Los alemanes que vivieron en la URSS también fueron víctimas de las deportaciones estalinistas

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Para la Unión Soviética, los años de la Gran Guerra Patria (1941-1945) no sólo se caracterizaron por el esfuerzo extraordinario en la lucha a muerte contra el invasor nazi, sino también por actos de injusticia, discriminación y represión contra una parte del pueblo soviético.

Para la Unión Soviética, los años de la Gran Guerra Patria (1941-1945) no sólo se caracterizaron por el esfuerzo extraordinario en la lucha a muerte  contra el invasor nazi, sino también por actos de injusticia, discriminación y represión contra una parte del pueblo soviético.

Uno de los ejemplos fueron los llamados pueblos castigados. El motivo oficial de las deportaciones totales a las que fueron sometidos fue el castigo por su “traición” o la prevención de que esto pudiera ocurrir.

La acusación y posteriormente la imposición de castigos colectivos siguiendo criterios étnicos es indudablemente un grave crimen contra la humanidad.

Entre todas las etnias que componían el pueblo soviético, tanto de deportadas como de las que no tuvieron que pasar por la deportación, hubo héroes y traidores, abnegados y cobardes. La acusación de traición hecha a pueblos enteros, aparte de injusta, fue completamente hipócrita: cerca de 60-65 millones de personas, residentes de las zonas ocupadas por el enemigo, se vieron obligados a entrar en contacto con las autoridades colaboracionistas. Centenares de miles de personas lo hicieron  de una manera muy activa, manchándose las manos con actos de verdadera traición y con la sangre de sus compatriotas.

Sin embargo, precisamente en los años de la guerra las razones étnicas fueron el principal motivo de las migraciones forzosas en la URSS. En época de guerra la frontera estatal coincidió  con la línea del frente, de modo que las deportaciones preventivas de finlandeses, griegos, rumanos y alemanes, junto con las evacuaciones masivas de la población civil de las zonas adyacentes al frente pudieron  considerarse también, hasta cierto punto, como medidas de prevención de consecuencias indeseables en los territorios fronterizos.

El primero y más fuerte embate de la deportación afectó a los alemanes soviéticos: 1,2 de los cerca de 1,5 millones de alemanes que vivían en la URSS fueron sometidos a diferentes tipos de deportación; algunos de ellos tuvieron que sufrir dos o tres deportaciones.

Todo parece indicar que la disposición de deportar a los alemanes soviéticos no fue premeditada, sino que surgió de manera espontánea. El 3 de agosto,  el Comandante de la Frente Meridional envió un telegrama a Stalin informando sobre la cálida acogida dispensada en Ucrania a los invasores nazis. La reacción de Stalin fue instantánea y la resolución por él firmada no dejó lugar a dudas: “Al camarada Béria. Hace falta deportar a lo grande, I. St.” Y fue eso lo que hizo el camarada Béria, extendiendo la orden a todo el territorio de la Unión Soviética.

No obstante, las disposiciones prácticas sobre la deportación de los alemanes del principal núcleo de residencia, la región del Volga, y de su instalación en otros territorios sólo fueron dictadas el 26 y el 27 de agosto. Es de suponer que esta demora se debió a la necesidad de recoger la cosecha, aunque fuera parcialmente.

Béria ordenó que la operación pertinente se llevara a cabo entre el 3 y el 20 de septiembre y creó un Estado mayor, encabezado por su asistente I. Serov. La República de los alemanes del Volga fue unida a efectos de la deportación con la provincia de Sarátov y Stalingrado y se enviaron allí unidades especiales de efectivos del Comisariado Popular del Interior (NKVD por sus siglas en ruso), 1550 personas, de la policía, 3.250 personas y las tropas del NKVD, 12.100 personas.

