Si en unas elecciones participa mucha gente descontenta, el resultado de las mismas no puede ser más que una severa condena.
Si en estas elecciones participan muchos irlandeses descontentos, el resultado va más allá de la condena, para convertirse en un acto de venganza. Así las cosas, el pueblo irlandés acudió el pasado 25 de febrero a las urnas para vengarse de uno de los más antiguos y, en su día, más respetados partidos de la isla, Fianna Fáil (los “Soldados del Destino”).
Resultado predecible
La batalla electoral estaba ya a todas luces perdida por los “Soldados”. La sentencia se produjo el año pasado cuando el partido llevó al país a una crisis financiera sin precedentes. Los resultados de los comicios eran tan evidentes que incluso antes de finalizar el escrutinio, el todavía no elegido primer ministro, Enda Kenny, ya estaba anunciando su primera visita a Bruselas.
En las primeras semanas de marzo, Kenny, líder de la oposición y del partido Fine Gael (traducido del celta “Familia, o Tribu de los Irlandeses”) visitará la sede de la Unión Europea para intentar revisar las condiciones del crédito de casi 90 mil millones de euros, destinado al rescate de Irlanda. Recordemos que la quiebra financiera del país fue precisamente la razón de haber convocado las elecciones anticipadas.
La cuenta presentada es larga: el crédito solicitado, la crisis financiera, la “burbuja” de la construcción y la fiebre de los bancos, la gestión inexperta o, más bien, la inacción del gobierno seguida del desplome del sistema bancario, la subida de los precios, el colapso del sistema de asistencia pública, el desempleo... Todos estos hechos servirán para ajusticiar el liderazgo del actual líder de Fianna Fáil, Micheál Martin. Su jefe anterior, el primer ministro Brian Cowen dimitió en enero. De no haberlo hecho, los actuales comicios se habrían convertido en el fin político del partido.
Todos los países de la Eurozona han seguido con gran atención las elecciones irlandesas. Se barajan diversas expectativas por ver si funciona el experimento de rescate de Irlanda, y el dinero prestado es devuelto a la Unión Europea y al Fondo Monetario Internacional. El nuevo taoiseach (primer ministro) irlandés nunca ha dicho que su partido fuera a renunciar al crédito (aunque sólo sea porque no puede) o que la isla de los celtas no se sienta a gusto en la zona euro. Pero se muestra bastante más escéptico respecto al europeísmo que su antecesor. Así que la UE tendrá algún problema más.
La salida de Fianna Fáil del poder es todo un símbolo para Irlanda, casi un golpe de Estado. El partido fundado en 1926, de los últimos más de 80 años, casi ha gobernado 61 “la Isla Esmeralda”. En Europa no hay una fuerza fuerza política más estable y votada.
“Los Soldados del Destino” siempre habían obtenido una media del 45% de los votos, en ocasiones hasta el 70%. En el último parlamento (165 escaños, más el escaño permanente del Presidente de la Cámara) tenían 78 diputados, mientras que ahora a duras penas han conseguido 20.
El partido de la oposición Fine Gael tampoco ha podido obtener la mayoría absoluta (83 escaños). Ahora está buscando una coalición con el partido Laborista irlandés para formar así un gabinete de centro derecha. Aunque hay que hacer nota que en Irlanda los conceptos de conservadurismo, centrismo, izquierda y derecha son tan borrosos que casi pierden sus contornos. Por lo tanto, es muy poco probable que la orientación política del país sufra grandes cambios. Habrá simplemente una gran purga en el gobierno, tras la cual las cosas continuarán como iban anteriormente. En realidad, no hay otras opciones.
El nuevo éxodo de “la Isla Esmeralda”
Es verdad que los irlandeses tienen mucho genio: son obstinados, explosivos, desenfrenados e incluso desequilibrados. Pero eso sólo para la vida cotidiana. En política son sorprendentemente conservadores sin ninguna inclinación manifiesta hacia el radicalismo. Sí el pueblo irlandés fuera políticamente levantisco, ya hace tiempo que habría tumbado a su gobierno, responsable del experimento financiero. Sin embargo, no lo hicieron. Aguantaron hasta las elecciones y se vengaron de la manera más democrática. Tal comportamiento no se había registrado en ningún país de Europa en situación semejante. Los griegos, por ejemplo, siguen declarándose en huelgas y protestando con regularidad contra las despiadadas medidas de austeridad aplicadas por el gobierno.
No es que los irlandeses de repente sientan una especial simpatía por Enda Kenny o por el programa de su partido. Ni él ni su partido tienen otra opción que no sea la de endeudarse e ir pagando los créditos. Y cumplir al mismo tiempo con las humillantes condiciones del préstamo: permitir auditoría del presupuesto público, no gastar más de lo estipulado por Bruselas, etc.
Es que los irlandeses consideran que Fianna Fáil cometió una “traición financiera” acordando la concesión de un crédito que tendrán que pagar ellos y sus hijos. Un yugo para la generación venidera.
Si esta generación, claro está, quiere participar y ser testigo de la transformación inversa de Irlanda: del “tigre celta” a la periferia subdesarrollada de Europa.
A finales del siglo pasado, Irlanda, con una vertiginosa rapidez, pasó de ser el país más pobre de Europa a ser apodado el "Tigre Celta". El “boom” comenzó a mediados de los años 90. Los bancos concedían créditos a tasas de interés muy bajas y con unas facilidades desconocidas en el continente. Como resultado, se registró un auge en el sector de construcción y euforia en el inmobiliario que acabaron en una brutal “resaca”, traducida en el desplome del mercado de construcción y el inmobiliario, créditos millonarios impagados y sus consecuencias.
Hoy en la isla cierran las fábricas y crece un desempleo masivo. De momento, constituye 13,4%. Y eso que Irlanda ha sido uno de los líderes en la producción de ordenadores y, como nota de color, también es el productor más importante de “Viagra” en Europa.
El país está volviendo a la situación de los mediados del siglo XIX, cuando la isla sufrió una emigración masiva. Entre los años 1840 y 1900, la abandonó casi la mitad de los 8 millones de su población.
Hoy el proceso no tiene la misma dimensión pero ya es un hecho. Decenas de miles de trabajadores polacos, ucranianos, moldavos, serbios, turcos ya se han marchado de Irlanda. Cada semana, más de mil irlandeses salen de la isla. La mayoría son los recién graduados en las universidades que no quieren quedarse en un país sin futuro. Sólo en diciembre, unos 40 mil millones de euros fueron transferidos de las cuentas particulares en Irlanda a otros bancos europeos.
Lo peor es que no se ve la luz al final del túnel. Los economistas son unánimes afirmando que en Irlanda nadie todavía se ha dado cuenta de que para tocar el fondo todavía falta mucho. El gobierno tendrá que recortar el gasto público en 15 mil millones de euros para cumplir con las condiciones del crédito de la UE y el FMI. Esto significará el recorte de ayudas sociales, desempleo masivo y subida de precios de los bienes y servicios. Y esas cosas pasan factura.
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE OBLIGATORIAMENTE CON LA DE RIA NOVOSTI