La obra de Salman Rushdie y la tolerancia

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El 16 de noviembre se celebró el Día Mundial de la tolerancia instituido por iniciativa de la Organización de las Naciones Unidas.

El 16 de noviembre se celebró el Día Mundial de la tolerancia instituido por iniciativa de la Organización de las Naciones Unidas. Y, la verdad sea dicha, en nuestra época de las grandes migraciones de los pueblos, culturas, ideas y convicciones no estaría de más releer a diario la Declaración de Principios sobre la Tolerancia, aprobada por la UNESCO.

La vida, sin embargo, a veces nos ofrece unos textos mucho más impactantes, donde no sólo se trata de los principios generales, sino de casos concretos y al mismo tiempo inverosímiles, de unas situaciones difíciles de concebir. Cada uno es libre de sacar sus propias conclusiones de este tipo de textos, pero esperemos que coincidan con lo proclamado en los documentos oficiales.

Lo que ocurrió por pura casualidad

Entre los acontecimientos literarios de este año figura la nueva obra de Salman Rushdie ‘Joseph Anton’. Más que una novela es una narración sobre como uno de los escritores más brillantes de nuestros días vivió, y lo sigue haciendo, en constante amenaza de muerte desde la publicación de su novela ‘Versos satánicos’.

La nueva obra de Rushdie en su traducción al ruso contiene 869 páginas sobre el mencionado asunto, la intolerancia, y también sobre el odio, la estupidez y la terquedad. Es la transcripción de sus diarios de aquellos años.

Lo primero que deja atónito es que toda esta historia, que empezó en febrero de 1989, ocurrió por puro error. El propio escritor no podía creer que su libro empezara a estar prohibido en decenas de países y que el 14 de febrero de 1989 el ayatolá  Ruhollah Jomeini le condenara a muerte en un edicto religioso, o la fatwa. Rushdie no tenía la menor intención de insultar los sentimientos religiosos de los musulmanes y al profeta Mahoma.

¿De qué habla el libro de Salman Rushdie ‘Los versos satánicos’? según el propio autor, es sobre la transformación por la que pasa uno en la emigración. Entonces sí que es un buen pretexto para hablar de la tolerancia: la gente va perdiendo el vínculo con su cultura, con los valores tradicionales y los nuevos no siempre los adquiere, se ve a sí misma dividirse en dos seres, el de la luz y el del lado oscuro…

Habría que tener en cuenta, no obstante, que con aquel libro Rushdie abrió una nueva etapa en su trayectoria creativa: aprendió a hablar en la florida manera de quienes cuentan bellas historias en las ferias indias, trenzando con destreza los argumentos y volviendo luego a la línea principal.
Como resultado, ‘Los versos satánicos’, a mi parecer, acabó siendo algo caótico y no fácil de leer. Pobló el libro, al igual que otras novelas suyas, con personajes imaginarios, fábulas y leyendas. El protagonista de una de estas historias, Mahaund, en absoluto era alusión a Mahoma. Aquel capítulo se basaba en un episodio discutible, pero bien conocido del temprano Islam.

En realidad, se pueden encontrar muchas investigaciones históricas y obras literarias sobre los mismos temas que provoquen emociones controvertidas. Pero ocurrió que en el país natal de Rushdie, en la India, hubo un líder musulmán no muy importante que se sintió profundamente ofendido por la novela. Y la oleada de protestas inundó todo el mundo islámico, llegando finalmente a Irán.

Ayatolá Jomeini vivía en aquellos momentos sus últimas semanas y seguramente no pudo leerse el libro, en el que, dicho sea de paso, también figura como un personaje no demasiado agradable. El 99% de quienes se manifestaron en contra de ‘Los versos satánicos’ o cometieron atentados para demostrar el grado de su ofensa tampoco se habían leído el libro. Habían oído de él y confiado en las palabras de otra gente.

En su nueva obra Rushdie describe la reacción de un musulmán afincado en el Reino Unido que lee el libro y se sorprende de la violenta reacción que en su momento había provocado.

De modo que la primera conclusión sobre la tolerancia es la siguiente: el comportamiento gregario y la tolerancia son dos fenómenos incompatibles. Uno ha de sacar sus propias conclusiones, porque la intolerancia a menudo es fruto de la ignorancia y los ignorantes tienden a juntarse en masas.
Por otra parte, ‘Joseph Anton’ no habla únicamente de ‘Los versos satánicos’, es sobre la lucha del autor por su derecho de ser escritor.

Rushdie y las Pussy Riot

Ahmed Salman Rushdie nació en la India en una familia musulmana, pero desde pequeño se convirtió en ciudadano del Reino Unido. Nunca ha sido enemigo del Islam. Es y sigue siendo ateo: él, creador de cuentos de hadas no cree en Dios.

