El viernes arriba a Moscú el presidente de Moldavia, Vladímir Voronin. Según se comenta, el tema central de su reunión con Vladímir Putin será el arreglo de la situación en torno a Transnistria.
En Chisinau desde la primavera circulan los rumores sobre el cierre de un pacto secreto Putin-Voronin sobre Transnistria a espaldas de EEUU y la Unión Europea. Fuentes autorizadas en Tiráspol (capital de Transnistria) comunican sobe una eventual dimisión del presidente de la república rebelde, Igor Smirnov, a quien debe reemplazar una figura leal a las autoridades de Chisinau.
Estos días Bakú (capital de Azerbaiyán) albergó a la cumbre de GUAM (organización integrada por Georgia, Ucrania, Azerbaiyán y Moldavia, constituida bajo los auspicios de EEUU como contrapeso a la CEI). Todos se fijaron en la ausencia del presidente moldavo en este foro. Analistas creen que no es nada casual. A su atención no escapó un detalle interesante: poco antes de la cumbre de GUAM (a la que faltó Voronin) realizó frecuentes visitas a Chisinau Yuri Zubakov, subsecretario del Consejo de Seguridad Nacional de Rusia.
La retirada de Moldavia de GUAM sería una indudable victoria de Rusia. Pero ¿cuál sería el precio de esta victoria? ¿Será racional abandonar a Transnistria a su propia suerte en aras de mejorar las relaciones con Voronin? Es que Transnistria es un as de triunfo, pero puede ser jugado sólo una vez. Mientras el comunista Voronin es bastante versátil. Durante la campaña electoral, prodigó las promesas de convertir Moldavia en un bastión contra la OTAN, pero después de elegido, según afirman algunos, mantenía conversaciones secretas con representantes de la Alianza. Por supuesto, lo hacía a espaldas del parlamento, porque, según la Constitución, Moldavia es un Estado neutral.
Por supuesto, ahora Voronin puede dar garantías de no ingreso en la OTAN y abandonar GUAM. En aras de establecer control sobre Transnistria hoy prometerá cualquier cosa. Pero transcurridos unos diez años acabará por ingresar en la Alianza, ya junto con Transnistria. Y hacia aquellas fechas Rusia ya no tendrá palancas de influencia sobre Chisinau. La única garantía relativamente segura de la observancia de los intereses rusos sería la presencia militar de Rusia en Moldavia. Pero no se lo permitirán a Voronin sus "amigos occidentales" que mantienen al líder de los comunistas moldavos bajo su control absoluto.
