro de los símbolos de la gran “restauración”. Moscú, sin embargo, no tiene con qué responder ante tal afabilidad de Tbilisi: las decisiones menores, como la de permitir otra vez la venta de los vinos georgianos en Rusia, ya están tomadas; y las decisiones globales, como las referentes a la integridad territorial del país transcaucásico, son imposibles. Otras cuestiones que vinculen los dos países y requieran decisiones políticas desaparecieron de la agenda bilateral hace bastante tiempo.
Amnistía electoral
Los escépticos, además, destacan otro significado simbólico de la amnistía georgiana. Los sistemas judicial y penitenciario nacionales siguen siendo los mismos de antes: no demasiado justos y además duros, como en la antigua URSS. Los partidarios del presidente actual presumen de haber reprimido el crimen organizado, tradicionalmente muy fuerte en este país. En parte es verdad, los capos criminales que podían presentar amenaza para el poder de Saakashvili, fueron deportados del país o encarcelados. Georgia realmente se convirtió en un país ejemplar en cuanto a la seguridad, sobre todo en comparación con los tiempos en los que ciudadanos de a pie tenían miedo de salir a la calle con un anillo de latón puesto.
Muchos expertos creen, no obstante, que este logro se debe, en primer lugar, a la crueldad del sistema carcelario. De esta crueldad dejó constancia un vídeo que muestra torturas en una cárcel georgiana y que fue televisado en vísperas de las legislativas en Georgia. Esta crueldad le costó la victoria a Saakashvili, quien posiblemente no se recuperará de tal caída.
El hecho de que a partir de ahora las cárceles georgianas tengan menos reos difícilmente contribuirá a la mejora del sistema penitenciario, mientras el carácter político de la amnistía no permite hablar un restablecimiento de la justicia. Es más, las consecuencias de la amnistía podrán hacer recordar a los georgianos los turbios tiempos que creían haber dejado en el pasado.
Por otro lado, el vídeo de torturas carcelarias que hizo realidad el Sueño Georgiano centró la atención de la sociedad en torno al sistema judicial. Por lo tanto, la popularidad de Ivanishvili ahora seguramente crecerá, aunque tal vez no por mucho tiempo. Pero la vida política georgiana funciona de tal manera que nadie piensa en lo que pasará después de octubre cuando en el país transcaucásico se celebraren elecciones presidenciales.
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE RIA NOVOSTI