El politólogo ruso Fiódor Lukiánov piensa que la guerra de agosto pasado entre Georgia y Rusia ha dejado de ser un factor importante en la política europea, y duda de que Europa esté dispuesta a implicarse a fondo en el conflicto entre Moscú y Tbilisi.
El pasado miércoles, la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa (PACE) exigió a Moscú retractarse del reconocimiento de Abjasia y Osetia del Sur. Es una derrota sensible para Rusia aunque, en rigor, la crisis económica global ha cambiado ya drásticamente la jerarquía de las prioridades.
Las principales naciones europeas han hecho una evaluación sobria de sus propios intereses y oportunidades, escribe Lukiánov en un artículo publicado hoy por el diario Kommersant. El Viejo Continente rehúsa implicarse a fondo en las zonas de conflicto ni persigue en Georgia algunos intereses fundamentales que pesen más que la cooperación con Rusia.
Lo anterior no significa que Europa haya olvidado los sucesos de agosto de 2008 pero tal recuerdo, más que servir de guía para la acción, se suma a la visión general de Rusia como una fuerza agresiva e impredecible.
A Georgia le importa reavivar el interés universal por el conflicto, habida cuenta de que es la única manera de permanecer en el centro de la atención internacional. Máxime cuando la nueva Administración de EEUU podría dedicar menos importancia que su antecesora al respaldo de la "incipiente democracia caucasiana".
En cuanto a Moscú, el efecto práctico de aquella guerra es un quebradero de cabeza relacionado con el status de Abjasia y Osetia del Sur. Las evidencias apuntan a que Rusia no tiene del todo claro qué hacer con los trofeos. Invalidar la decisión sobre el reconocimiento, tal y como exige la PACE, no es una opción pero tampoco cabe esperar a que alguien siga el ejemplo de Moscú y Managua, las únicas dos capitales que reconocieron la independencia de las antiguas autonomías georgianas. El rango de ambas repúblicas caucasianas será un escollo durante muchos años, pero no un obstáculo insalvable para el avance de las relaciones entre Rusia y Occidente.
A Rusia le molesta que la PACE mantenga una postura activa con respecto al Cáucaso pero al mismo tiempo es algo que le conviene. Cada sesión de la Asamblea es una ocasión ideal para desahogarse y dirigir las emociones hacia el desarrollo de resoluciones que no implican consecuencias especiales. Lo anterior también es aplicable a las negociaciones de Ginebra sobre la seguridad en el Cáucaso: durante largo tiempo se limitarán a las polémicas acerca del cómo sentar a los participantes en torno a la mesa o qué letra usar para identificarles.