El proceso penal contra el activista opositor Serguéi Udaltsov cada vez cobra más importancia. ¿Por qué es especial? ¿Quiénes están interesados en promoverlo? ¿Es posible que se convierta en un proceso político de gran resonancia?
El líder del Frente de Izquierdas, el opositor Serguéi Udaltsov, tiene prohibido abandonar Moscú tras ser interrogado el pasado miércoles en el Comité de Investigaciones de Rusia.
El ’caso Udaltsov’ es resultado de una investigación realizada tras la proyección el 5 de octubre del documental ‘Anatomía de una protesta 2’ en la cadena de televisión rusa NTV. Al activista y a sus seguidores se les acusa de la presunta preparación de desórdenes masivos, que se castiga conforme a la legislación vigente con penas de prisión de 4 a 10 años.
Serguéi Udaltsov y otros activistas habían sido detenidos en muchas ocasiones. El propio líder del Frente de Izquierdas dijo que le habían arrestado más de cien veces y pasó en prisión varios meses en total. Esta vez es diferente, no porque las acusaciones sean mucho más serias sino porque es la primera vez en la historia reciente de Rusia que un proceso es incoado por una publicación en los medios.
Las actuaciones de las autoridades judiciales son absolutamente legítimas: el Comité de Investigaciones tiene derecho a indagar hechos a los que hagan mención las publicaciones en los medios de comunicación o en otros ámbitos, como por ejemplo las redes sociales (artículos 140 y 144 del Código Procesal Civil), e incoar procesos penales en el caso de que estos se confirmen. Pero nunca antes ha sucedido. Y resulta que esta manera de proceder conviene a muchos, en primer lugar a los órganos judiciales.
Los hechos (o lo que los medios pretenden presentar como tales) ya han sido ordenados y expuestos de una manera que forme una opinión pública determinada. Y es mucho más fácil, también desde el punto de vista moral, investigar a alguien ya condenado por la opinión pública. En cierto modo también puede ser conveniente para el propio Serguéi Udaltsov. Si la acusación no se confirma ganará muchos puntos como un opositor honesto y, quizás, algo de dinero denunciando por daños y perjuicios a la cadena de televisión NTV.
Si, en cambio, Udaltsov termina en la cárcel, su prestigio político igualmente aumentará enormemente a ojos de sus seguidores y, tal vez, de la comunidad internacional. Y, por último, los opositores que no quieren ser identificados con los métodos de Udaltsov estarán contentos si le retiran del escenario político.
¿Qué puede pasar ahora? La opción más indeseable para el gobierno sería que el ‘caso Udaltsov’ se convirtiera en un proceso político de gran resonancia internacional. En este caso un Serguéi Udaltsov completamente absuelto y liberado podría llegar a ser este líder carismático al que la oposición rusa tanto echa en falta. Aunque también está claro que habrá grupos opositores muy poco satisfechos con un líder de izquierdas.
Condenar a Udaltsov a una larga pena de prisión significaría para el Gobierno una solución al problema de un rebelde molesto e imprevisible, pero también un dolor de cabeza por tener un “preso político” más. Es probable que las autoridades rusas sean sometidas a críticas por parte de los organismos internacionales de derechos humanos y tengan que responder a múltiples preguntas al respecto por parte de los líderes occidentales y eventuales inversores. Aunque es también probable que una parte de las élites políticas de Occidente haga caso omiso de los problemas de un líder de extrema izquierda.
La opción que preferiría el Kremlin es que los contactos de Udaltsov con emisarios extranjeros fueran probados y el activista fuera condenado a prisión condicional o real, pero de duración mínima. Es decir, desacreditarle públicamente como a un agente extranjero.
Un proceso contra Udaltsov, exitoso desde la perspectiva de la acusación, más que para el activista y sus partidarios, podrá tener unas consecuencias drásticas para la sociedad y los medios de comunicación. Se creará un precedente y los que estén descontentos con la oposición tal vez caigan en la tentación de utilizar este mecanismo una y otra vez para usar los medios con el objetivo de arreglar cuentas, primero políticas y luego personales.
Este mecanismo ya olvidado funcionó muy bien en la época soviética. Pero ahora, cuando los medios de comunicación masiva son mucho más avanzados y potentes tecnológicamente, podría ser aún más “eficaz”.
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE RIA NOVOSTI