Hace cien años, el 7 de noviembre de 1911, nació Mijaíl Yánguel, diseñador soviético de los sistemas de misiles más potentes del mundo.
Todos sus colegas del gremio trabajaron para el Ministerio de Defensa, pero Yánguel colaboró para el departamento militar de la URSS más que nadie.
Los tres pilares de la industria nacional de misiles
Fueron tres personas las que definieron la fisonomía de la industria nacional de misiles. Serguei Koroliov, diseñador de cohetes, el ingeniero más célebre, más afortunado, más tenaz y ambicioso de los años 50 y 60 del siglo pasado, y Vladimir Chelomei, también diseñador de cohetes, el favorito del entonces líder soviético Nikita Jruschov, aficionado tanto a las intrigas burocráticas como a la ingeniería de misiles. Y Mijaíl Yánguel, el padre de la industria de misiles de la URSS.
Los tres habían empezado a trabajar juntos pero sus caminos se separaron y cada uno se dedicó a desarrollar una rama distinta. El poderoso “dueño” del sector, Dmitri Ustínov, ministro para Armamento y, posteriormente, ministro de la Industria de Defensa de la URSS, se oponía a la monopolización de la industria de Defensa.
Por lo tanto, ya en los inicios de la industria de misiles, Ustínov planeó la “reduplicación” de los profesionales. Fue de esta manera cuando Yánguel se vio, primero, enfrentado a su colega Koroliov y, luego, separado de su equipo de trabajo. Dadas estas circunstancias, trabajó de manera independiente.
Yánguel encabezó la Oficina de Diseños Experimentales 586 (OKB-586, por sus siglas en ruso) con una planta adjunta en la ciudad ucraniana de Dnepropetrovsk, la futura empresa Yuzhmash.
Simple y seguro como una pala
Sería más tarde cuando Chelomei propondría a los militares un misil ligero UR-100, cuyos lejanos descendientes, UR-100NUTTH, hasta ahora siguen en arsenales de las fuerzas especiales rusas. Mientras el proyecto del misil pesado UR-500 serviría para crear el cohete portador Proton, que, junto con Soyuz, diseñado por Koroliov, representa un símbolo reconocido de la aeronáutica nacional.
Más tarde, Koriolov, tras una serie de fracasos de su misil R-9A, renunció definitivamente a la ingeniería de misiles en favor de la aeronáutica, donde conseguiría muchos éxitos.
Pero al principio, los grandes diseñadores luchaban por obtener un encargo militar. Koroliov desarrollaba a la vez misiles de combate y a veces naves espaciales, fracasando en ambas áreas. Chelomei se encargaba de diseñar portadores súper pesados y sistemas de defensa antiaérea.
Mientras tanto, Yánguel, que se dedicó desde el principio al diseño de misiles, seguía con constancia y tesón su trayectoria profesional, sin prisa pero sin pausa. La característica básica de su desarrollo era la simplicidad y la seguridad.
Los experimentos de Koroliov con el combustible para cohetes suscitaban desconfianza en el ejército, los cohetes de Chelomei con frecuencia eran criticados. Pero la filosofía de la técnica de Yánguel coincidía por completo con la tradición militar nacional: las armas tienen que ser seguras y simples como una pala.
Las palas que explotan
Sin embargo, un misil no es una pala. Tras el éxito fulminante del cohete de alcance medio R-12, el favorito de los militares soviéticos y rusos que se mantuvo en servicio durante varios años, Yánguel recibió el encargo para un misil intercontinental.
Su rival en esta tarea fue Koroliov con el diseño de R-9A que representó un enfoque antagonista en la construcción de los misiles. Koroliov apostaba por cohetes de motores criogénicos que utilizaban oxígeno líquido, muy complejo y peligroso para cargar el combustible, pero extraordinariamente capaz en lo que se refiere a la carga útil.
Yánguel, tras haber estudiado la tecnología adecuada, indicó que los sistemas de misiles militares precisaban de un combustible que tiene el punto de ebullición más alto para poder prescindir de los complejos equipos criogénicos. En este caso los cohetes podían permanecer en las bases de lanzamiento mucho tiempo, a diferencia de los que funcionaban con oxígeno que tenían un margen muy limitado de tiempo necesitando a la vez un constante bombeo de los componentes del combustible.
Yánguel inició los ensayos de su misil R-16 en octubre de 1960, empujado y motivado por la “competición” con Koroliov. El proyecto no estaba terminado y presentaba fallo tras fallo. Pero el Comandante de las Tropas de Misiles Estratégicos, Mitrofán Nedelin, tenía ordenado conseguir que el lanzamiento del prototipo se efectuase antes del 7 de noviembre.
Fue la única ocasión en la que Yánguel se dejó llevar y, en contra de sus principios, no insistió en que los ensayos fueran interrumpidos. El 24 de octubre de 1960 el sistema de control del misil R-16, cargado y puesto en la rampa de lanzamiento, activó, debido a un fallo técnico, los motores de la segunda etapa provocando una gigantesca explosión. 126 personas, incluido Nedelin, murieron en esta catástrofe a la que se la ha dado el nombre de “El desastre Nedelin”.
Adelante y arriba
El propio Yánguel se salvó de milagro: un par de minutos antes de la explosión salió de la rampa para fumar un cigarro. A causa de la catástrofe sufrió un infarto y cayó en una larga depresión.
Circulaban rumores de que Jruschov planeaba cerrar la OKB-586 y destituir a su jefe. Más tarde murió Koroliov y se retiró Chelomei, mientras Mijaíl Yánguel seguía trabajando en su puesto. Tras mejorar el prototipo de R-16, desarrolló el cohete táctico-operativo R-14 y luego el misil pesado R-36.
No tenía tiempo para pensar quién era el más importante en el sector, estaba muy ocupado haciendo armas.
La obra cumbre de Yánguel es el misil nuclear soviético R-36M, más conocido en el mundo con una clasificación inventada por la OTAN, Satanás. Es el símbolo más representativo de la guerra fría: más de ocho toneladas de carga útil, hasta diez cabezas nucleares y más de doscientas toneladas de peso.
El diseñador no presenció el primer lanzamiento de este misil ya que falleció a los 59 años a causa de su quinto infarto. Pero ya había plasmado todas sus ideas y conocimientos en el R-36M.
Fue Yánguel el que desarrolló y defendió para este prototipo el concepto de "lanzamiento en frío". Según este esquema los motores se encienden en el aire. Al principio la idea resultó extraña para los demás ingenieros de la oficina. Tras escuchar todas las críticas de sus colegas, el jefe de la OKB-586 dijo: “Les he oído. Entonces, hacemos el lanzamiento en frío”.
Y lo hizo, como hizo muchas otras cosas. Recordaba demasiado bien la explosión del 24 de octubre de 1960 y consiguió que los misiles se cargaran una sóla vez en la planta de fabricación. Desarrolló el primer sistema de bombardeo orbital que estuvo en servicio hasta el año 1983. Diseñó el portador pesado de propelente líquido con ojivas múltiples contra objetivos independientes. A los 58 misiles R-36M2 y R-36MUTTH les corresponde casi la mitad de todas las cabezas nucleares de las Tropas de Misiles Estratégicas de Rusia. Y este es el mejor regalo con el que podría soñar su creador, Mijaíl Yánguel.
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE RIA NOVOSTI
