En enero de 2012 Estados Unidos inicia el largo camino hacia las presidenciales a celebrarse el 6 de noviembre.
Todo lo ocurrido hasta ahora - registro de los candidatos, debates televisivos a nivel local – era un preludio.
El 3 de enero pasado se celebró el histórico “caucus” de Iowa, asamblea electiva del Partido Republicano, destinada a demostrar quién de sus nueve candidatos es capaz de competir con Barack Obama. O, más bien, si los republicanos tienen al candidato que reúna los votos para relevar a Obama en la Casa Blanca.
¿Quién ganará? Esa es la cuestión.
Quizás, alguna de las profecías de Nostradamus aluda a los resultados de las presidenciales en EEUU, pero ningún analista serio se atreve a predecirlos ahora. Todo dependerá de la situación económica, tasa de desempleo y del candidato republicano.
Unos creen que Obama tiene las mismas posibilidades de ganar que de perder. Otros afirman que tiene algunas más de ganar y la ventaja de que los republicanos no tienen un candidato fuerte ni un claro programa económico, y, por lo tanto, es menos arriesgado apostar por él que por cualquier republicano. Otros pronostican la victoria de los republicanos “por los pelos”. O sea, hay más o menos tantos escépticos como optimistas.
Los demócratas no celebrarán las primarias este año, porque Obama aspira a ser reelegido y esto ya es una ventaja indiscutible: no hará falta derrochar fuerzas en las confrontaciones interpartidarias para nominar al candidato durante el congreso nacional del partido convocado para septiembre en Carolina del Norte. En vez de esto, el inquilino actual de la Casa Blanca podrá centrarse en destacar los logros de su Administración.
En 2008, la lucha por la nominación entre Barack Obama y la actual secretaria de Estado de EEUU, Hillary Clinton, no concluyó hasta celebrarse el congreso del Partido Demócrata y por poco le cuesta el triunfo electoral. Si Estados Unidos hubiera tenido en aquel momento a un presidente menos irritante que George Bush hijo ó los republicanos a un candidato más joven y fuerte que John McCain, no se sabe en qué habría terminado aquello.
Referéndum en lugar de elecciones
El presidente de EEUU volvió de vacaciones el pasado 2 de enero y ahora intentará aprovechar al máximo las posibilidades del poder para avanzar en la carrera electoral. Como siempre ocurre en el año de las presidenciales, el presidente actual, listo para la reelección, tendrá una agenda muy apretada con los viajes por el país.
Para Obama estas elecciones son muy especiales. En realidad, más que elecciones será un referéndum para valorar los cuatro años del gobierno del 44º presidente de EEUU y el primer afroamericano en este puesto. Y la verdad es que se celebra en el momento muy complicado para el país.
Si los estadounidenses fueran un poco más pacientes, un poco más dóciles, comprensivos y agradecidos, Barack Obama, seguramente, se quedaría en la Casa Blanca por otros cuatro años.
Así reconocerían que el actual mandatario tuvo muy mala suerte. En 2008, al llegar a la presidencia, se enfrentó con el “legado” de Bush: dos guerras, en Iraq y en Afganistán, una crisis financiera y económica desconocida en los últimos 90 años, una deuda soberana colosal y un escándalo en torno a las torturas en la cárcel de Gantánamo. A eso se añadieron las revoluciones árabes y un gobierno muy conservador en Israel, principal aliado de EEUU en el Oriente Próximo.
Menos mal que la política internacional no influye en los resultados de los comicios, excepto la situación en Iraq y Afganistán, que para los estadounidenses ya se ha convertido en un problema casi doméstico.
Obama prometió paz en el Oriente Próximo, pero no hay paz, prometió “reinicio” en las relaciones con Rusia, pero el “botón” se ha quedado atascado. El presidente estadounidense no fue capaz de justificar el Premio Nobel de la Paz recibido en 2009 por anticipado. Europa, sobre todo Alemania, hace caso omiso de sus propuestas de solucionar el problema del euro pagando las deudas de los países con problemas de la UE. La situación no es fácil.
Pero cabe reconocer que con ese “legado” el primer mandato de Obama ha sido todo un éxito. A pesar de la envergadura de la crisis que azotó el país en 2008, se pudo evitar un colapso económico. Gracias a Obama.
Su Administración aprobó un paquete de estímulos económicos por importe de casi 800 mil millones de dólares, salvó de la bancarrota a las grandes empresas automovilísticas y bancos, inició una extraordinaria reforma del sistema de sanidad y diseñó mecanismos para regular el mercado financiero. También Osama bin Laden fue eliminado durante el mandato de Obama.
Sin embargo, el electorado suele ser insensible a los éxitos pasados. El corazón del elector se cierra cuando en su bolsillo hay cada vez menos dinero. Si hoy está mal y no está seguro en el día de mañana, poco le importan los problemas de los demás, menos los del presidente.
¿Será Obama reelegido?
Creo que es casi seguro. Los electores estadounidenses tienen poca paciencia, pero esto es así tanto con respecto a Obama, como con los candidatos republicanos.
Estos están ahora mismo muy envueltos en la lucha por la nominación, como Clinton y Obama en 2008, y, por lo visto, lo estarán hasta el congreso nacional del partido en Flórida, a finales de agosto. De momento arremeten contra el actual presidente y a la vez uno contra otro.
En el juego quedan ocho candidatos. El ex portavoz de la Cámara Baja, Newt Gingrich; el ex gobernador de Utah y ex embajador en Singapur y China, Jon Huntsman; el ex gobernador de Nuevo México, Gary Johnson; el gobernador de Texas, Rick Perry; el ex gobernador de Massachusetts, Mitt Romney; la congresista Michele Bachmann; el ex senador de Pensilvania, Rick Santorum, y el congresista Ron Paul.
Es imposible predecir quién de ellos será nominado candidato. Al día de hoy lidera Romney, le siguen Gingrich y Ron Paul, alternándose. El verano pasado, Gingrich estuvo a punto desaparecer de la lista por sus atrevidas declaraciones.
Dicen que Romney tiene más posibilidades de quedarse el primero y que es posible que Gingrich sea el segundo. Aquél es moderado, éste conservador, de modo que equilibrarían el uno al otro.
Pero los caucus de Iowa no aclaran nada. Intentar pronosticar quién será el oponente de Obama en las presidenciales según sus resultados es como intentar adivinar la profesión de un niño que acaba de empezar la primaria. Hay que esperar al “supermartes”, el día de las primarias en 10 Estados estadounidenses a principios de marzo.
Mientras tanto, la popularidad de Obama va creciendo. Según los últimos sondeos de Gallup, le apoyan el 46% de los electores frente al 40% a finales de verano, y el 41% a principios de diciembre. Según otros sondeos, esta cifra llega al 49%. Esto no garantiza que Obama se quede en la Casa Blanca pero sí marca una tendencia.
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE RIA NOVOSTI