El próximo domingo, 19 de diciembre, el electorado de la antigua república soviética de Bielorrusia acudirá a las urnas para volver a elegir, por cuarta vez desde la caída de la URSS, a su presidente de entre diez candidatos, incluido el mandatario actual, Alexandr Lukashenko.
En opinión de muchos analistas, Lukashenko es el claro favorito en los comicios, y podrá retener el mandato, que obtuvo en 1994 y renovó en 2001 y 2006, ya en la primera vuelta. Para ello, según la ley electoral bielorrusa, deberá reunir más del 50% de los sufragios emitidos.
La misma ley establece que las elecciones son válidas si la participación supera el 50% de los electores inscritos, que esta vez, de acuerdo a los datos oficiales, son 7,095 millones de personas. Los bielorrusos podrán depositar sus votos en 6.390 colegios electorales, 44 de los cuales abrirán en el extranjero.
Además de los diez aspirantes a la presidencia, las papeletas de los comicios incluyen la opción “contra todos los candidatos”. Para vencer, en su caso, en la segunda vuelta, que se disputa entre dos candidatos, hará falta una mayoría simple.
De cara a las presidenciales del domingo, la Comisión Central Electoral bielorrusa acreditó a un total de 930 observadores de diversos organismos internacionales, como la Comunidad de Estados Independientes (CEI) o la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE).
Los observadores europeos denunciaron que el presidente actual acaparó el 86% de los espacios informativos de la televisión pública dedicados a la actualidad política o los comicios. Por su parte, sus colegas de la CEI constataron un “buen nivel de organización de las presidenciales y un ambiente de normalidad” en el que transcurre la campaña electoral.
Las autoridades bielorrusas acreditaron también a más de 660 periodistas extranjeros que darán cobertura al desarrollo de la jornada electoral.
Uno de los focos de atención será la céntrica plaza Oktiábrskaya de Minsk, donde, según algunos de los candidatos opositores, la tarde del domingo podrían concentrarse entre 30.000 y 150.000 de personas.
La oposición hizo un llamamiento a acudir a la plaza Oktiábrskaya para seguir el escrutinio y, en caso de que los resultados fueran falsificados, exigir la celebración de nuevos comicios.
Por su parte, la administración del presidente bielorruso advirtió que lo que pretenden los candidatos opositores es “organizar disturbios”, al convocar un acto en la plaza en la que están prohibidas las manifestaciones.
“Es bien sabido que no quieren un acto pacífico, y que tienen grupos de activistas radicales, material pirotécnico e incluso explosivos”, señaló Vladímir Makei, jefe de la administración presidencial.
El propio presidente también se refirió a los planes de la oposición.
“Lo más importante es que no haya provocaciones ni agresiones contra civiles. Debemos proteger a la gente. Es el objetivo de las fuerzas de seguridad, que deberán responder de forma contundente”, manifestó Lukashenko.
La policía del país eslavo ya redobló medidas de seguridad y estableció dispositivos especiales, que permanecerán activados hasta el próximo 21 de diciembre. Al mismo tiempo, los responsables del orden público en la capital negaron que se estén trasladando a Minsk unidades policiales adicionales.
Mientras tanto, el pasado martes arrancó la votación participada, opción de la que en tres días hicieron uso el 11,7% de los electores bielorrusos.
El procedimiento, que permite votar de forma anticipada en los cinco días anteriores a la fecha de las elecciones, es muy popular entre la población local y muy criticado tanto por la oposición, como por los observadores occidentales, puesto que, según éstos, puede dar lugar a numerosas irregularidades.
