Quedan dos semanas para las elecciones presidenciales en Rusia y dos meses y medio hasta la inauguración del nuevo mandato. Es hora de hacer un resumen de la presidencia de Dmitri Medvédev. Toda la atención se centra ahora en el mentor del presidente saliente y su sucesor más probable, Vladímir Putin, que está desarrollando una campaña electoral muy activa, haciendo múltiples declaraciones en el marco de su programa sobre aspectos como la política exterior, la esfera que se encontró fuera del ámbito de su competencia mientras ocupó el cargo de primer ministro del país.
¿Qué hechos acontecidos en la época de Medvédev quedarán como los más significativos en la historia de la política exterior rusa? La iniciativa sobre la nueva arquitectura de la seguridad europea, propuesta en el curso de la visita a Alemania en junio de 2008, un mes después de asumir el cargo. La Guerra de los cinco días contra Georgia con la subsiguiente declaración sobre la “esfera de intereses privilegiados”, así como el reconocimiento de la independencia de Abjasia y Osetia del Sur. La guerra del gas con Ucrania, debido a la cual una parte de Europa quedó sin calefacción en pleno invierno. Luego, la firma del pacto con el presidente ucraniano, Yanukóvich, en la ciudad de Járkov: Ucrania recibió un descuento para el gas ruso a cambio de la permanencia prolongada de la flota rusa del mar Negro en Crimea. La prolongación de la estancia de las tropas rusas en Armenia hasta 2044, los activos esfuerzos por el arreglo del problema de Alto Karabaj. El reinicio de relaciones con Estados Unidos, la firma del nuevo Tratado START (Tratado de Reducción de Armas Estratégicas Ofensivas). La suspensión de las ventas de misiles S-300 a Irán, que provocó gran descontento por parte del Comité Industrial Militar ruso. El interés muy elevado por Asia, y no sólo por China: se hizo una propuesta para el enfoque totalmente nuevo en la solución al problema coreano a través de un gran proyecto energético. La colisión con los presidentes de Ucrania (Víctor Yuschenko) y Bielorrusia (Lukashenko), incluida la activa campaña informativa contra éste último. La sorprendente abstención a la hora de vetar la resolución para la intervención en Libia, y el subsiguiente reconocimiento de este error. La visita a las islas Kuriles del Sur, que provocó un agravamiento drástico de las relaciones con Tokio.
Podríamos añadir a esta lista la unión aduanera y el progreso en las relaciones con Polonia, pero en estos dos casos el papel decisivo del primer ministro Vladímir Putin es evidente. También es verdad que en el periodo de la primavera de 2008 al otoño de 2011 no hubo una política exterior de Dmitri Medvédev, sino que fue un tándem Medvédev-Putin aunque el primer ministro quedase, en muchos casos, entre bastidores.
Analizando la lista de los hitos de la política exterior de Medvédev, podemos sacar una conclusión paradójica. Originalmente, el presidente fue calificado como un mandatario proccidental, debido a su estilo afable y retórica modernizadora, agradable para Europa y EEUU. Sin embargo, apenas hubo algún avance en dirección occidental. Al mismo tiempo, las iniciativas que podríamos definir como anti o alter occidentales resultaron más exitosas.
La única excepción es el reinicio con EEUU. Dentro del marco estrecho que se le concedió, tuvo éxito. La esencia del reinicio consistió en normalizar las relaciones con Washington, sacarlas de la vía muerta en la que se encontró tras la presidencia de George W. Bush, devolverlas a un formato más o menos funcional. Estos objetivos sí que fueron alcanzados, igual que quedaron resueltos los problemas incluidos en la agenda desde el inicio: el tránsito afgano, las sanciones contra Irán, el nuevo START e incluso la entrada de Rusia en la Organización Mundial del Comercio. El reinicio no planteó la elaboración de un nuevo modelo de relaciones ruso-estadounidenses, así que no cabía esperar ningún milagro. En este sentido, las nuevas administraciones tendrán que empezar casi desde cero.
En lo que a las relaciones con la OTAN o la UE se refiere, no hay nada de qué jactarse. La iniciativa para la seguridad europea no fue nada más que un elemento efímero de un juego sin fin en una Europa que se está convirtiendo en una periferia estratégica. La Asociación para la Modernización apenas tuvo eficiencia alguna, y las declaraciones relativas a la Defensa Antimisiles (DAM) europea no llegaron a plasmarse. Hay que destacar que la discusión acerca de la DAM no fue estéril: tuvo un fruto absolutamente negativo.
