La isla tropical de Biak, situada cerca de la costa de Papúa Nueva Guinea, será en el futuro el tercer cosmódromo que Rusia tendrá fuera del territorio nacional. Moscú y Yakarta acordaron el otro día los últimos detalles técnicos que allanan el camino para construir en Biak todas las infraestructuras necesarias. Indonesia ha invertido hasta la fecha más de US$25 millones en este proyecto que contempla el uso de una tecnología sin parangón: lanzamiento de cohetes espaciales desde aviones.
La aceleración de un propulsor clásico, lanzado desde la superficie terrestre hacia la estratosfera, consume hasta dos terceras partes de la energía necesaria para poner la carga útil en la órbita. El quid de la propuesta rusa es bastante sencillo: usar un avión pesado, del modelo An-124 Ruslan, para que eleve un misil balístico intercontinental a la altura de 10 Km y lo desembarque allí sin gastar demasiada energía. Dicho esquema, además de que se presta al uso múltiple, permite colocar un satélite de 800-900 Kg en la órbita geoestacionaria, o un aparato de 4 toneladas, en la órbita de referencia. La principal ventaja del método es un coste más bajo en relación con los cosmódromos fijos.
Los países que no tienen cosmódromos propios también podrán lanzar satélites espaciales gracias al sistema de lanzamiento desde aviones. La demanda de tales servicios es enorme: según algunas estimaciones, habrá que lanzar más de 600 satélites de aquí a 10 años.
A diferencia de las rampas terrestres, el lanzamiento aéreo no implica la necesidad de grandes infraestructuras y costosos sistemas técnicos, constata Anatoli Kárpov, jefe de la corporación rusa Air Launch. Se trata de un propulsor que se usa con éxito desde hace tiempo y cuyos motores, NK-33, han sido probados varias veces y llevados a la perfección. Incluso EEUU adquirió una licencia para producirlos. Ambas variantes de la unidad de aceleración se fabrican en serie; los motores de la segunda etapa también están disponibles; y el sistema digital del control de vuelo se usa de forma exitosa en la lanzadera Soyuz-2, destaca Kárpov. "El mérito de nuestro sistema consiste precisamente en el hecho de que se ensambla a partir de componentes existentes. Por tanto, será completamente competitivo en el mercado mundial de servicios espaciales", concluye él.
