Una zona especial del cerebro procesa los más principios fundamentales del ser humano como la religión, la identidad étnica y el código moral, a diferencia de otros menos importantes, a los que la persona puede renunciar al verse presionada, dice un artículo publicado en la revista Philosophical Transactions of the Royal Society.
Gregory Berns y sus colegas de la Universidad de Emory, Atlanta, EEUU, desarrollaron una metodología original para estudiar cómo el cerebro procesa las normas más profundas.
Un grupo de 32 voluntarios atentos a un monitor aceptaron o rechazaron planteamientos propuestos mientras que un tomógrafo controlaba el funcionamiento de sus cerebros.
Algunas afirmaciones eran neutrales, como por ejemplo “Usted toma té”, mientras que otras se referían a temas que provocan debates en la sociedad: “Usted apoya el derecho de las personas de orientación sexual no tradicional a concertar matrimonio” o “Usted es partidario de prohibir el aborto”.
Después, los científicos propusieron a los participantes del experimento renunciar a sus afirmaciones, ofreciéndoles hasta 100 dólares por hacerlo. El tomógrafo permitía ver qué zonas del cerebro se activaban en el momento de rechazar el individuo esa oferta.
Las zonas relacionadas con la espera de un premio permanecían pasivas cuando se trataba de “defender” los valores fundamentales. Además, se registraba más alta actividad de los centros de los “principios inamovibles” en las personas pertenecientes a determinados grupos sociales: los creyentes, los hinchas de un deporte o los admiradores de un grupo musical.
El experimento permitió a los científicos llegar a la conclusión de que son absolutamente ineficaces los métodos de estímulo y castigo cuando se trate de los intentos de hacer a la gente renunciar a sus convencimientos “sagrados”, porque tales convencimientos no se procesan en la zona cerebral que sopesa el provecho que puede aportar una u otra actitud.