El 1 de octubre de 1922 es considerado el día del nacimiento del jazz soviético.
Precisamente en aquella fecha, de acuerdo con el famoso historiador de jazz Alexéi Batashev, celebró su primer concierto “la primera orquesta excéntrica de la R.S.F.S.R: la Banda de jazz de Valentín Parnaj”.
En realidad, más que un concierto propiamente dicho, fue una conferencia con toques musicales. Y la intervención, descrita por los periodistas como la primera del jazz, tuvo lugar dos meses más tarde.
El presidente de la Cámara de poetas de París
Valentín Parnaj acababa de volver de París. El diario Izvestia informó en la portada: “Ha regresado a Moscú el Presidente de la Cámara de poetas de París, Valentín Parnaj”. En aquellos momentos todos parecían ser presidentes de alguna entidad, aunque imaginaria: así, el poeta Velimir Jlébnikov se consideraba presidente del Globo terráqueo. La Cámara de poetas de París contaba con tan solo 5 o 6 miembros, de las que Parnaj era la personalidad más creativa.
Dado que estaba bien visto dedicarse a la literatura, Parnaj se consideraba, entre otras cosas, poeta y traductor. En 1934 editó en tamaño de bolsillo, pero con tapa dura, igual que las publicaciones de la editorial Academia, su libro titulado ‘Poetas españoles y portugueses que cayeron víctimas de la Inquisición’. Una década más tarde saldría otra recopilación de traducciones, esta vez hechas en colaboración con la poetisa Marina Tsvetáeva.
A Marina y a la familia Parnaj unía un estrecho vínculo, un ciclo de poesía fue dedicado a la hermana mayor de Valentín, Svetlana, que también se dedicaba a la poesía.
El enigmático maestro de las “danzas rituales”
Es difícil reconstruir la imagen real de Valentín Parnaj, los expertos se han dirigido incluso al guionista Evgueni Gavrilóvich que tocó el piano en la “Orquesta excéntrica” de la primera composición. Éste contó gustoso numerosas historias sobre la estancia de Parnaj en París y sobre los artefactos musicales que había traído de Francia. Sin embargo, en ningún momento se ofreció para tocar, ni siquiera para tararear una sola nota del repertorio de la banda. Al igual que todos los investigadores, mencionó únicamente el ballet de Darius Milhaud ‘La creación del mundo’ ambientado en África. Tampoco queda ninguna grabación, aunque en los años 20 se solían lanzar discos y con buenas tiradas.
“La orquesta excéntrica” le gustó al director de teatro Vsévolod Meyerhold, que invitó a la banda a participar en alguno de sus espectáculos. En tres o cuatro años perdería todo interés por el jazz, pero sirvieron de prototipos para los protagonistas de algunas obras literarias, las ‘Doce sillas’ de Ilf y Petrov y supuestamente para alguna escena de ‘El maestro y Margarita’ de Bulgákov.
Personaje de moda, un “artista complicado, pero brillante”, Parnaj salió también en algunas películas, aunque su nombre no haya figurado nunca en los créditos.
Tenía un aire de gran artista, el pintor Pablo Picasso lo vio como un galán de mirada aristocrática y distante. Y eso que incluso en las borrosas fotografías de la época se nota que no era especialmente agraciado, de nariz larga, pecoso, con una cabeza algo ladeada y una figura desgarbada.
Anticipando el break dance
Fue Valentín Parnaj el primero en introducir en la lengua rusa la palabra “jazz”. No fue capaz todavía de formular el principio clave de este estilo musical, la improvisación, dado que esta especial manera de interpretar las piezas no se había formado del todo. De modo que no debería echársele en cara esta falta.
Y, sin lugar a dudas, fue el primero en darse cuenta de que “las tendencias musicales de África y de Asia se encontraron en Estados Unidos y, tras ser modificadas por la civilización moderna, irrumpieron en nuestras vidas”. De hecho, predijo el perfil del desarrollo de la llamada música mundial, empezando por Cesaria Evora y acabando por Astor Piazzolla. “Parnaj baila principalmente con las extremidades… Todo es sumamente mecánico”, escribió un crítico de ballet contemporáneo.
Y el propio Valentín Parnaj en su poesía ‘Danza horizontal’ señalaría “he dado unos pasos seguros con las costillas”. Sin lugar a dudas, es una descripción muy exacta del break dance.
Sin la banda de Parnaj ni los artículos a él dedicados no llegarían a aparecer ni ‘El primer conjunto excéntrico’, ni la ‘Capilla de jazz’ de Guennadi Landsberg ni ‘La primera banda de jazz de concierto’ de Leopold Teplitski, quien con sus músicos fue enviado a Estados Unidos para amenizar, todos vestidos con trajes nacionales rusos y armados con banjos, la visitas al pabellón de la URSS en la Exposición Internacional de Filadelfia de 1926.
Al regresar a la Unión Soviética, Teplitski empezó a hacer propaganda del jazz y su conjunto daría más tarde vida al Teatro del Jazz de Leonid Utiósov. En sus conciertos a veces leía algún discurso el joven compositor y teórico de la música Iosif Schillinger, que emigraría a Estados Unidos y se convertiría en profesor de composición de George Gershwin, Glenn Miller y muchos otros músicos de jazz, incluido un tal Lawrence Berk. En 1945 Berk fundó en Boston la escuela musical Berklee, el primero y durante varias décadas el único centro especializado en formar músicos de jazz.
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE RIA NOVOSTI