Las autoridades de dichas regiones fueron informadas el mismo día y al día siguiente el buró de cada comité provincial decretó el cumplimiento obligatorio de la resolución. En cada provincia se formaron grupos operativos de tres personas, que incluían a un importante representante del centro del distrito y al jefe del Departamento local del NKVD. Efectivos del NKVD fueron enviados también a la zona “de recepción”, los territorios de Krasnoyársk y Altay, las regiones de Omsk y Novosibirsk y la República de Kazajstán, donde, junto con los representantes locales del NKVD formaron grupos de dos personas, encargados de recibir a los deportados y de controlar su instalación en los lugares de acogida.

La envergadura de esta y las posteriores operaciones precisó de una especial organización. Era evidente que el GULAG (sistema de campos de trabajos forzados) era incapaz de asimilar el flujo de los sometidos a las represalias por razones administrativas, cuyo estatus era muy diferente del habitual para el  GULAG. Por eso, el 28 de agosto de 1941 en el marco del aparato central del GULAG fue formado el Departamento de deportaciones que se encargaría de recibir e instalar a los alemanes deportados.

El mismo día se hizo público el Decreto del Presidium del Soviet Supremo de la URSS “Sobre la migración forzada de los alemanes residentes en la región del Volga” que no era más que un procedimiento formal que otorgaba condición legal a las decisiones tomadas en el Ministerio del Interior y en el Kremlin.

Rellenando fichas para mandar a Siberia

A partir del 29 de agosto de 1941 las tropas del NKVD estaban listas para actuar. El esquema organizativo de la deportación era el siguiente: el territorio se dividía en sectores operativos, donde se formaban grupos de tres personas (Jefe del Departamento local del NKVD, el Jefe de la policía local y el Secretario del Comité del PCUS local). Dichos grupos a su vez se encargaban de formar grupos a nivel de distrito, elaboraban el horario de trenes y organizaban la recepción de los deportados.

Para redactar las listas de los deportados, los grupos operativos visitaban los koljoses, pueblos y ciudades y rellenaban fichas para cada familia que había de ser deportada. No se sometían a la deportación las familias compuestas por una alemana y un no alemán. Se les permitía a los deportados llevarse sus pertinencias, utensilios de uso agrario y doméstico y víveres para un mes, con un total de una tonelada por familia.

Los primeros trenes empezaron a llegar a Siberia y a Kazajstán a partir de mediados de septiembre. A pesar de algunos fallos, la operación en general se atenía a los plazos fijados entre el 3 y el 20 de septiembre. Se deportó a un total de 439.000 personas, 366.000 de la República de los alemanes del Volga, 47.000, de la provincia de Sarátov, y 26.000 personas, de la región de Stalingrado. A los deportados se los solía enviar a zonas rurales, con escasas excepciones, como por ejemplo la ciudad de Tomsk.

En los días 6 y 7 de septiembre fue liquidada la autonomía alemana del Volga, aunque de manera oficial nunca dejara de existir, y su territorio fue dividido entre la provincia de Sarátov (la ciudad de Engels y 15 cantones) y de Stalingrado (7 cantones). Menos de 1 año después, en mayo y junio de 1942, hubo represiones toponímicas: se cambiaron casi todos los nombres alemanes de las ciudades y los pueblos, de los cantones (distritos) y de los soviets de aldea.

No obstante, los primeros en someterse a la deportación no fueron los alemanes del Volga, sino de Crimea. De acuerdo con el decreto del Consejo para la evacuación del 15 de agosto de 1941, desde finales del agosto fueron sacados precipitadamente de sus lugares de residencia en la República Autónoma de Crimea, sin ser informados del destino. Se planeaba deportar a unas 60.000 personas, aunque parte de los alemanes de Crimea finalmente no fueron sometidos a deportación. Más de 50.000 personas fueron instaladas en el Territorio de Ordzhonikidze en el Cáucaso del Norte y unas 3.000 personas en la provincia de Rostov. Un mes más tarde, dada la veloz ofensiva del Ejército nazi, parte de los alemanes de Crimea se sometió a una segunda deportación.

