La reunión del presidente ruso Vladimir Putin con la primera ministra bangladeshí, Sheikh Hasina, ha culminado con la suscripción de una serie de acuerdos en el ámbito de la economía.En particular, Rusia se comprometió a conceder a Bangladesh un crédito para la adquisición de armas y material bélico de fabricación rusa. Moscú sigue vinculando su política exterior aplicada al tercer mundo con los intereses económicos de grandes corporaciones y la subvención de la exportación de tecnologías.
Entre los acuerdos firmados hay dos que merecen atención. Se trata de la concesión a Bangladesh de un préstamo por valor de unos 500 millones de dólares para la etapa inicial de la construcción de la planta nuclear de Ruppur (la primera en territorio bangladeshí) y de otro por valor de 1.000 millones de dólares para la compra de productos de uso militar.
Se menciona que es posible que entre las armas adquiridas figuren vehículos blindados ligeros, armas de fuego, sistemas de defensa antiaérea y helicópteros.Además, las empresas energéticas de Rusia muestran interés hacia los hidrocarburos de Bangladesh. En abril de 2012, el consorcio energético ruso Gazprom firmó contratos para la perforación de los pozos de exploración en ese lugar. Es evidente que se forman fuertes lazos económicos entre los dos países.
En los últimos años, Rusia empezó a realizar, por primera vez después de la desintegración de la URSS en 1991, su estrategia estatal de expansión hacia otros países. Se trata del deseo de firmar contratos en los sectores de la infraestructura y adquirir derechos para la explotación de yacimientos de materias primas, sobre todo de hidrocarburos. En cambio, Rusia concede créditos para la adquisición de armas y material bélico de fabricación rusa y para la construcción de plantas energéticas, incluidas las nucleares.
Esta simple estrategia permite resolver tres tareas a la vez: Moscú fortalece su influencia en el tercer mundo, diversifica las fuentes de materias primas para su industria y mantiene tecnologías propias cuyo nivel de desarrollo sigue siendo alto (la industria de Defensa y el sector de energía nuclear).Esta forma de la subvención de las exportaciones puede dar un buen resultado a medio plazo. La industria con alto valor añadido recibirá dinero para modernizarse y desarrollar nuevos productos.
Pero a largo plazo, esta estrategia puede llevar al estancamiento debido al buen desempeño aparente de los sectores que viven no tanto porque fabrican productos competitivos sino a cuenta del Estado en su sentido amplio, incluido el sector estatalizado de la economía.Esto puede equilibrar los recursos de manera eficaz y destinarlos a tareas prioritarias. Al mismo tiempo, este apoyo del sector estratégico por parte del Gobierno reduce la necesidad de diversificar la industria de Defensa, que es demasiado especializada ya desde la época soviética.
En esta coyuntura, sería difícil resolver la tarea de realizar una conversión eficaz. Es decir, ya no se trata de la conversión sino de la expansión conjunta de los fabricantes del sector de Defensa en el sector civil en base al aprovechamiento de las restantes ventajas competitivas en materia de desarrollo tecnológico.
Desde el punto de vista de los intereses del desarrollo del país a largo plazo, la estrategia que prevé la concesión de créditos a cambio de petróleo no es la versión final de la política exterior sino una oferta inicial.Posteriormente, las medidas similares deben aplicarse hacia la promoción de las exportaciones de las tecnologías de uso civil fabricadas en Rusia. Para esto sería necesario desarrollar tales tecnologías, pero es un asunto aparte.
En todo caso, de esta manera Rusia se crea una nueva imagen en el mundo: la política exterior de Rusia es ante todo un negocio. Para evaluar su política no se tomarán en consideración las promesas idealistas sino contratos sólidos.Esto puede ayudar a compensar el daño en su estado de ánimo que sufrió Rusia a finales de los ochenta y a principios de los noventa, cuando se puso en evidencia que el entorno no iba a satisfacer las esperanzas de los reformadores.
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE RIA NOVOSTI