El Tribunal Supremo (TS) de Bielorrusia sentenció a pena de muerte a Dmitri Konoválov y Vladislav Kovaliov, habitantes de Vítebsk, acusados de cometer el atentado terrorista en el metro de Minsk el pasado 11 de abril.
Es probable que la sentencia se ejecute pronto teniendo en cuenta que el presidente bielorruso, Alexander Lukashenko, suele rechazar las solicitudes de indulto. En el caso de que ambos sean fusilados, las circunstancias reales de este atentado, que causó 15 muertos y más de 200 heridos, nunca podrán salir a la luz pública.
Quedan muchos interrogantes en torno al atentado como cuáles fueron los motivos o cómo lograron prepararlo todo.
¿Qué querían conseguir los jóvenes terroristas? ¿Desestabilizar la situación política en Bielorrusia, según lo afirma la acusación? Pero esta explicación parece muy vaga. ¿Para qué querían los acusados la inestabilidad política? ¿Para llegar al poder o quizás expresar sus ideas extremistas? Esta pregunta sigue sin respuesta.
"Tienen cabeza de chorlito", dijo Grigori Vasilévich, Fiscal General bielorruso.
Mientras tanto, en mayo, el Fiscal General declaró que Konoválov no padecía ningún trastorno psíquico o enfermedad mental en el momento de preparar y perpetrar el ataque. Y el Tribunal Supremo lo confirmó el 30 de noviembre basándose en los resultados de un examen forense practicado a Konoválov.
La pena de muerte, calificada como sanción “inhumana” en Europa, permite a Lukashenko solucionar varios problemas políticos.
“Últimamente, el tono acusatorio predomina en los reportajes realizados sobre el tema en cuestión”, afirma Alexandr Klaskovski, bielorruso experto en política.
El atentado del 11 de abril en la estación de metro “Oktiabrskaia” fue la gota que colmó el vaso para perjudicar la imagen de Bielorrusia en cuanto a la seguridad nacional.
Esta reputación del país eslavo, tan importante para Lukashenko, ya fue minada dos veces, por las explosiones ocurridas en Vítebsk en 2005 y en Minsk, en 2008.
Tras el mencionado acontecimiento en Minsk que causó 59 heridos, los servicios de seguridad y las fuerzas del orden público bielorrusas llevaron a cabo las investigaciones y Lukashenko prometió encontrar y castigar a los responsables, pero no lo consiguió.
Aunque el presunto ejecutor de la masacre fue detenido. Declararon culpable a Konoválov, acusado de haber perpetrado todos los actos terroristas. De esta manera, el Tribunal Supremo libera al presidente Lukashenko de todos los problemas.
El terrorista que actuó practicamente sin cómplices tenía menos de 20 años cuando cometió el primer atentado.
“Por falta de conocimientos en materia, estos jóvenes no habrían podido fabricar un artefacto explosivo en un sótano de 1 m²”, afirma la defensora de derechos humanos bielorrusa, Liudmila Griaznova.
La madre de Kovaliov también está segura de que su hijo es inocente y se prepara para solicitar el indulto.
Según muestra la experiencia, el mandatario bielorruso no tiene pinta de estar dispuesto a perdonar a los condenados. Durante todos sus mandatos presidenciales, Lukashenko tomó la decisión de satisfacer solo una solicitud de indulto y conmutó la pena de muerte por 20 años de cárcel en 1996. Pero el nombre de la persona indultada nunca se dio a conocer.
Según Klaskovski, durante el período de “coqueteo” con Occidente, de 2008 a 2010, cuando Bielorrusia estuvo a punto de adherirse al Consejo de Europa, el presidente bielorruso se negó a satisfacer la petición de Strasbourg e indultar a dos condenados a pena de muerte. Ambos fueron fusilados en 2010.
En principio, Lukashenko tampoco cambiará de postura en este caso.
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTl CON LA DE RIA NOVOSTI