Casi inmediatamente después de la firma del Decreto del 28 de agosto, las autoridades procedieron a tomar represalias contra los alemanes residentes en otras zonas de la URSS. De esta manera la mayor parte de los alemanes soviéticos fue trasladada a Siberia Occidental y a Kazajstán. Fue prohibida vedada la vida en las ciudades, tan habitual para muchos. Para el 25 de diciembre de 1941 de 904.000 alemanes soviéticos que habían de someterse a la deportación “por Decreto estatal”, habían sido deportadas 856.000 personas.

Al mismo tiempo, en la retaguardia había 24 distritos desde los que no se deportó a los alemanes. Sin embargo, recibieron, junto a sus compatriotas el estatus de deportado con todas las consecuencias que conllevaba. El 30 de octubre de 1941 fue aprobada la Disposición número 57 del Consejo de Comisarios del Pueblo “Sobre el traslado de las personas de procedencia alemana de las zonas industriales a las rurales”. Aquellos alemanes soviéticos que no fueron deportados, nada más lejos de ser dejados en paz, fueron trasladados a los sovjoses y koljoses de sus propias regiones de residencia. También se tuvo bajo control a los alemanes que vivían en lugares de difícil acceso y habían sido deportados en los años 1930-1931 por razones sociales, es decir, en el marco de la lucha contra los campesinos ricos, los llamados kulaks.


El Ejército Laboral

Un asunto especial relacionado con la deportación de los alemanes soviéticos fue el uso de los recursos laborales. La respuesta fue la movilización laboral de los alemanes y la formación con ellos en los años de la guerra del Ejército Laboral o Trudarmia. Sus “combatientes” eran movilizados de manera forzosa y se enviaban, como regla general, a sitios muy alejados de los lugares de residencia de sus familias deportadas. La misma suerte corrieron los alemanes retirados de las filas del Ejército Rojo a partir de septiembre de 1941.

Para principios de 1942 el Ejército Laboral contaba con 20.800 alemanes soviéticos. Las disposiciones especiales sobre la movilización de los alemanes deportados al Ejército Laboral de 10 de enero, 14 de febrero y 7 de octubre de 1942, así como las de 26 de abril y de 2 y 19 de agosto de 1943 concedieron a este proceso dimensiones globales, significando la casi completa movilización de la población alemana deportada activa. Se formaban destacamentos de 1.500 – 2.000 personas, divididas en columnas de 250 – 500 personas y en brigadas de 35 – 100 personas de acuerdo con las distintas producciones industriales.

Las condiciones de vida poco se diferenciaban de las de GULAG: alambradas, torres de vigilancia, controles, comida caliente dos veces al día, un día descanso cada 10 días. La única excepción era la falta de guardias al ir y salir de trabajar. Los “combatientes” de este Ejército se comprometían a cubrir con su trabajo los gastos de su mantenimiento; el resto de las ganancias, en caso de haberlas, se acumulaba en su cuenta corriente.

Si los primeros dos reclutamientos al Ejército Laboral (en enero y febrero) afectaron únicamente a los hombres de edades comprendidas entre los 17 y los 50 años, deportados y lugareños, respetivamente, el tercer reclutamiento alcanzó a hombres de entre 15 y 55 años de edad y mujeres entre 16 y 45 años de edad, a excepción de las embarazadas y madres de niños menores de 3 años. Por evadir la movilización, negarse a trabajar o realizar acciones de sabotaje, se castigaba con severidad, a veces con el fusilamiento.

El Ejército Laboral fue suprimido sólo en enero-marzo de 1946. A sus miembros no se les permitió abandonar las fábricas a las que estaban adscritos, pero sí trasladarse fuera del campamento vigilado y traerse a sus familias. Para entonces habían estado en el Ejército Laboral un total de 317.000 alemanes soviéticos, es decir, más de un tercio de los deportados y más de un cuarto de los fichados para la deportación.

Merece la pena señalar que la deportación total de los alemanes soviéticos en los años de la Gran Guerra Patria fue la campaña de deportación más importante de la época de guerra y la segunda más significativa en la historia del país.
 

LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE RIA NOVOSTI

 

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