Los grandes actores siempre saben hacer grandes pausas y este es el caso del extravagante y carismático dirigente libio, Muamar Gadafi, que hasta ahora no ha hecho un solo comentario sobre las protestas populares que se cobraron en su país más de 230 muertos, según las organizaciones humanitarias.
Nacido el 7 de junio de 1942, Gadafi recibió formación militar y, con menos de treinta años de edad, se erigió en cabecilla de un golpe que acabó con el gobierno del rey Idris, en 1969. Su familia pertenecía a un grupo de beduinos (los Qadafa, del cual procede el apellido Qadafi o Gadafi). En su adolescencia tuvo contacto con la ideología panárabe de Gamal Abdel Nasser y ello le sirvió para interesarse en la lucha por la justicia social y el socialismo árabe. A la edad de 21 años se graduó en Derecho.
Desde 1969 marca el rumbo de Libia en calidad de “líder fraternal y guía de la revolución”, sin ocupar formalmente ningún cargo político en el régimen de su creación – yamahiría - que combina elementos del Islam, el socialismo y el gobierno directo de las mayorías populares.
Gadafi se alejó de las estructuras políticas tradicionales, lo que produjo que las clases aristocráticas de la monarquía lo detestasen. En diciembre de 1969 asistió a la Cumbre de Rabat, en donde se reunió con Nasser, Numeiry y Arafat. Allí, Gadafi sugirió crear un mando militar unificado que ayudara a los palestinos en su lucha contra Israel, aunque su plan no prosperó. En interés de la revolución, Gadafi realizó una purga exhaustiva de los opositores tanto potenciales como reales.
En 1970 ordenó la retirada de las bases extranjeras y nacionalizó algunas empresas petroleras. Prohibió el consumo de alcohol a cualquier persona dentro de territorio libio y decidió aumentar decididamente la igualdad de la mujer en la sociedad, desafiando al Islam tradicional. El nivel de vida de la población creció rápidamente con los beneficios del petróleo, convirtiendo a Libia en la nación africana con mayor PIB.
Fue objeto de varios intentos de derrocamiento hechos por Estados Unidos. Durante un bombardeo norteamericano lanzado a Trípoli en 1986, durante el gobierno de Ronald Reagan, su hija Jana resultó muerta.
A lo largo de estas cuatro décadas, Gadafi abrazó las más diversas corrientes ideológicas, pasó del respaldo a grupos terroristas y antagonismo total con Occidente en los años 80 a una diplomacia mucho más sutil que a día de hoy permite a Libia, tras la renuncia a la posesión de las armas de exterminio en masa, beneficiarse de su rango de gran potencia petrolera del África y reivindicar liderazgo regional bajo la consigna del panafricanismo.
“Extravagante” es el más recurrente y el más suave de los epítetos con que le obsequia a Gadafi la prensa mundial. Las excentricidades del septuagenario líder libio - la famosa jaima en que acostumbra acampar durante los viajes al extranjero, la leche fresca de camella que bebe religiosamente, la guardia de 200 vírgenes versadas en armas marciales que le acompaña en sus giras internacionales, la supuesta obsesión que siente últimamente por su enfermera personal - una rubia voluptuosa de origen ucraniano – son constante comidilla mediática y le atribuyen a la figura de Gadafi un misterioso halo de héroe, entre mítico y circense.
También alimenta ese misterio el silencio que Gadafi guarda en medio de la creciente revuelta popular en su país. Fue uno de sus ocho hijos, Saíf al Islam, quien intervino anoche con la primera alocución del régimen hacia el pueblo. En su controvertido discurso, aludió a la posibilidad de cambios liberales y el diálogo de la oposición pero también subrayó que el Ejército defenderá a Gadafi hasta la última gota de sangre.
El 28 de septiembre de 2009, el presidente venezolano, Hugo Chávez, le entregó una réplica de la Espada del Perú, que la Municipalidad de Lima (Perú), regaló a Simón Bolívar en 1825, y recibió la Orden del Libertador. La condecoración le fue otorgada tras participar en la II Cumbre América del Sur-África (ASA) celebrada en la isla Margarita, al nororiente de Venezuela.