La condena a muerte lo convirtió en un luchador curtido, con un gran número de partidarios que año tras año iban peleando por… En primer lugar, por su derecho de escribir libros y ‘Joseph Anton’ también nos habla de para qué necesitamos a los escritores.

He aquí un razonamiento algo contrario a la democracia: el escritor es una persona que tiene el derecho de decir más que la gente corriente, es una función social en cierto modo, ampliar mediante las palabras los límites del mundo que nos rodea y conducir a uno más allá de las fronteras. No es Dios ni es profeta, sino una figura casi sagrada y, por lo tanto, sus libros no pueden ser prohibidos ni quemados, como en caso de Rushdie. Los líderes religiosos deberían entender mejor que el resto de la gente que la palabra tiene poderes.

La pregunta que surge al respecto es ¿y por qué Rushdie puede escribir y las jóvenes participantes del grupo de música punk Pussy Riot no pueden danzar en una catedral? A pesar de la reacción condescendiente de Rushdie, sí que hay diferencia, y consiste en las normas del juego. Rushdie no irrumpió en una mezquita, su libro estaba en un territorio neutro, en las estanterías de las librerías y uno podía comprar y leerse su libro o no hacerlo.

Todo parece indicar que sin unas ciertas normas de juego entre personas dispares no habrá ni tolerancia ni diálogo, ni siquiera diálogo sobre tolerancia. Pero esta conclusión seguramente no sería del agrado del Rushdie.

Le Carré no tenía ninguna posibilidad

En realidad, ‘Joseph Anton’ es también un libro sobre cómo un luchador por la tolerancia va perdiendo este mismo rasgo. Por supuesto, puede haber para él numerosas justificaciones: vivió varios años bajo el nombre de Joseph Anton bajo la guardia de la policía británica, que se hospedaba directamente en su domicilio. Cualquier día lo podían haber matado. Y sin embargo…

¿Contra qué estuvo luchando todos estos años? Según dijo el propio autor en una de sus entrevistas, “es una guerra, en la que en un bando se encuentran la intolerancia, el fanatismo y la violencia y en el otro, la libertad, la literatura y la imaginación”. Por otra parte en ‘Joseph Anton’ se puede ver como la mayor parte del tiempo él y su equipo, representado en gran medida por sus compañeros de oficio, estaba enfrentándose al Gobierno británico. Y a otros Gobiernos. El objetivo era que Rushdie pudiera intervenir ante sus lectores, viajar en aviones, etc. En otras palabras, llevar una vida normal.

Las autoridades, líneas aéreas y representantes de otros organismos partían de que los terroristas, buscando la muerte del escritor, acabarían explotando a un gran número de personas inocentes. Y eso estaba ocurriendo, porque hubo atentados contra sus editores y traductores…
¿La salida? Rushdie y su equipo consiguieron que las autoridades de ciertos países cambiaran su política exterior y presionaran a Irán para que la fatwa fuera levantada. Irán lo aceptó de manera oficial, de modo que sólo quedan los activistas que actúan por su cuenta.

Habría que señalar al respecto que Salman Rushdie estaba luchando contra los conservadores tradicionalistas que estaban en aquellos años en el poder en el Reino Unido y en EEUU, que en absoluto aprobaban sus convicciones, pero lo defendían como a cualquier ciudadano británico. Y “su equipo” estaba formado por radicales moderados, liberales y ateos.

No me canso de repetir que en Occidente no existe ninguna postura común, sino que se libra una feroz lucha de dos ideologías, como mínimo. Y al llegar al poder en el Reino Unido los laboristas -y en Estados Unidos, los demócratas- Rushdie empezó a ver como su situación mejoraba. Era gente que le entendía.

¿Quién tenía razón? Ambas partes formulaban unos argumentos muy convincentes. El libro describe el enfrentamiento de Salman Rushdie con otro escritor británico, John le Carré, quien escribió en el diario The Guardian “ninguna sociedad gozaba del criterio absoluto de la libertad de palabra… a mí lo que me preocupaba es que ninguna joven de la editorial Penguin Books se quedara sin brazos al abrir algún paquete postal…”.

Dios le libre de replicar algo a un liberal que lucha por la libertad de la palabra. ¿No creerá, por supuesto, que estas palabras sobre las posibles víctimas entre el personal de la editorial le afectaran a Rushdie? ¿O qué sus principios se tambalearan? Nunca.

El mismo diario publicó su respuesta, contundente como un cañonazo. Y ahora sale el libro. Le Carré es un buen escritor, pero pierde todo su brillo delante de Rushdie.

Volviendo al arte de la tolerancia, lo único que se puede agregar es que no estaría mal aceptar por un momento que el rival de uno, esta persona tan distinta, tenga razón por lo menos en algo. Y también aguantar su postura, para poder ver en qué está en lo cierto. Porque a quien nos cae bien no lo tenemos que tolerar, este esfuerzo ha de hacerse por quienes nos resultan antipáticos.

LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE RIA NOVOSTI

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