Olga Sobolévskaia, RIA Novosti
"Guapa, deja que te lea la mano", parece que nos hemos acostumbrado a las insistentes gitanas que suelen parar a la gente en la calle, vaticinándole felicidad o una mala racha en la vida.
Y, sin embargo, nunca se ha llegado odiar a los gitanos en Rusia, ni se plantea su expulsión del país.
La iniciativa del Presidente francés, Nicolas Sarkozy, de introducir unas leyes de extranjería más severas, que ha encontrado apoyo en Holanda, Dinamarca, Suecia y Bélgica parece, por lo tanto, algo excesiva desde el punto de vista ruso.
De acuerdo con las estimaciones oficiales, en Rusia viven cerca de 200.000 gitanos y, según ellos mismos, su número llega al medio millón de personas. En los 300 años que llevan viviendo en territorio ruso, nunca se han sentido marginados ni en el aspecto nacional ni en el religioso. Las primeras tribus vinieron desde Polonia y casi de inmediato adquirieron la ciudadanía rusa, muchos se convirtieron a la religión ortodoxa, recibiendo el sobrenombre de gitanos rusos. Con el Decreto del Senado de 1733, a los gitanos se les permitía "residir y comerciar con caballos" y adscribirse a cualquier rango social. Así que, en el siglo XIX entre gitanos rusos ya había, aparte de nómadas, actores, burgueses, comerciantes y campesinos.
En el siglo XX, época de cambios radicales en el país, se ha intentado, por supuesto, civilizar a los gitanos, procurando modificar su manera tradicional de vivir. Durante la colectivización (política de reemplazo de granjas de propiedad individual por los koljoses) fueron prohibidos los mercados de caballos, lo que afectó no sólo a aquellos gitanos que se dedicaban a robarlos, sino también a aquellos que comerciaban honestamente. Las autoridades, además, siempre se han sentido molestas por el carácter nómada de los gitanos. No obstante, después de la Gran Guerra Patria (1941-1945) muchos gitanos, tanto los que habían luchado en las filas del Ejército Rojo, como los que habían sido partisanos, optaron por llevar una vida más sedentaria. Vivían en las diferentes Repúblicas Soviéticas y se dedicaban a cultivar la tierra y a familiarizarse con varias profesiones, entre ellas la de herrero. Durante la Guerra, por cierto, muchos gitanos fueron salvados de los nazis por los rusos, que los escondían en sus casas o les avisaban del peligro de persecución.
El 5 de octubre de 1956 fue publicado el Decreto del Soviet Supremo (parlamento) de la URSS que planteaba la necesidad de involucrar en labores permanentes a los gitanos que se ocupan del vagabundeo. Desde entonces se les prohibía llevar una vida nómada y se les proponía "asentarse y dedicarse al trabajo". Semejante reforma se compensaba con ciertas ventajas de carácter social: a los gitanos se les facilitaba una vivienda estatal o se les concedía la posibilidad de construir una propia.
En cuanto a su identidad cultural y a sus formas artísticas nacionales, a nadie se le ocurría menoscabar sus derechos. En Moscú, en 1977 fue creado el teatro de arte dramático y musical "Romén" -dirigido por Nikolai Slichenko- llegando el canto y el baile gitanos a encontrar aficionados entre la gente de las más variadas nacionalidades. De gran popularidad gozaron las películas de Alexander Blank "Gitano" (1979) que narraba la vida de un veterano de guerra y la continuación de ésta "El Regreso de Budulái", proyectadas en las cadenas centrales de televisión y aprendidas de memoria por los espectadores; así como la película de Emil Lotiánu "Los gitanos parten para el cielo".
En realidad, el interés hacia la cultura gitana tiene en Rusia una larga historia que empieza hace dos siglos. Los nobles y los comerciantes rusos eran muy aficionados a las apasionadas canciones y bailes de los gitanos. Lo paradójico es que, en el siglo XX, las romanzas gitanas eran consideradas en el extranjero como música popular rusa, confundiéndose las pasiones gitanas con las manifestaciones del espíritu ruso...
A finales de los 90, en Rusia florecieron todo tipo de negocios y los gitanos empezaron a dedicarse al pequeño comercio. La verdad sea dicha, las familias gitanas, por costumbre numerosas (de 5 a 10 hijos), cada vez se mantenían más a costa de fuentes de ingresos de procedencia criminal: tráfico de drogas y todo tipo de estafas y robos. Rescatando las peores tradiciones de su pueblo y dándoles un toque moderno, los gitanos comenzaron a actuar en esferas delictivas tales como asesinatos por encargo y operaciones ilegales con inmuebles. Cada rama del pueblo gitano se especializaba en una actividad determinada.
También ganaban mucho dinero las falsas adivinadoras que parecían hipnotizar a sus clientes y éstos de buena voluntad las llevaban a casa y les entregaban dinero y joyas. El tráfico de droga tampoco iba mal. Según los datos del Departamento de lucha contra el tráfico ilegal de drogas de San Petersburgo, la heroína llegaba a la ciudad al por mayor gracias a los tayikos y luego eran gitanos y azerbaiyanos los que la distribuían. La mafia gitana - extremadamente protectora con sus miembros- llegó a crear una red de narcotráfico de las más secretas y amplias. Es muy difícil luchar contra algo que constituye un negocio familiar.
En Rusia la sumisión con la que los gitanos franceses están partiendo para Rumanía y Bulgaria -llevándose, por cierto, 300 euros por cada mayor de edad y 100 por cada niño- provocaría una gran sorpresa. Al parecer, los gitanos vivían en Francia siguiendo su refrán popular que dice "Si no hay felicidad hoy, ya vendrá mañana". En Rusia sus compatriotas viven según otro refrán, mucho menos fatalista: "Tu destino no es Dios, no te doblegues ante él".
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE RIA NOVOSTI