Teniendo en cuenta las condiciones en las que se encuentra la Unión Europea y la parte europea de la Alianza Atlántica, no es un momento oportuno para proyectos de gran escala. Más aún, cuando quedaba poco ya del mandato actual, resultó que ni siquiera se puede calificar las relaciones entre Rusia y Europa como neutras: el ataque coordinado contra el consorcio ruso Gazprom, una nueva agudización de la competencia en el campo de los oleoductos, y las discrepancias intransigentes respecto a Siria mostraron las importantes contradicciones que hay entre nuestros intereses.
El paso más exitoso respecto a las relaciones con Occidente fue, por muy extraño que parezca, la operación más criticada por éste, la guerra en Osetia del Sur. Pese al choque inicial y las amenazas de aislar a Moscú, se puso de manifiesto bastante pronto que la capacidad de demostrar la fuerza a tiempo les hace a tus socios tomarte más en serio. Pasado más tiempo, la guerra contra Georgia va a ser el símbolo de toda la política exterior de Dmitri Medvédev, aunque esto no encaja con su imagen pública en absoluto.
En el periodo de presidencia de Medvédev, Rusia alcanzó ciertos logros en Asia. En Moscú empezaron a discutir la necesidad de elaborar una estrategia exhaustiva que combine la tarea de restablecer las posiciones en la región Asia-Pacífico y la del desarrollo del Oriente lejano ruso. El proyecto de gasoducto transcoreano es una premisa para un nuevo enfoque de la solución, y el reto lanzado en las Kuriles es una muestra de que Rusia nunca dejará la región asiática. Una muestra orientada no tanto a Japón como a China, pese a las aparentemente maravillosas relaciones de ahora.
Medvédev trazó una línea que Putin, seguramente, seguirá desarrollando: la de la transformación de Rusia en una potencia con sus zonas de influencia como horizonte (como esta región será toda Eurasia, hay en ello también algún elemento de carácter global). Las mencionadas declaraciones sobre la esfera de intereses privilegiados (es decir, el reconocimiento de que los intereses tienen sus fronteras exactas, y no abordan todo el globo, como en el caso de la URSS o EEUU), así como la abstención a la hora de votar contra la intervención en Libia, y los esfuerzos activos por estimular la integración en el espacio post soviético (la Unión aduanera, Organización del Tratado de la Seguridad Colectiva, la zona de libre comercio en la Comunidad de Estados Independientes) evidencian lo mismo: Rusia está localizando sus prioridades, que están ubicadas a lo largo de sus fronteras, y lo demás es sólo un medio para alcanzarlo. Aunque el proceso empezó recientemente, cada vez vemos más signos que confirman su desarrollo.
El periodo después de la guerra contra Georgia, que sin duda alguna fue una muestra tardía del estilo de Putin, se puede calificar como la época de la estabilización de la política exterior, una pausa natural. Para otoño de 2008 Rusia había agotado todas sus capacidades para el restablecimiento político tras la desintegración de la URSS. Había que replantear la situación y formular tareas nuevas, un proceso que todavía no ha concluido y al que Putin tendrá que darle más sentido práctico. Además de la unión euroasiática, proclamada como el objetivo primordial, el candidato a la presidencia todavía no ha mencionado ninguna otra dirección seria de política exterior. Sin embargo, la reciente reunión de Putin con politólogos mostró que el jefe de Gobierno sigue tomando muy en serio las relaciones con EEUU. Los cuatro años de estancamiento, durante los cuales la carga de las relaciones exteriores la llevó el presidente Medvédev, no lo hicieron menos emocionante cuando se trata de lo que ve como dictado y un descaro por parte de Washington.
Putin había hecho muchos esfuerzos para establecer con EEUU contactos en el ámbito de los negocios que podían ser mutuamente provechosos, pero lo único que ve ahora es la evidente falta de respeto hacia Rusia, un socio al que hay que tratar de igual a igual. Los sentimientos al respecto, que le atormentan, influirán en buena medida en la agenda ruso-estadounidense. Si no fuera por EEUU, cuya actitud Putin toma como un agravio personal, su línea de política exterior podríamos calificarla como puramente pragmática.
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE RIA NOVOSTI
*Fiódor Lukiánov, es director de la revista “Rusia en la política global”, una prestigiosa publicación rusa que difunde opiniones de expertos sobre la política exterior de Rusia y el desarrollo global. Es autor de comentarios sobre temas internacionales de actualidad y colabora con varios medios noticiosos de Estados Unidos, Europa y China. Es miembro del Consejo de Política Exterior y Defensa y del Consejo Presidencial de Derechos Humanos y Sociedad Civil de Rusia. Lukiánov se graduó en la Universidad Estatal de Moscú.
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