La ciencia ya no es intocable. Ahora las sociedades maduras exigen garantías de seguridad de las nuevas tecnologías que prometen hacer la vida más fácil sin grandes sacrificios humanos, ni económicos. Una de ellas - los alimentos genéticamente modificados - sentó sobre la mesa de debate a un ecologista y un científico rusos.
El biólogo Mijaíl Guelfand comenzó su intervención con la crítica de los medios de comunicación que, en su opinión, no informan sobre todos los aspectos del empleo de los transgénicos en la alimentación y la agricultura.
También arremetió contra los “verdes” que con argumentos tendenciosos no hacen más que generar “histeria” en torno a los productos transgénicos.
“Muchas discusiones sobre los transgénicos transcurren al margen del campo científico y sus participantes manejan argumentos cargados emocionalmente”, lamentó el científico en un debate que tuvo lugar ayer en el Centro Sájarov de Moscú.
El escándalo es una herramienta que utilizan los ecologistas para hacer oír su voz ante los políticos y los científicos, explicó el copresidente de la organización “EcoDefensa”, Vladímir Slivyak.
Lo que realmente preocupa a los ecologistas son los efectos sobre la salud humana y animal, así como el impacto en el medio ambiente que pueda tener la polémica tecnología transgénica.
Mientras el mundo científico está dividido, de su postura depende el futuro del uso de los productos modificados genéticamente.
“Si no hallan un método para demostrar a la sociedad que los transgénicos son necesarios, beneficiosos e inocuos, ya no hará falta continuar las investigaciones en esta dirección, porque simplemente dejarán de existir. Por eso, son precisamente los científicos los que tienen que encontrar la manera de explicarlo a la sociedad”, advirtió Slivyak.
Los estudios sobre la posible toxicidad de los alimentos transgénicos no han dado resultados concluyentes hasta el momento. Según el ecologista ruso, “hasta que no se hayan aclarado al 100% las consecuencias del uso de esta tecnología, deberíamos esperar”.
Su contrincante objetó que cualquier tecnología desarrollada por el hombre contiene peligros potenciales, aún así la humanidad hace uso de ella, cuando las ventajas a corto plazo superan el posible riesgo, como es el caso de los teléfonos celulares.
Guelfand aseguró que, partiendo de lo que la ciencia sabe a día de hoy sobre los transgénicos, su consumo no tiene efectos nocivos para la salud, mientras las opiniones contrarias son una “herejía”.
“Tengo serias dudas de que todo sea tan fácil”, resumió el ecologista Slivyak.
La discusión concluyó sin que los expertos llegaran a un acuerdo. Ni siquiera lograron acercar posturas. Aunque, según los organizadores del encuentro, el objetivo del mismo era el propio debate, independientemente de sus resultados.
Los transgénicos volvieron a ser blanco de todas las miradas después de la publicación, hace un mes, de los resultados de un ensayo de científicos franceses cuyos resultados vincularon la aparición de tumores en ratas con el consumo de maíz transgénico.
Por Anush Janbabyan