La calificadora internacional de riesgos crediticios Standard&Poor’s (S&P) cambió de “estable” a “negativa” su proyección con respecto a la economía estadounidense y en los próximos dos años podría revisar a la baja la nota de solvencia de EEUU con una probabilidad del 50%, escribe hoy el diario Moskovskie Novosti (MN).
Expertos de S&P mantienen la calificación de EEUU al nivel máximo, AAA, pero han cambiado a “negativo” el pronóstico sobre su futura evolución alegando el ingente déficit público y la creciente deuda externa. La Administración demócrata en la Casa Blanca y sus oponentes del Partido Republicano parecen incapaces de acordar una respuesta a este problema, por lo que la calificadora se ha decantado por rebajar la proyección.
Analistas de Standard&Poor’s son perfectamente conscientes de que el caso de EEUU es diferente al de Grecia y Portugal: la mayor economía mundial aún ostenta la nota de sobresaliente y es la emisora de la principal moneda de reserva. Ahora bien, a menos que proceda a recortar el déficit público antes de 2013 y frene el incremento de la deuda externa, sus indicadores financieros estarán “notablemente por debajo de los de otros países con la triple A”.
El economista Kenneth Rogoff, autor del libro “Esta vez es distinto” (“This time is different”), subrayó en una reciente entrevista con MN que “EEUU es igual a los demás países, es del mismo planeta”. “Claro que los americanos se creían diferentes pero ¿cuántas veces hemos escuchado la cantinela de siempre?”
Standard&Poor’s constata que los políticos estadounidenses llevan dos años sin acordar una solución para disminuir la presión financiera a largo plazo. Las discrepancias entre los demócratas y los republicanos no dejan enmendar la situación presupuestaria en un plazo reducido. Incluso un asunto trivial como aumento del límite máximo de la deuda pública dio origen a las batallas en el Congreso de EEUU: los republicanos se empeñan en que la Administración de Barack Obama presente simultáneamente un programa de austeridad.
Ambos bandos difícilmente fraguarán un acuerdo en lo queda hasta las elecciones presidenciales y parlamentarias de 2012, de manera que la nueva política fiscal tendrá cabida sólo en el presupuesto de 2014, en el mejor de los casos. La posición de EEUU en ese contexto resulta menos ventajosa que la de Gran Bretaña, Francia, Alemania o Canadá, países que tienen calificaciones similares pero no han tardado tanto en lanzar programas para la reducción del déficit público.
El déficit público de EEUU, según las estimaciones de S&P, será de un 80–84% del PIB en 2013, e incluso un 90% en el peor de los casos. Por si fuera poco, el presupuesto tendrá que cargar con la recapitalización de las agencias hipotecarias Fanni Mae y Freddie Mac, lo que equivale a un 3,5% del PIB. También está en tela de juicio la devolución de algunos créditos y empréstitos concertados contra garantías del Estado. En total, la crisis financiera podría originar para el presupuesto estadounidense un gasto del 34% del PIB.
El director general de la inversora Pimco, Mohamed El-Erian, señaló en declaraciones a Bloomberg que la decisión de S&P es una señal para que Washington mejore el control del déficit público. Lo necesitan tanto EEUU como la economía mundial. La ausencia de creíbles reformas presupuestarias a mediano plazo podría traducirse para EEUU en el encarecimiento de los créditos, la debilitación del dólar y el deterioro de las perspectivas de empleo, inversión y crecimiento económico.