Corea del Norte no pudo reeditar en 2012 el avance tecnológico soviético de 1957: el lanzamiento del primer del mundo satélite artificial de la Tierra que entró en la historia bajo en nombre ruso “spútnik”.
El cohete balístico norcoreano de largo alcance que debía poner en órbita el satélite, se desintegró y cayó al mar a pocos minutos de haber sido lanzado. Ahora podemos resumir la trama diplomática que surgió en torno a este episodio. ¿Qué fue lo que pretendían las partes implicadas y qué en realidad consiguieron?
Adelanto tecnológico civil con trasfondo militar
Desde el comienzo mismo se dejó entrever la diferencia entre los países (o expertos) que preferían hablar del cohete balístico y aquellos que hacían hincapié en el lanzamiento del satélite. Es decir, debatían los aspectos civil y militar. Pero el quid del asunto estriba en que, realmente, se asiste a los dos.
La puesta en órbita del satélite norcoreano debía haber jalonado una nueva etapa en el desarrollo de la industria militar de este país, como lo fue, en buena medida, el exitoso lanzamiento del cohete soviético R-7 con el primer spútnik a bordo.
Recordemos que el R-7 fue el primer del mundo cohete balístico intercontinental, lo que dejaba bien claro que, en el caso de un conflicto, EEUU ya no podría sentirse seguro allende el Atlántico.
En caso de que el lanzamiento del satélite norcoreano se hubiera coronado de éxito, Pyongyang bien habría podido aparentar disponer de un vehículo capaz de alcanzar EEUU. Decimos “aparentar”, porque hay una diferencia de fondo entre el lanzamiento de un satélite y el de un misil con carga nuclear apuntado contra EEUU.
Por ejemplo, el problema de la precisión del impacto. Desde luego que al construir una bomba nuclear lo suficientemente potente, se puede prescindir de la precisión, arrojándola sobre una aglomeración densamente poblada. Corea del Norte no es lo mismo que Rusia, cuyas unidades de misiles, en el caso de una guerra hipotética, deben estar en condiciones de asestar con suma precisión golpes de represalia contra los silos y puestos de mando de las fuerzas estratégicas de EEUU. En el caso norcoreano todo es más sencillo.
Pero hay un montón de otros problemas. Los satélites sencillos son artefactos bien compactos y ligeros. Por estos parámetros podrían homologarse únicamente con modernas cargas nucleares de mediana potencia que tienen en sus arsenales las superpotencias. Pero Pyongyang no dispone (ni dispondrá por largo tiempo) de estas tecnologías avanzadas.
Hablando en rigor, hasta ahora no se sabe a ciencia cierta si Corea del Norte, que sólo era capaz de producir artefactos nucleares explosivos (lo cual quedó oficialmente confirmado durante ensayos en dos ocasiones, como mínimo), ahora puede fabricar cargas nucleares para los vehículos disponibles. Respecto a esta posibilidad surgen dudas más serias.
Una cosa es artefacto nuclear que se ensaya en polígono, otra es una bomba nuclear que porta bombardero estratégico. Pero la ojiva nuclear es algo completamente distinto: ha de ser lo suficientemente compacta y no pesar mucho. Lo cual, desde luego, se logra sólo disponiendo de tecnologías avanzadas.
Aun cuando próximamente Corea del Norte se las ingenie para crear una carga nuclear, lo más probable es que amenazaría más bien a Seúl y Tokio que a Washington. Es decir, se instalaría en misiles de alcance mediano. De lo contrario, el lanzamiento del cohete Kwangmyongsong-3 no habría fracasado.
Las filigranas de la diplomacia
Todo lo arriba expuesto explica una reacción singular de otros países al lanzamiento anunciado del cohete norcoreano. Parece que todos profirieron las indispensables palabras de condena. Pero baste analizar el reciente episodio con Irán.
Todavía a mediados de esta semana se consideraba que el lanzamiento del satélite norcoreano y las negociaciones con Irán en Estambul tendrían lugar en un mismo día. Pyongyang se apresuró un poco, pero esto ya no tiene importancia. Lo importante es que durante todos estos días Irán ha ocupado las primeras planas de la prensa mundial, y Corea del Norte se encontraba en un segundo plano.
