¿De qué hablarán Rusia y EEUU a partir de ahora?

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El final de la semana pasada estuvo marcado por una intriga a nivel internacional: el presidente de EEUU, Barack Obama, no presentó sus felicitaciones al presidente electo de Rusia, Vladímir Putin.

El final de la semana pasada estuvo marcado por una intriga a nivel internacional: el presidente de EEUU, Barack Obama, no presentó sus felicitaciones al presidente electo de Rusia, Vladímir Putin.

El Departamento de Estado de EEUU se limitó a constatar secamente que en Rusia habían concluido las elecciones presidenciales, sin mencionar al ganador. Hillary Clinton llamó a las autoridades de Rusia a hacer caso de las críticas de la Organización para la Cooperación y la Seguridad en Europa (OSCE). El candidato presidencial republicano más probable, Mitt Romney, reconvino a Obama por no haber reaccionado debidamente a las presuntas manipulaciones. Y el viejo 'amigo' de Rusia, senador John McCain, volvió a anunciar la inminente liberación del pueblo ruso de la tiranía, a imagen y semejanza de la primavera árabe. A todo ello se sumó el retraso en felicitaciones por parte de la Casa Blanca, aunque el portavoz oficial aseguró de que no se trataba de nada personal y que el jefe del Estado simplemente estaba muy ocupado.

Finalmente, el 9 de marzo Obama llamó a Putin, y ambos mandatarios sostuvieron una conversación larga y detallada. Moscú, aún antes de esto, había declarado que la tendencia positiva en las relaciones de los últimos años se mantendrían. Resumiendo, no se armó ningún escándalo, la presidencia de Vladímir Putin no fue aplaudida, pero sí fue reconocida como legítima. Es cierto que las divergencias persisten, pero las dos partes evitan centrarse en ellas. Aún más, esta semana hemos visto una señal indirecta de que el Kremlin y la Casa Blanca intentarán, actuando conjuntamente, minimizar los daños en las relaciones bilaterales causados por las dos campañas electorales.

El periódico ruso Kommersant informó, citando sus propias fuentes, de que el traslado de la cumbre del Grupo de los Ocho (G8) de Chicago a Camp David se debía a que Obama no quería dar pie a un punto de vista negativo en las relaciones con Rusia. Después de la cumbre del G8 en Chicago tendrá lugar la cumbre de la OTAN y Vladímir Putin dijo que asistiría a esta cumbre solo en caso de haber algún progreso respecto al Sistema de Defensa Antimisiles (DAM). Sin embargo, no se espera avance alguno y el movimiento de Putin en este caso habría provocado habladurías sobre el fracaso del reinicio y otras cosas por el estilo. Además, la asistencia de Putin a la cumbre tampoco habría aliviado mucho la situación, pues las tradicionales declaraciones del presidente electo de Rusia solo se habrían sumado a las ya habituales acusaciones recíprocas del primer decenio del siglo XXI. Aunque las fuentes oficiales estadounidenses no lo hayan confirmado y en charlas no oficiales dicen que el factor  Putin ha sido una de las razones y no la principal, lo más importante es que Moscú y Washington ven lo frágil que es la situación y entienden la necesidad de actuar con la debida delicadeza.

Se sabe que Putin desconfía de EEUU y no lo disimula. Las razones de ello se remontan no a su trabajo en los años de la Guerra Fría, sino a sus experiencias concretas de interacción con la administración de George W. Bush en el curso de su primera y, sobre todo, de su segunda presidencia. Vladímir Putin llegó a la conclusión, justa o no, de que los acuerdos entre caballeros con EEUU son imposibles. En su opinión, Bush reiteradamente pagó con la más negra ingratitud por los pasos positivos por parte de Moscú, empezando por el apoyo prestado después del 11 de septiembre de 2001 y en el curso de la consiguiente lucha contra el terrorismo y terminando por el voluntario cierre de bases militares de Rusia en Vietnam y en Cuba. La respuesta, según Putin, fue la expansión virulenta de la presencia estadounidense en el espacio postsoviético, el intento de expansión de la OTAN y los planes de ubicación de elementos de la DAM en Polonia, la República Checa, etc. Putin considera que los acuerdos con EEUU son posibles, pero solo como resultado de unas negociaciones duras y sin compromisos como fue en el caso del nuevo Tratado de Reducción de Armas Ofensivas Estratégicas (START) y el acuerdo del ingreso en la Organización Mundial de Comercio (OMC).

Sin embargo, es de mucha más relevancia el hecho de que las nuevas Administraciones (pues las negociaciones verdaderas no se iniciarán hasta la primavera de 2013, cuando quede formada definitivamente la  Administración en la Casa Blanca) no puedan formular una agenda clara y positiva. Lo previsto para el reinicio ya está cumplido y esta página ya está cerrada. Quedan los temas sempiternos de Afganistán e Irán. En cuanto al primero, la tarea está clara: se tratará de contribuir a la salida organizada de las tropas estadounidenses del país y al mantenimiento en éste de una relativa estabilidad en la que todos están interesados, así que no se prevén grandes problemas en este campo. Pero el ambiente en torno a Irán depende fuertemente de numerosos factores externos, es una parte del contexto global. Aunque no cabe duda que los dos temas se discutirán por Moscú y Washington, es cierto también que no pueden servir de base para la nueva agenda.

El primer tema en aparecer sobre la mesa de discusión será la antigua cuestión del Sistema de Defensa Antimisiles. Vladímir Putin, quien dedicó una gran parte de su presidencia anterior a este problema formulando varias propuestas para George W. Bush, seguramente seguirá esa línea ahora. Sin embargo, es muy poco probable que se alcance compromiso alguno: para ambas partes la DAM es un tema de carácter fundamental. Rusia insiste en que el propio programa contiene la amenaza a la seguridad, y EEUU está seguro de su derecho de seguir con este programa, independientemente de cómo lo vea cualquier otra parte. De allí que sea evidente ya un serio asunto conflictivo. Como reconocen en Moscú, mientras que la destrucción mutua asegurada (MAD, por sus siglas en inglés) siga siendo el principal garante de la estabilidad estratégica, las negociaciones sobre la DAM están condenadas a quedar en una vía muerta. Sin embargo, no se vislumbra ningún otro principio que pueda servir de garante y satisfaga a las dos partes.

Por ahora no existe ningún otro tema que ayude a mantener el diálogo. La reducción de armas nucleares ya no puede servir para ello. Primero, porque Rusia ya no ve ningún sentido en seguir reduciendo su armamento, porque así perjudicaría su propia capacidad defensiva justo cuando debe tomar en consideración otros factores también como China, que está rearmándose para ser una importante potencia militar. Además, aunque Rusia y EEUU decidan reiniciar este diálogo, éste nunca sustituirá a una agenda de pleno valor para el siglo XXI.  Las partes siguen recogiendo las últimas migajas de la mesa del siglo XX. Pero ya quedan muy pocas.

*Fiodor Lukiánov, es director de la revista “Rusia en la política global”, una prestigiosa publicación rusa que difunde opiniones de expertos sobre la política exterior de Rusia y el desarrollo global. Es autor de comentarios sobre temas internacionales de actualidad y colabora con varios medios noticiosos de Estados Unidos, Europa y China. Es miembro del Consejo de Política Exterior y Defensa y del Consejo Presidencial de Derechos Humanos y Sociedad Civil de Rusia. Lukiánov se graduó en la Universidad Estatal de Moscú.
 
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE RIA NOVOSTI

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