La presentación al público de la película ‘Titanic’, de James Cameron, en 3D es un importante acontecimiento del mundo cinematográfico que podría tener unas consecuencias de largo alcance.
Por una parte, estamos ante un intento de ganar dinero fácil, comercializando el mismo producto pero con otro envoltorio. Por otra, la película en cuestión sería capaz de convertirse en una verdadera locomotora de la tecnología 3D.
Cuando era una niña de 10 años escuchaba al grupo Ace Of Base, que estaba en la cúspide misma de la música pop de aquel entonces y no se lo decía a mis a mis amigos por miedo a sus burlas. Pero no fue el golpe más fuerte a mi reputación, sino el hecho de volverme loca a los 15 años con la versión original de ‘Titanic’. Era una de las primeras películas que pude ver en un cine de verdad, el lujoso y recién abierto Pushkinski, que no estaba muy al alcance de los alumnos del colegio.
Quedé profundamente impresionada por la sala, una enorme pantalla, el sonido, la actuación y la canción. El mundo parecía haberse parado en su movimiento durante un mes o incluso dos: me dedicaba únicamente a escribir en letra bonita el nombre del protagonista, a recortar las fotos de Leonardo Di Caprio y a soñar con emprender un viaje largo en un transatlántico, enamorarme de un joven humilde y sobrevivir en un trágico accidente.
Aquel enamoramiento mío fue borrado por los años, cuando hace poco me he enterado de que la película había sido convertida a 3D. Y ahora, a hurtadillas de mis amigos, tendré que ir a verla. No será por la sala, ni por los actores ni por la canción, sino por la insuperable escena de los platos que caen, al primer amago de la catástrofe. Me encantaría volver a verla en pantalla grande. Y si está en 3D, que así sea.
Un segundo intento
Esta primavera, cobraron un segundo aliento, es decir, se presentaron en 3D, además del ‘Titanic’, uno de los episodios de la ‘Guerra de las Galaxias’ de George Lucas, y el dibujo animado ‘El Rey León’, producción del estudio de Walt Disney con las canciones de Elton John. En breve será presentado en 3D el dibujo animado ‘Buscando a Nemo’.
Estos pseudoestrenos no tienen pérdida, opinan los críticos, dado que las nuevas tecnologías junto con los argumentos ya rodados garantizan una taquilla segura. ‘El Rey Leó’” recaudó en varios meses casi 500.000 millones de dólares, la creación de Lucas lo consiguió en apenas dos semanas. La conversión de ambas películas a 3D costó cerca diez millones de dólares.
El cálculo es simple: algunos querrán volver a ver la escena que más les había gustado, otros irán al cine por mero interés, por volver a ver a los jovencísimos Kate Winslet o Ewan McGregor.
En realidad, se trata del famoso intento de vender el mismo producto dos veces. En Rusia se suele colorear las películas clásicas rodadas en blanco y negro, en Hollywood se las convierte a 3D. Parece una decisión algo extraña, pero no tan difícil de entender.
En primer lugar, es un proyecto que permite ganar dinero rápido. Y aunque Cameron insiste en que convertir la película en 3D fue tan complicado como rodarla, no es del todo sincero. La conversión es un trabajo duro, pero puramente técnico, nada de selección de actores, canciones ni decorado.
Ya ha pasado antes
A veces ocurre que algún detallito, como por ejemplo un nuevo envoltorio para un caramelo de sabor conocido, empieza a jugar un papel clave en el desarrollo de toda la industria. Ocurrió con la lata para gaseosa que hasta los años 50 del siglo pasado se había usado exclusivamente por el ejército estadounidense y que una década después tomaría prestada Coca-Cola para su famosa bebida.
Con las películas en 3D podría pasar lo mismo. Nadie es capaz de predecir cuánto durará la admiración del espectador por esta tecnología. De momento, a juzgar por el número de películas en tres dimensiones y su taquilla, no parece ser poca. Sin embargo, sus más fervientes partidarios deberían recordar que ya ha habido varias ocasiones de intenso interés hacia 3D.
La primera película en 3D apareció en 1922. Se titulaba ‘La fuerza del amor’. La cinta se perdió, pero se menciona en la prensa en numerosas ocasiones. Como resultado de su éxito, hasta la Gran Depresión la tecnología la aplicaron los directores estadounidenses. El método de rodaje tenía sus inconvenientes, el equipo no cabía en cines de dimensiones estándar y era muy caro, por lo que los mecenas y los productores organizaban sesiones especiales.
La recesión económica paralizó el desarrollo de la tecnología en cuestión. Se volvió a acordar de 3D en los años 50, una época llamada el ‘Siglo de Oro de 3D’. Se hacían decenas de películas, incluso se hizo posible ponerles sonido.
Los nuestros son otros tiempos
Algunos escépticos auguran un rápido final de esta nueva oleada de popularidad de 3D. A modo de argumento indican que no es el primer intento de implantar la tecnología en tres dimensiones. Es como un volcán, insisten, tras la erupción se volverá a dormir, dejando que el arte exista en su estado puro.
Al mismo tiempo, merece la pena tener presente que el estado de la industria cinematográfica en los años 20 y 50 del siglo pasado y en el momento actual es bien distinto.
Los productores optaron por abandonar la tecnología tridimensional en los años 50 del siglo XX por dificultades de carácter técnico: el equipo era imperfecto hasta tal punto que la imagen no se mantenía estable o no coincidía con el sonido, quejándose a menudo el público de dolores de cabeza después de las sesiones.
La tecnología, sin embargo, va avanzando con el paso del tiempo. Nunca se han invertido en el cine ni en el desarrollo de las tecnologías más avanzadas unas cuantías iguales a las que se invierten en estos momentos.
Por lo tanto, ‘Titanic’ en 3D podría convertirse en una especie de locomotora para el sector. Sin lugar a dudas, se intentará repetir su éxito, recibiendo de esta forma toda la industria cinematográfica un fuerte impulso.
Los fabricantes de electrodomésticos tampoco han querido quedarse al margen de las tendencias modernas, precipitándose a crear televisores capaces de proyectar imágenes en 3D. De modo que en breve no nos quedará otra opción que empezar a vivir en una nueva realidad, la tridimensional.
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE RIA NOVOSTI