Aunque el historial de ambos países es muy parecido. La ONU decretó sanciones contra Irán y Corea del Norte por una política que podría estar orientada a la creación de armas nucleares propias. Dos grupos integrados por casi los mismos países que durante largos años emprendieron esfuerzos diplomáticos por impedir que Irán y Corea del Norte pasaran a ser potencias nucleares. Dicho suavemente, el éxito de estos esfuerzos fue bastante dudoso.
Pero hay diferencia en actitudes. Veamos los intentos por impedir el lanzamiento del cohete norcoreano. Todos condenaron el lanzamiento previamente anunciado: EEUU, Rusia, China, sin hablar ya de Japón cuyo territorio sobrevolaron los anteriores cohetes norcoreanos. Todos le hicieron recordar las resoluciones 1718 y 1874 del Consejo de Seguridad de la ONU que prohíben lanzar misiles con empleo de tecnologías balísticas, advirtiendo que el incumpliendo de estos documentos acarrearía consecuencias sumamente negativas.
Pero cada cual advierte a su manera. El pasado fin de semana, los titulares de Exteriores de China, Corea del Sur y Japón celebraron una reunión en la que, entre otras cosas, por enésima vez hicieron una advertencia seria a las autoridades de Pyongyang. Pero cuando a los diplomáticos nipones les preguntaron si China estaba dispuesta a aprobar nuevas medidas duras en el Consejo de Seguridad, ellos hicieron un triste gesto de negación.
Anteriormente, el viceministro de Asuntos Exteriores de Rusia, Serguei Riabkov, pronunció una frase magnífica: hay que “calibrar” las reacciones al próximo lanzamiento. Por lo visto, el alto cargo de la diplomacia rusa insinuaba que se debe sopesar nuestros objetivos con las medidas que podemos adoptar.
La actuación de Pyongyang también es una especie del juego diplomático. En vez de las negociaciones a seis bandas (dos Coreas, EEUU, Rusia, China y Japón), Corea del Norte dialoga con EEUU (últimamente, en Berlín). En el curso de las negociaciones, Pyongyang, por tradición, trataba de regatear mejores condiciones, alegando a que los cohetes anteriores apenas alcanzaban Alaska. Y si el actual lanzamiento no hubiera fracasado, ello habría reforzado las posiciones de Corea. En cuanto a Japón, sí que se puede afirmar que lo asustaron bastante. Pero mientras los tres cohetes anteriores sobrevolaron el territorio de este país, Kwangmyongsong-3 estaba apuntado al sur, en dirección a las islas Filipinas. Juego sutil y diplomático, ni que decir tiene.
Pero por mucho que Pyongyang se empeñe en amedrentar con poderío nuclear propio a sus interlocutores, se lleva un chasco. A Irán, por el contrario, todo le sale a las mil maravillas. Aunque Pyongyang, a juzgar por todo, ya tiene en sus arsenales varias cargas nucleares rudimentarias, mientras Irán, no.
De ahí que las potencias mundiales mantengan una actitud distinta hacia estos dos infractores. Es de suponer que en esta ocasión Corea del Norte será debidamente castigada (aunque fallido, pero el lanzamiento se hizo realidad), pero también en adelante el problema nuclear norcoreano se irá resolviendo mediante dilatadas negociaciones. Negociaciones que, aunque después de los comicios presidenciales en EEUU en noviembre próximo, tienen visos de llegar a una feliz terminación. El desarrollo de la situación en torno a Irán es absolutamente otra historia.
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE RIA NOVOSTI
Aunque Pyongyang se empleó a fondo, su misil no intimidó a nadie
12:08 GMT 13.04.2012 (actualizado: 17:32 GMT 10.12.2014)
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Corea del Norte no pudo reeditar en 2012 el avance tecnológico soviético de 1957: el lanzamiento del primer del mundo satélite artificial de la Tierra que entró en la historia bajo en nombre ruso “spútnik”.